—Pueden tomar cualquier forma —añadió Meave con un tono sombrío—. Pueden ser voces familiares, caras queridas. Juegan contigo, manipulan tus emociones, te rompen desde dentro.
El ambiente estaba cargado de tensión. El silencio que siguió era casi ensordecedor, roto solo por el murmullo incesante de las sombras que parecían moverse con vida propia. Pax tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago mientras retrocedía un poco más, ahora completamente alerta al peligro que había estado ignorando.
Leon, volviendo a centrar su atención en la figura de la chica en la ventana, habló con frialdad.
—Esto no es un simple trabajo. Aquí hay algo más grande.
Pax se quedó mirando fijamente a Leon, su mente divagando y dudando de las palabras de él, la mente inundada de preguntas. “¿Eran tan peligrosos como decía Leon? ¿Acaso esas sombras eran las responsables de sus peores pesadillas? ¿Y si podía verse atrapada en ese mundo oscuro?” El miedo se arraigó en su interior, mezclándose con una extraña fascinación. Pero antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, la voz de Leon la sacó de su ensimismamiento.
—Solo la mitad de ella está aquí con nosotros. —Su tono era grave, sus ojos todavía fijos en el cuerpo inmóvil junto a la ventana—. Puede que esos entes estén utilizando a la más lúcida para manifestarse en el mundo físico o...
Un grito desgarrador interrumpio a Leon y todos se sobresaltaron, sus corazones latiendo a mil por hora. Leon fue el primero en reaccionar. En un abrir y cerrar de ojos, un abismo se había abierto en el suelo, tragándose a la chica. Con una agilidad sorprendente, Leon se lanzó hacia adelante, sus manos rozando el borde del agujero, pero fue demasiado tarde. La chica había desaparecido, arrastrada por una fuerza oscura e invisible.
—¡Mierda! —exclamó Ariel, estirando el brazo hacia el vacío, su intento por alcanzarla igualmente en vano.
—No la van a soltar fácilmente —dijo Meave, su voz teñida de un sombrío presagio mientras sus ojos seguían la oscuridad que se había llevado a la chica.
—¡En su cuarto! —gritó Leon, su voz cargada de urgencia—. ¡Ahí estaba la otra parte!
El rostro de Meave se volvió pálido al comprender las implicaciones de sus palabras, pero antes de que pudiera responder, Leon ya se había desvanecido. En un parpadeo, una estela de energía blanca vibrante marcó su recorrido, reapareciendo al instante frente a la ventana del cuarto de la casa.
Con un movimiento fulminante, Leon alzó su brazo, y un destello blanco rompió la ventana en miles de fragmentos que se dispersaron como estrellas fugaces. Dentro, la atmósfera era pesada, cargada de energía oscura que parecía adherirse a la piel. Allí estaba, la otra mitad de la chica, atrapada en un letargo inquietante.
Sin perder tiempo, Leon avanzó y tomó a la chica por el cuello de la camisa. Con una fuerza calculada, la alzó y la lanzó al aire fuera del cuarto. Un leve gemido de sorpresa escapó de los labios de la joven mientras su cuerpo era arrastrado hacia la libertad.
Meave, con un grito ahogado, extendió sus manos, y de sus dedos brotaron hilos como seda roja que se desplegaron en el aire, envolviendo a la chica en un capullo protector. Los hilos vibraba con una rojiza luz tenue.
—¡Ariel, una barrera! —gritó Meave con urgencia, su voz rompiendo el trance en el que Ariel parecía estar atrapado.
El joven reaccionó rápidamente, juntando sus manos con un aplauso seco que resonó en el aire. De inmediato, una luz plateada comenzó a emanar de sus palmas, formando un anillo brillante que se expandió a su alrededor.
—¿¡Qué está pasando!? —preguntó Pax, su tono apresurado, la confusión escrita en cada palabra mientras sus ojos intentaban procesar lo que sucedía.
