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DOWNSPIRIT (ESP)

CAPÍTULO DIECINUEVE: LA MADRIGUERA DEL ZORRO

CAPÍTULO DIECINUEVE: LA MADRIGUERA DEL ZORRO

Mar 06, 2025

El hombre se arrodilló en la fría cerámica, negándole siquiera descansar sobre la alfombra, rodeado por seres de piel gris carentes de rostro, en aquella enorme mansión de muros  con acabado de caoba y cortinas rojas, oscureciendo el salón donde pronto sería juzgado.

“Por favor señor, solo un par de días más, le juro que le pagaré absolutamente todo lo que le debo, al contado”.

Viendo el patético intento por clemencia, sentado en el escritorio frente a él, giró su ojo con desagrado, recargando la mejilla del lado de su parche, adornado con el bordado de una rosa roja con hojas verdes a su alrededor, cansado del mismo teatro de siempre.

“¿Eres masoquista?”.

“¿Perdón?”.

“¿No? Ya veo, entonces eres suicida”.

“No yo-”.

El hombre del parche bajo su mano e inclinó la cabeza, mirando al criminal en el suelo con desdén, molesto con él por tener la audacia de pensarse merecedor de clemencia.

Un ser que había llevado a su propia familia a la ruina, con su adicción a las apuestas y a las sustancias con las que él mismo comerciaba, incluso forzando a sus hijos a trabajar para él satisfaciendo a otras criaturas viles.

“Entonces, ¿por qué insistes en probar mi paciencia?”

“No, por favor Señor Park, le prometo que está vez sí le daré su dinero”.

El rostro temeroso del criminal solo lo irritaba más, cómo es que alguien que subsistía de arruinar la vida de otros, con vicios y arrepentimientos, se atrevía a darle valor a su propia vida.

Pero por otro lado, de no existir escorias como esa ni él ni Adam tendrían la conciencia tan limpia con los requerimientos de sus dietas.

“Ya te había dado una semana extra entera y aún así, ahora quieres más tiempo”.

“Pero en verdad le pagaré, sólo tiene que esperar un poco”.

“Eso dijiste la última vez”.

El hombre en el suelo temblaba sin control, azotó su cabeza contra el suelo, pensando en cómo se libraría está vez de sus problemas. Entonces recordó los famosos rumores sobre el kumiho.

“Por favor, mi familia necesita el dinero, sabe…”.

El hombre del parche se quedó en silencio, dándole esperanza por su supervivencia.

“Tengo dos pequeñas niñas, una acaba de empezar la secundaria, son muy jóvenes para andar mendigando en las calles”.

El kumiho se irguió en su silla, aún sin decir palabra, con la llama de la furia avivando dentro de sí.

“Usted es padre, ¿no?, debe entender…”.

Aquello fue la gota que derramó el vaso. Park cambió su expresión molesta y sería una amigable sonrisa.

“oh, claro… entiendo perfectamente sobre el esfuerzo y los ‘sacrificios’ de un verdadero padre…”.

Se puso de pie, recargando sus manos sobre el escritorio mientras sacaba sus cinco colas de la silla, agitándolas con gracia.

“Aún queda una alternativa”.

Camino hacia el hombre en el suelo, parado frente a él con una mano tras la cintura. 


“Hay una forma de que no solo perdone la deuda pero, además, le pueda dar el doble del dinero que me debe a su querida familia, sin tener que pagarlo después”.

Con gran alivio el hombre se inclinó ante los pies de Park, creyendo que se había liberado de la bancarrota, sin saber lo que le esperaba.

“Gracias Señor, sabía que usted entendería”

El kumiho volteo a ver a uno de sus empleados, con un gesto de su cabeza dos de ellos tomaron al hombre de los brazos, preparándose para arrastrarlo.

“Llévenselo y preparen su corazón para mañana. Díganle al otro que vivirá una semana más”.

“¡NO, POR FAVOR! ¡TENGA PIEDAD!”.

Sin importar cuánto luchará no pudo sacarse del agarre de aquellos seres. Gritando por su vida, fue llevado al calabozo en el sótano de la mansión.

Molesto por la impertinencia y los molestos alaridos de aquel criminal, el hombre del parche paso su mano sobre su corto cabello negro, soltando un fuerte suspiro, exasperado. Se dirigió a otras dos de sus allegadas, las más cercanas a él. 

“Estoy realmente harto de estos idiotas que piensan que con decir ‘padre’ o ‘familia’ pueden manipularme” quito su mano de su cabello, dejándola caer con fuerza “Cómo si mis cachorros fueran una debilidad”.

“Pero jefe, sus hijos son su debilidad”.

Kim Dae, a su izquierda, hablaba con gran alegría en su voz, haciendo enojar más al kumiho. Todos los que trabajaban con él y para él sabían lo mucho que consentía y cuidaba a sus dos niños. Aunque también les dejaba tener cierta libertad para que se desarrollarán, siempre bajo vigilancia.

“Tienes suerte de no tener boca…”.

Con un tono agresivo, sacó su larga lengua y la pinchó con sus uñas, afiladas como garras, sacándose una gota de sangre.

“... o ya te habría arrancado la lengua por decir tantas estupideces”.

La puerta de entrada al estudio se abrió de repente. Vincent se asomo entre está con una enorme sonrisa.

“Señor Park, ya regresamos”.

