La lluvia es lo único que se escucha en todo este lugar. Solo escucho las gotas de lluvia cayendo al piso mientras ella dice algo. No puedo escucharla, solo puedo ver el movimiento de sus labios mientras escucho la lluvia. Intento descifrar sus palabras, pues no me atrevo a preguntarle directamente.
Ella me mira angustiada, pero estoy seguro que no más que yo. Yo permanezco en silencio tratando de descifrar que fue lo que sus labios pronunciaron. Sus ojos se ven tan cristalinos, llorará. Tomo su mano para intentar tranquilizarla.
No puedo evitar recargarme en su hombro con el deseo de que no me aparte. Siento como sus brazos me rodean de tal forma que siento su calor. Mi corazón palpita con tal fuerza mientras su aroma llega a mi nariz. Es un aroma dulce, cálido, reconfortante.
— ¿Me mas? — la escuché murmurar.
Su voz sonaba temblorosa como si tuviera miedo de preguntar. Quería mirarla a los ojos en ese momento, pero no podía hacerlo. Solamente la abrazaba con fuerza mientras ordenaba mis pensamientos.
— ¿Por qué no te amaría? — dije sin pensarlo.
Ella cortó su respiración mientras su cuerpo se ponía rígido; me preocupó tanto su reacción que me alejé de ella. Sus ojos se veían tan cristalinos que estoy seguro de que pronto llorará.
Se quedó en silencio mirándome como si quisiera descifrar algo que no comprendía. Yo solo me detuve a mirarla, ¡qué buscara todo lo que quiera!, realmente no me importaba. Tal vez le sonreí en ese momento para calmarla, pues mostraba una expresión complicada.
— Creí que me odiabas — su voz se fue apagando.
— No lo hago, nunca lo he hecho — la miré —. Sé que a veces puedes ser algo molesta, pero nunca te he odiado.
Me miraba fijamente cuando empezó a llorar. Sus lágrimas cayeron una a una resbalándose por sus mejillas. No tuve tiempo para reaccionar, solamente la abracé. Empecé a acariciar lentamente su espalda tratando de calmarla.
Pasaron los minutos, lo único que podía escuchar era el ruido de la lluvia. Las gotas caían con rapidez suficiente como para saber que la lluvia era fuerte. Ella seguía con su cara oculta en mi pecho; inmóvil, solo podía observar los débiles movimientos causados por su respiración. Lento, era tan lento que parecía haberse calmado.
El tiempo parecía haberse detenido o, al menos, esperaba que se detuviera en este momento exacto. Era tan pacifico que quería quedarme por siempre en este momento. La lluvia se había vuelto débil; siendo cada vez menos ruidosa hasta ser casi silenciosa.
En ese momento se alejó un poco de mí para verme. Le dirigí una débil sonrisa.
— Gracias.
— ¿Por qué?
— Por lo que dijiste antes.
— ¿Qué? — bromeé un poco con ella.
— Nada — dijo con una sonrisa.
Después de eso me miró un rato más y me besó. La lluvia caía suavemente en el momento en que me besó, podía escucharla. No es importante, pero lo recuerdo porque fue ese día en el que ella me dijo que me amaba. Fue ese día cuando dejamos de fingir que nos odiamos.
Luca

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