Klaus frotó sus labios sobre el cuello de Jake, asegurándose de que su propia sangre entrara en él al hundir sus colmillos superiores en su carne, perforando la yugular. Vaciando sus venas tanto como pudo sin matar a su amado.
En el mundo ilusorio dos agujeros sangrantes surgieron en la piel de Jake, acompañados de un dolor punzante y mareos. Ante esto el joven se alegró y, con una sonrisa genuina, le informó a su primo, quien aún lo sostenía, esquivando los ataques sobre su hacha.
“Klaus llegó.”
Cuando la ya pálida piel de Jake emblanqueció aún más, el vampiro se empujó a sí mismo lejos de él para después acercarse nuevamente, relamiéndose mientras reprimía sus instintos, su hambre.
Había pasado seis meses seguidos lejos de su amado, de la única sangre humanoide que se atrevía, y deseaba, consumir. Resistirse a devorarlo completamente, en más de una forma, en ese preciso momento era un gran esfuerzo.
Más allá de su abstinencia por la distancia, más allá del particular sabor de la sangre, única y escasa, de un Nefilim, mientras más un vampiro ama a alguien más sabrosa es su sangre y mayor era la tentación a consumirla.
Por suerte para ambos Klaus era el ser con mayor autocontrol de toda la historia de su especie. Tal control le había venido naturalmente y había sido reforzado por agobiantes años de entrenamiento y tortura por parte de su rey y allegados.
Habiendo heredado las mejores cualidades de sus padres era posiblemente también el más poderoso, con la maldición más fuerte, mayor poder para convertir a otros, mayor habilidad de transformación y mayor poder elemental, siendo incluso uno de los pocos vampiros que controlaban más de un elemento.
La tierra, manifestada a través de la creación espontánea de cristales de características variables, y el aire, manifestado como la manipulación total de todo gas a su alrededor, incluyendo aquel al interior de seres vivos.
Aun luchando consigo mismo se dispuso a quitarle los sellos a Jake. Sosteniendo sus muñecas con una mano mientras retiraba los guantes con la otra, delicadamente como si estas estuvieran hechas de elegante cristal de Baccarat.
Una vez ambos guantes fueron retirados una poderosa luz purificadora surgió del joven oficial, iluminando la zona estacionamiento por completo, sus alas se extendieron en un violento estallido provocando que casi caiga, manteniéndose erguido por el mismo poder que emanaba.
Klaus fue empujado hacia atrás por la ola de energía. Recuperándose rápidamente derrumbó su propia pared de cristal y permitió el fluir libre de aquel poder, purificando en su camino al demonio Diagvelia.
Jake abrió los ojos, encontrándose directamente con los ojos de Klaus en el suelo frente a él. Rápidamente la maldición vampírica que recorría sus venas fue, también, purificada, y sus venas empezaron a ennegrecerse. Al ver esto el vampiro tomó los guantes y colocó las placas de plata en ellos sobre el abdomen desnudo de su amado.
Al tener sus poderes sellados nuevamente Jake cayó al suelo de rodillas junto a Klaus, quien le ofreció ponerle los guantes apropiadamente.
Al momento que Jake purificó al demonio Diagvelia su mundo ilusorio fue destruido, liberando las almas atrapadas en él y la consciencia de su primo. Cloud despertó en un sitio desconocido, en una cama extraña pero recostado junto a un rostro conocido. Cloe dormía tranquilamente junto a él, en la misma cama, pero cada uno con su propio juego de cobijas. Calmado por la presencia de su amiga, especialmente en un estado tan relajado, decidió dormir también y esperar hasta la mañana para hacer preguntas.
Klaus y Jake siguieron en el estacionamiento por algunos minutos, sentados en el piso del vagón uno junto al otro.
“¿Por qué tardaste tanto?” Jake preguntó con notable alegría, mientras terminaba de acomodarse la ropa.
“El idiota del guardia no me dejaba pasar…”
Nuevamente el silencio inundó el vagón, ahora con una atmósfera apacible.
Klaus mantenía su mirada fija en Jake, absorbiendo su imagen sonríete, alumbrada por la luz de la luna como si estuviese adornado con un velo plateado, con sus pupilas verticales tan agrandadas por el placer de aquel paisaje que parecían óvalos.
La dulzura del momento solo le duró unos segundos.
Recordando lo que había descubierto aquella tarde el alegre rostro de su amado, que le traía tanta dicha y sosiego ahora le daba pena, por más de un motivo.
“Por cierto… necesito decirte algo.”
Dejándose la camisa sin abotonar sobre sus hombros, Jake se quedó completamente quieto, mirando fijamente al rostro de su novio, preocupado.
Aunque la voz sin enmascarar de Klaus generalmente era áspera y profunda, dando una impresión de agresividad o altivez a los demás, Jake era capaz de detectar los sutiles cambios en esta y escuchar claramente sus emociones. La seriedad y peso con el que Klaus se había expresado lo habían puesto nervioso. Permaneció expectante ante lo que diría.
“Creo que hemos encontrado a tu hermano.”
“¿Qué?”
El nerviosismo de Jake aumentó, la lúgubre forma en la que Klaus se expresaba lo hacían pensar en el peor de los casos.
“Si…” suspiró “Vi a un niño idéntico a él. No. Estoy seguro que era él.”
Jake siguió vistiéndose esperando a escuchar más detalles de la situación, esperando a descubrir porque su novio se veía tan decaído ante lo que debería ser una buena noticia. Al ver que su amado seguía esperando en silencio, Klaus empezó a elaborar al respectó.