Al verlo la actitud del kumiho cambió por completo. Sacó sus orejas de zorro, agitó sus cinco colas y su voz se tornó suave, se agachó hablando con dulzura.

“Pequeño Jack, ¿Cómo les fue en su cacería? ¿Dónde está tu hermana?”.

“Muy bien… aunque su muñeca pelirroja está un poco rota. Hana se fue directo a su habitación para revisarla”.

Park se irguió, viendo sobre su hombro a Kim Dae y Kim Soo-yun, con un gesto de su mano se acercaron, y con otro tras dar su orden, fueron a cumplirla.

“Vayan con Hana y conformen los daños. Si es necesario, contacten a Haugen y soliciten reparaciones lo más pronto posible”.

Una vez las dos salieron del estudio el pequeño metió su mano a su bolsillo, sacó el fragmento del Diagvelia y lo presumió con orgullo al kumiho.

“Mire señor Park, les conseguí otro”.

“Wow Vince, eso es maravilloso. Adam va a estar muy contento”.

Con una mano tomó el fragmento mientras con la otra se quitaba el parche, revelando su cuenca habitada por una masa negra, palpitante, con dos ojos asomándose de esta.

“Hey Adam, mira lo que te trajo Jack. Es un pequeño aperitivo”.

La masa empezó a salir, escurriendo se hacía afuera y elevando su frente como una serpiente. Pequeños apéndices se asomaban de todo su cuerpo.

Lo único distinguible como un órgano familiar de aquella masa eran sus globos oculares y su boca.

En los ojos del ser se formaban espirales con sus iris y sus pupilas. En su boca se encontraba una hilera de colmillos afilados, siguiendo la curva que formaba sus labios. Mientras la masa hacía sentido de su forma le hablaba al pequeño niño con una voz, extrañamente, cálida, profunda y suave, tartamudeante pero calmada.

“Hola pe-pequeño Jack. Hace m-mucho que no nos vem-mos”.

La masa logró ordenar sus ojos y su boca en la posición más humana posible. Vince lo veía con cariño, sonriéndole todo el tiempo.

“Pero si nos vimos esta mañana… Además, pediría verlo más seguido si me llamara Vincent”.

“P-Pero ese no es t-tu nombre”.

La masa comió el fragmento de un mordisco, disfrutando de la interacción con el niño. Si bien el negarse a usar otro nombre era una forma de jugar con el pequeño, también se debía a lo que sucedía cuando lo llamaba Vincent.

Dado el vínculo entre ambos, escuchar a Adam usar el nombre más preciado del niño lo ponía sentimental, la última vez había tardado media hora en parar de llorar, por más que lo abrazaran y reconfortan, de hecho el afecto de Park, Hana y Adam lo habían hecho llorar aún más fuerte.

Aun así, Vincent seguía el juego, hacía un gran esfuerzo para actuar indignado o molesto, delatado siempre por la brillante sonrisa que siempre mostraba a Adam, a quien desafortunadamente no podía ver por mucho tiempo, por las circunstancias que lo convertían en aquella masa.

“Si lo es. Hasta luego Señor Adam”.

La masa regresó a la cuenca ocular de Park, este se puso de nuevo el parche, sellando a la masa dentro de sí.

“Bien, bien. Cachorrito, ya es tarde, debes dormir”.

El kumiho llevó al niño a su habitación, en otra área de la mansión, separada por un frondoso jardín del lugar donde hacía sus negocios, brindando privacidad y seguridad a lo que constituía su hogar.

El edificio era su propia entidad. Una pintoresca casa con acabado exterior de piedra y concreto, de dos niveles, en una plaza al centro de las parcelas de flores. Plantas coloridas colgaban de sus balcones.

El moderno interior contrastaba con la fachada sin perder su esencia acogedora, amueblada con objetos mágicos y tecnología avanzada disfrazadas como muebles y adornos comunes.

Las tres habitaciones de la planta alta habían sido personalizadas para cada uno de sus habitantes junto a sus respectivos baños, las otras dos de la planta baja tenían un arreglo más neutral para ser utilizadas por invitados. 

El cuarto particular de Vincent tenía paredes de azul ártico decoradas con estrellas de seis picos de color cobalto.

La mitad de su espacio era ocupado por la zona de dormir, con un aparador y un buró designados para sus prótesis al lado de su cama, de tamaño matrimonial, con barandales a los lados y modulares de inclinación, similar a una cama médica con una comodidad superior.

Abajo y alrededor se extendía una alfombra afelpada de color rojo borgoña.

Al lado opuesto se encontraba otro buró con medicinas  y entretenimiento para el pequeño, con una lámpara de intensidad modulable para usarse durante la noche, de ser requerido, al lado de esta un control para manejar la cama y llamar a cualquier otra habitación de la casa.

En esta parte de la habitación también se encontraba la entrada al enorme armario.

El resto de la habitación era una zona de juegos, con armarios llenos de juguetes variados, una computadora con bloqueos apropiados y un gran espacio libre.

En esta parte también se encontraba la puerta hacia el baño de Vincent, adecuado para que pudiese asearse solo sin necesidad de asistencia; con pisos antideslizantes, barandas, un banco integrado en la ducha y muletas y una silla de ruedas plegable en el armario junto a la entrada.

Cada dos metros en todas sus habitaciones había timbres con los que podía solicitar asistencia.

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#downspirit #supernatural #Fantasy #drama #mystery #family #Kumiho #gumiho

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