Meave la ignoró por un momento, enfocada en la inminente amenaza. —¡Ariel! ¿Puedes contactar a Coralie? —dijo apresuradamente, sus ojos fijos en el horizonte, donde una ominosa oscuridad comenzaba a tomar forma.
Ariel frunció el ceño, la tensión palpable en su rostro mientras respondía: —No puedo hacerlo tan cerca de esta energía. Está cortando mi vínculo.
—Entonces vete. Busca un lugar más seguro desde donde puedas hacerlo. Nosotros nos encargaremos aquí.
Ariel vaciló un momento, su mirada pasando de Meave a Leon, y finalmente a Pax, quien seguía observando todo con creciente incertidumbre. —¿Qué hay de ellas? —preguntó, señalando hacia la chica dentro del capullo de seda y a Pax.
—¡Crea una barrera para proteger a la chica! —respondió Meave con firmeza, sus ojos brillando con determinación—. Pax despertará.
—¿Despertar...? —Pax balbuceó, pero su voz se apagó ante la creciente intensidad del momento.
Ariel asintió con rapidez, concentrándose en la barrera mientras Meave daba un paso al frente. La pelirroja estiró sus manos hacia el capullo y lo libero, dejandola al lado de Pax.
Un escalofrío recorrió la espalda de Pax y la chica de la casa, a su lado, temblaba incontrolablemente pero vieron como alrededor de ellas, un especie de energía color verde translúcida las empezó a cubrir.
—Tranquilas, no salgan de este cubo y yo me encargaré de que no les pase nada. Pax, necesito que te vayas, despierta. —mencionó Meave de la forma mas tranquilizadora que pudo, porque si bien confiaba en Leon, no podía arriesgarse a que les pasara algo a ninguna de las dos. Entretanto, Ariel ya se había adelantado.
—s-sí, solo necesito concentrarme —Pax cerró los ojos con fuerza, con la esperanza de poder hacerlo más rápido, se concentró, intentando ignorar la creciente inquietud.
De repente, una explosión sacudió el aire, enviando una onda expansiva que las hizo tambalear. Cuando el polvo comenzó a disiparse, Pax entrecerró los ojos, tratando de distinguir alguna forma a través del polvo. Tostía y con un sabor metálico, el aire se hacía cada vez más denso, dificultando la respiración, el polvo que picaba en la garganta y le llenaba los ojos de lágrimas. El aire estaba cargado de un olor a quemado y a tierra removida.
—¡¡Date prisa Pax!! —gritó la pelirroja mientras golpeaba un poco el cubo para llamar su atención.
—¡Lo siento, lo siento...! —Pax murmuró, sus manos temblando mientras intentaba recuperar el control.
El polvo comenzó a asentarse lentamente, revelando un panorama desolador. La casa, antes imponente, ahora era un montón de escombros al igual que todo el sitio a su al rededor. Un fuerte impacto sacudió el cubo, era el cuerpo de Meave que se estrelló contra él. Un tentáculo negro y viscoso se había enredado en la pelirroja, tirando contra el cubo con fuerza. Pax y la chica se quedaron paralizadas del miedo al ver esa cosa atacarla y Meave, al igual que ellas, se lleno de miedo pero por algo diferente, era la sensación de encierro que se apoderó de ella, era como si una burbuja invisible las hubiera aislado del mundo exterior, cortando cualquier conexión con Ariel y con lo que ocurría más allá.
La explosión lanzó a Leon por los aires, girando y dando vueltas como una hoja seca en una tormenta, giró en el aire, sus ojos fijos en el tentáculo que se hundía en el cuerpo de Meave. Dos más se dirigían hacia él, serpenteando por el aire con una rapidez aterradora. Con un ágil movimiento, esquivó los ataques y se lanzó en picado, su cuerpo cortando el aire como una flecha. Al aterrizar, el impacto levantó una nube de polvo que se disipó rápidamente, revelando a Leon de pie sobre los restos de uno de los tentáculos aplastados bajo el peso de su cuerpo y con un movimiento rápido y preciso, agarró el tentáculo que sujetaba a Meave y, con una fuerza sobrehumana, lo partió en dos.