“Ya sabes, alrededor de 10 años, piel clara, aunque no tanto como la tuya, pelo rizado de un color negro profundo, ojos amarillos y, lo más notable, un aura de nefilim.”
Al oír esa última parte, con su ciega confianza en el vampiro, Jake se levantó celebrando, alegre, aun con medio brazo fuera del saco.
“¡¡GENIAL!! ¡Por fin podré volverlo a ver!” su novio se veía aún más sombrío, con la mirada ahora en el piso, evitando a Jake “¿Klaus? ¿Qué pasa?”
El vampiro miró de reojo a su amado, debatía consigo mismo sobre cómo darle las noticias, por cómo evitar preocuparlo o entristecerlo de sobremanera.
“Yo… no sé qué le haya pasado a ese niño, pero, había algo extraño en él, algo corrupto, algo muy diferente a ti, algo casi…” volteó a ver el rostro intranquilo de Jake “casi demoníaco.”
Balanceando sus ideas, preocupaciones, las posibilidades, Jake se calmó un poco, enfriando forzosamente su cabeza. Agarró su corbata y se acercó aún más a su novio, quedando a un par de centímetros de su rostro.
“Esa es una razón más para verlo ahora.”
Klaus cambió su enfoque nuevamente, ahora fijándose en el blanco cuellos de Jake, con piel tan delgada que permitía distinguir sus venas a simple vista.
Aún tenía sed, aún deseaba consumir el cálido sabor de su plasma, pero más aún que eso deseaba besarlo, limpiar con su lengua la sangre que seguía embarrada en él y seguir bajando por su cuerpo. Sus pupilas volvieron a crecer, reflejando en ellas a su amado.
Al notar su mirada Jake volvió a aflojarse la corbata.
“Ya estoy completamente regenerado, si quieres puedes hacerlo.”
“No, no podría parar esta vez.”
“Puedo quitarme un guante mientras bebes, así me recuperaré al mismo tiempo.”
“Ah, te referías a eso…” le sonrió traviesamente “No gracias, está bien.”
Klaus disfrutó del rápido cambio en el color del rostro de su amado, de blanco a rojo en un instante.
Aunque ya llevaban un año saliendo a Jake le costaba adaptarse al coqueteo descarado de Klaus. Antes solía ser más reservado, pero desde que confirmaron sus sentimientos se había vuelto mucho más provocativo.
Klaus siempre había tratado a Jake con dulzura, delicadeza y caballerosidad, como si fuera un ser precioso y frágil que pudiera romperse en cualquier momento.
De por si le había costado acostumbrarse a esto dado que, desde que su padre murió, nadie había mostrado una preocupación tan fuerte y clara por su bienestar. Esto sin hacer menos su poder y habilidades, cada una de sus acciones estaban llenas de respeto y admiración.
Su suavidad no había cambiado realmente, por ello esos pequeños momentos resaltan más para él. Momentos donde Klaus mostraba que en el fondo deseaba, de una forma muy específica, romper a Jake. Romper todas sus barreras, todos sus miedos, todas sus inhibiciones, completamente indefenso, completamente sí mismo con él y sólo él. Y Jake también lo deseaba.
Al ser forzado a una temprana edad a cuidar y proteger a otros, a crecer apresuradamente, Jake nunca se había permitido depender de nadie más excepto Klaus, de forma física y emocional.
Klaus era el único en quien confiaba para quitarle el peso de sus hombros, el único con el que se permitía ser vulnerable. Y al fin lo tenía de vuelta después de seis largos meses de verlo solo a través de una pantalla, sentado justo frente a él, en medio de la noche estando los dos completamente solos.
Lo consideró seriamente, apretando los labios mientras veía a Klaus directo a la cara, sus ojos bailando entre los ojos y los labios sangrantes del vampiro, ocasionalmente saltando a sus manos, grandes, cálidas y sorprendentemente suaves.
Por un momento regresó su mano a su aflojada corbata, la idea de volver a desabotonar su camisa y dejar que él vampiro hiciera lo que se le diera la gana con él cruzó su mente.
Por suerte para ambos, nuevamente, Klaus era realmente bueno en cuanto a autocontrol se trataba, sin importar de qué tipo de instinto se tratará.
“Jaky, querido, hay cámaras en todo el lugar. Recuerda dónde estamos.”
“¡Ah!” recuperando la compostura y avergonzado por sus pensamientos, Jake se ajustó fuertemente la corbata “¿Por qué dices eso?, yo no pensaba hacer nada…”
“Que lástima.”
Jake aclaró su garganta, esforzándose por ignorar ese último comentario y no caer de nuevo en esos pensamientos.
Con un sutil suspiro Klaus se puso de pie y ofreció su mano a Jake, quien la tomó con firmeza. El vampiro acarició sus nudillos con el pulgar y tiró para levantarlo.
Una vez el joven oficial estuvo en pie, su novio le dio un ligero beso en la mejilla sanada y lo llevó fuera del vagón sin soltar su mano, dirigiéndose hacia una zona sin techumbre al centro del estacionamiento.
El vampiro extendió nuevamente sus alas, pasó el brazo izquierdo de Jake sobre su hombro, sosteniéndolo firmemente con su mano izquierda, entrelazando los dedos de sus manos. Lo tomó por la cintura con la mano derecha y pegó sus caderas para asegurarse de tenerlo bien sujetado. Voló llevando a su amado consigo hasta la casa que compartían.
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