No era un secreto que razas, nobles y plebeyos convivieran en aquel lugar. Si lo comparáramos con una época moderna, se podría considerar un campo deportivo, solo que este era para pelear. Aleksander se acercó a un grupo de niños y niñas, que iban desde los cuatro hasta los quince años. Nobles y plebeyos, elfos, humanos, semihumanos y semidragones. Aleksander no pudo evitar pensar que le gustaría tener unos cuernos de dragón; se veían geniales.
—Oye —dijo una voz.
Aleksander se volvió. Un niño mayor que él, con cabello verde y ojos grises. ¿Un noble?
—¿Sí? —respondió, manteniendo la cautela.
Decidió que era mejor no causar escándalo con los nobles. Si quería entrenar, bien por él; pero si venía con otras intenciones, sería mejor devolverlo con suavidad.
—Entrena conmigo —dijo el noble, apuntando su espada de madera cubierta de maná hacia el pecho de Aleksander. ¿Eso no era un poco peligroso?
—¡Por supuesto! —exclamó Aleksander, sintiendo la emoción burbujear dentro de él.
Sacó unos listones de su bolsillo y los enrolló alrededor de sus nudillos. El resto del listón cayó al suelo como si fueran cortinas. Concentró un poco de maná en ellos para darles la dureza de una espada, conservando al mismo tiempo su capacidad de encogerse, estirarse y doblarse.
—¿Qué es eso? —preguntó el noble, mostrando curiosidad.
—Listones. No me adapto bien a las espadas normales. Perdón si te incomoda.
—No, no es nada de eso. Es solo que… es un poco extraño.
—Lo sé. Bueno, empecemos.
Inclinó ligeramente su cuerpo hacia adelante, preparó sus pequeños brazos y comenzó a correr hacia el noble. Este balanceó su espada de madera hacia su costilla. Aleksander dio un salto y giró su cuerpo hacia abajo, lanzando una patada en el aire. El noble usó su espada para repeler la patada.
—Eres bueno. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Bruno mientras intercambiaban golpes.
—Aleksander Leroy —respondió él mientras caía al suelo y se volteaba. Con los listones rodeó la espada de madera del noble, adhiriéndose a ella y jalando su cuerpo hacia él.
—El mío es Bruno Adamah.
—…?!
¿El príncipe?
Mientras continuaban intercambiando golpes, la conversación fluía con tranquilidad.
—¿Qué haría un príncipe en un lugar como este? —preguntó Aleksander entre jadeos.
—Nada en especial. Solo vigilo a mi hermana.
¿La princesa también estaba allí? Buscó entre los demás niños con la mirada.
¡Ahí estaba!
Un poco lejos de ellos, entre los demás niños, Isolde observaba la pelea entre él y su hermano.
Tendré que lucirme, pensó Aleksander.
—¡No te desconcentres! —gritó Bruno mientras le conectaba una patada hacia atrás muy parecida a las que usan los taekwondistas.
Aleksander fue lanzado hacia atrás, girando en el suelo.
¡Mierda! Eso dolió.
Se levantó rápidamente del suelo.
—¡Más rápido! —gritó Bruno mientras se acercaba velozmente y daba un corte hacia el suelo. Aleksander giró su cuerpo hacia la izquierda para esquivarlo. Se puso de manos y lanzó una patada transversal.
—Agh —Bruno soltó un quejido mientras usaba su espada para golpear el brazo de Aleksander.
Perdió el equilibrio y volvió a caer.
—¡Wooh! —exclamaron algunos niños a su alrededor.
Ignorando la atención que estaban recibiendo, aprovechó su caída para usar un listón y rodear el tobillo de Bruno. Jaló con fuerza y Bruno cayó al suelo. Aleksander se puso nuevamente de pie sobre sus manos y lanzó una patada vertical que impactó en el estómago del príncipe.
—¡Alto! —un hombre mayor interrumpió la pelea—. Vaya… Los niños ahora sí que son unos monstruos.
Rascándose la mejilla por la vergüenza, Aleksander se levantó y ayudó a Bruno a incorporarse. Luego miró hacia Isolde, quien se acercaba a ellos con curiosidad.
Bruno notó la dirección de su mirada y dijo:
—Si quieres llamar su atención, deberás hacer mucho más que eso. Fue una buena pelea.
—Ah… No es eso. Bueno, sí, pero no tengo ninguna intención romántica —respondió Aleksander rápidamente.
—Jaja. Entiendo. Gracias por la pelea —dijo Bruno mientras hacía una reverencia; Aleksander hizo lo mismo en respuesta.
Ese tipo de reverencias era lo más básico en las peleas amistosas; era muy parecido al saludo japonés.
—Gracias a usted, alteza —dijo Aleksander con respeto.
—No te preocupes por las formalidades —replicó Bruno con una sonrisa despreocupada.
—No creo que eso sea buena idea —insistió Aleksander; sabía que debía mantener cierto nivel de respeto por su posición social.
—De verdad. No hables formalmente solo porque soy de la realeza —insistió Bruno con sinceridad.
—Bueno, entonces le diré "Su Alteza Bruno".
—Si te sientes cómodo así, está bien —respondió el príncipe con una sonrisa amigable.
No es que Aleksander se sintiera incómodo o cómodo; simplemente sabía que debía respetar las normas sociales que le enseñaron sus padres.
Un joven renace bajo el nombre de Aleksander Leroy. En esta vida, más que solo estar viviendo como plebeyo, quiere poner en balance a los plebeyos y nobles. Aunque... las cosas salen de otra manera. Un desastre destruye el hogar de Aleksander, obligandolo a viajar junto a su compañera, Isolde Adamah, la princesa. Tras 13 años de tal desastre, parece que nada volvera a ser como antes. Alek busca venganza hacia los culpables del desastre, y, por un pasado poco imaginable, Alek buscara perdón y redención en si mismo.
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