—Woah... —exclamó Pax, su voz llena de asombro al ver al hombre de pie frente a ella, parecía haber salido victorioso de la batalla.
Sin embargo, un grito desgarrador resonó desde los escombros de la casa, haciéndola temblar y el sonido vibró en lo más profundo de Leon, paralizándolo, el hombre luchó por moverse, pero un puño lo alcanzó, enviándolo al suelo. —mierda —murmuró, intentando girar pero aquello que lo derribó, apretó el ataque, haciendo que el suelo bajo él se rompiera.
Meave volteó a mirar a Pax con preocupación pero rápidamente cambió su expresión a una más tranquila. —Estarán bien mientras no salgan del cubo.
-estilo de Leo, Antares.- Leon recitó por lo bajo la frase antes de que sus ojos brillando con una intensidad sobrenatural. Un aura pálida comenzó a envolverlo, creciendo en intensidad hasta que su cuerpo entero se iluminó como una estrella. La luz se extendió por el suelo, creando un círculo brillante que cegaba al ente negro azabache y bajo esa luz el ente negro se retorció bajo la luz cegadora, emitiendo un chillido agudo. Leon, convertido en un faro de esperanza, se lanzó al ataque aprovechando la vulnerabilidad, sus movimientos fluidos y elegantes. La luz lo envolvía como una armadura, protegiéndolo de los ataques de las criaturas. Con cada golpe, la luz se intensificaba, debilitando a los entes hasta reducirlos a cenizas. De esta manera se pudo acercar hasta las chicas.
—No puedo sentir nada de afuera, ni siquiera a Ariel. —habló para si misma la chica pelirroja.
Pax, todavía temblando, murmuró con voz avergonzada —tampoco puedo despertar…
—Esto se ha vuelto demasiado peligroso, tenemos que acabarlo ahora, Meave —dijo con voz firme mientras ajustaba su chaqueta, sus movimientos calculados como los de alguien que estaba listo para pelear hasta el final.
Meave chasqueó la lengua, su mirada recorriendo las sombras que parecían moverse con una vida propia. —¿Antares no será suficiente? —preguntó, su voz cargada de dudas.
Leon negó con la cabeza, su expresión grave.
—No. Esa cosa está a punto de convertirse en un ser del bajo astral. Si hubiese tomado un día más de la energía de la familia, ya los habríamos perdido. Y no solo a ellos. Esa cosa habría cruzado al mundo físico.
El ente negro, que había sido herido de gravedad, se retorcía en el suelo, absorbiendo la esencia de los otros entes caídos. Sus heridas se cerraban ante sus ojos, y su forma se volvía más poderosa y amenazante. Pax y la chica sintieron un nudo en el estómago al presenciar semejante acto de canibalismo. El ente, ahora más grande y poderoso, se alzó, su forma distorsionada y amenazante y ahora no solo tenían que enfrentarse a un enemigo, sino a uno que se volvía más fuerte con cada segundo que pasaba.
—Ay mierda, eso no lo vi venir. —dijo Leon con cara sorprendida mientras dirigía la mirada a Meave.
—¿Está comiéndose a los otros para robar su energía...? —mencionó Meave de forma incrédula, devolviéndole la mirada.
Leon se lanzó contra el ente, su figura envuelta en una aura de luz. Los otros entes, alertados por su movimiento, se abalanzaron y Meave, con una agilidad sorprendente, esquivó los ataques y se unió a la lucha. Los gritos resonaban y el polvo se levantaba en el aire. El ente, mientras tanto, se deslizaba por las sombras, absorbiendo la energía de los otros entes caídos. Leon, sintiendo la creciente amenaza, rugió y redobló sus esfuerzos. Sabía que si no detenían al ente ahora, sería demasiado tarde.
