Bueno, aquí está otra carta que no me atrevo a enviar ¿Cuándo fue le día en que comencé esto? La verdad, no lo recuerdo, espera, creo que fue en ese verano. Sí, fue ahí. Había escuchado que era buena idea declarar los sentimientos con cartas y te hice una. Tú no lo sabes, pero aún está arrumbada en lo más profundo de un cajón de mi habitación. A pesar de ello, no lo sabrás, así como no sabrás de la carta número diecisiete, que es esta.

Me acostumbré a decirte todo por medio de cartas, aunque nunca te las he enviado; ya se ha hecho una costumbre para mí. La primera fue una confesión. Te escribí magníficamente todo mi sentir en esa carta. Es tan valiosa, yo no quiero entregarla nunca, me dolería si la rompieras o la botaras a la basura. No estoy lista para eso.

Me pregunto qué piensas el día de hoy. Me miraste por mucho tiempo, así que desearía saber qué es lo que piensas. Haces que mi corazón lata tan ruidosamente con una mirada. Sentía mis mejillas calientes, estoy segura de que me sonrojé. Últimamente me miras con frecuencia. Me confundes y no sé qué piensas, pero desearía saberlo.

No sabes cuantas veces me he roto las ilusiones tratando de mantener mi corazón tranquilo; no lo sabes, y tal vez nunca. No puedo negar que esto es un poco triste, pero estaré bien; siempre lo he estado a pesar de que aún no sabes nada. Solo te pido un favor: no me confundas.

Últimamente está actuando muy extraño, diferente a lo habitual; lo sé porque mi corazón se encuentra en una montaña rusa cuando está contigo. Antes, era tranquilo, latía con fuerza, pero siempre era igual hasta que te marchabas. Ahora es diferente, lo haces subir a los cielos y, luego, lo dejas caer bruscamente

¿Qué sucede?, ¿por qué haces eso? No quiero tener una esperanza que resulte ser falsa; detente, te lo ruego. Déjame quedarme en a la distancia observando a lo lejos. No te acerques a mí y confundas a mi corazón, no lo soportaría; me moriría de tristeza.

Quiero estar a tu lado, no lo niego, pero me aterra. Estoy aterrada. Te acercas a mí con una dulce sonrisa que agita a mi corazón estrepitosamente. Aunque, lo agradezco, pero me aterra el pensar que solo estoy teniendo una idea equivocada. Me aterra tomar tu mano y que nunca la hayas colocado. No quiero que todo haya sido solo porque mi corazón creyó que la extendiste para mí. Sé que sueno muy pesimista, pero no puedo evitarlo. Mi cabeza no puede dejar de pensar en esa posibilidad por más que lo intente.

A veces, realmente quisiera decirte esto a la cara, pero mi cobardía me lo impide; solo puedo huir. Si estuvieras frente a mí justo ahora, te diría que pares, que dejes de confundir a mi corazón. Te amo y, si tú me amaras, sería la persona más feliz del mundo; si no lo haces, no me lastimes. Mi corazón es frágil para soportar la herida de tu posible rechazo.

Ahora terminaré mi carta y te digo adiós. Estoy segura que mañana, al día siguiente, te escribiré otra cosa, porque, últimamente, eres tan confuso para mí. Me despido con la esperanza de que la próxima carta que te escriba sea una carta de agradecimiento, sí, una carta por amarme. No sé si eso pase algún día, pero espero que sea el caso. Si eso sucede… Quizá tengas la oportunidad de leer esto, algún día.

Amelie, quien no se atreve a decir te amo.