“¿Se están sacrificando?“, pensó Meave, el sudor resbalando por su frente. Con un movimiento rápido, juntó sus manos y las separó de golpe, -¡Estilo de sangre!- proclamó. Sus venas pulsando con una energía invocó una espada carmesí. La hoja carmesí brilló intensamente bajo la luz tenue, cortando el aire y al ente que la atacaba con un silbido amenazador. Luego con una sonora exhalación se lanzó hacia los entes, dejando a su paso un rastro de destrucción.
“Quiero ayudar”, pensó Pax, su corazón latiendo con fuerza, aunque veía que rápidamente se estaban abriendo paso y que Leon estaba cerca de alcanzarlo, pero pronto se percató que Leon se estaba tambaleando. Recordó las palabras de su mentor: “La transformación o aparición de un ser del bajo astral distorsiona tus sentidos, te hace perder el equilibrio y, a la mayoría de los onironautas, los fuerza a salir del mundo astral”.
“No tiene sentido, ¿cómo es que se transformó tan rápido? la transformación ha sido demasiado rápida, demasiado completa. No, no fue eso, desde que llegamos ya lo era pero no había iniciado su metamorfosis.“, Leon analizaba lo que pasaba mientras se sostenía sobre una rodilla en el suelo, por otro lado, los nervios de Meave se elevaron al ver a Leon arrodillado.
Sin dudarlo, la pelirroja voló hasta tener una buena visión y altura, tomó una postura firme, concentrando su energía en sus manos. Levantó uno de sus brazos, apuntando directamente al corazón del ente, mientras que el otro se extendía hacia atrás, como si estuviera dibujando un arco invisible en el aire. En la punta de sus dedos que apuntaban al ente, una esfera de energía roja emano de ella y comenzó a formarse, pulsando con una fuerza creciente. Meave lanzó la esfera, que se transformó en una flecha carmesí al salir disparada. La flecha atravesó el aire con una velocidad increíble, dejando a su paso un rastro de luz carmesí.
Pax, junto con la chica de la casa seguían observando la batalla desde el cubo, pensaron que justo con ese último ataque acabaría todo pero en un abrir y cerrar de ojos, vieron a aquel ser completamente cambiado, ya no solo era una sombra sin forma, ahora se reconocía un cuerpo.
Su piel, de un color negro azabache, surcada por venas que brillaban como gusanos luminosos, una columna vertebral que se curvaba de forma antinatural y , parecía estar hecha de un material viscoso que goteaba una sustancia negra y reluciente. Ojos abismales, tan grandes y vacíos, brillaban con una luz interna que parecía devorar la oscuridad. Sus extremidades, largas y desproporcionadas, terminaban en garras afiladas como cuchillas. Una boca desdentada, una hendidura que se extendía de oreja a oreja, se abría en un rugido sordo que sacudía el aire pero eso no era lo mas grave, ya que ese ser se encontraba ahora a escasos centímetros de Meave.
—¡No!— exclamó la chica junto a Pax, golpeando el cubo con fuerza.
Meave apenas pudo ver lo rápido que se había movido el ser y al haberla sorprendida con la guardia baja, simplemente pensó que no podría evitar el golpe y solo cerró los ojos con fuerza esperando el golpe pero eso nunca sucedió, en cambio, cuando los abrió estaba en un lugar completamente diferente, ahora en el suelo destruido.
“¿Pero qué ha...?” se preguntó Meave pero rápidamente se dio cuenta —¡LA TÉCNICA DE LEON!!
En cuanto se dio cuenta de ello, la pelirroja giró la cabeza hacia arriba rápidamente, Meave dirigió la mirada hacia dónde estaba antes y Leon se encontraba ahí, sosteniendo al ser de ambos brazos y también estaba con su pie en el torso del ser para alejarlo. El chico observó al ser con un ceño fruncido y, rápidamente dirigió su mirada hacia Pax, que lo miraba con una mirada expectante...

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