My mother used to tell me that being good or bad was a decision we all make several times throughout our lives. Even when circumstances were never in her favor, she always chose to be a good person: kind, caring, and full of love. I rarely saw her cry, and I rarely saw her angry. Her spirit was always strong for us, until the day she died.

I witnessed everything that night she was murdered. Even so, I don't remember much. Perhaps my brain blocked my memory to help me cope with what I experienced. I forgot almost everything, except how she picked me up and threw me out of the house through a window. I remember pain in my left leg, I remember crying and screaming for my father until I lost my voice. Then came the explosion. When I turned around, I saw the fire rise into the sky. I don't remember anything else.

My father chose to be evil, vengeful, and violent after that night. Not only toward my mother's murderers, but toward everyone around him. To him, we were all responsible for his pain. My brother bore the brunt of that decision. He was like my mother: protective, cheerful, smiling, and always by my side. Until the day he was killed too. Sometimes I wonder if death and misfortune seek out those who choose to be good first.

Fifteen years have passed since my mother's death and twelve since my brother's. But wherever I go, I carry them with me. I was able to salvage one of her necklaces. She said it was her favorite, although I don't think she actually liked it. It was a gift from us for one of her birthdays. She always wore it. I kept one of my brother's childhood drawings. He drew very well, in my opinion, although the tattoo artist wasn't very impressed with that design: a huge bird with its wings outstretched, or at least that's what I think. I tattooed him on my chest, and on each wing, his name: Nelrick on the left, Damala on the right.

I haven't heard from my father in eleven years. The last thing I heard was that he'd gotten into a fight at a bar in Sector 23. No one who chooses to be good goes there... but I went, looking for him. I walked from bar to bar, asking questions and avoiding trouble. But I couldn't find him.

Over time, I stopped thinking about him. And the need to know about his whereabouts and situation faded away. I don't have anything of his left; only the memories of when he was a good man. Of when he cared for us and protected us. I always thought my brother was his favorite; they went out together, had fun, and shared things I only observed. I only mentioned it to him once. He hugged me and assured me that was impossible. That he was just waiting for me to grow up so he could take me on all his adventures. Finally, I grew up... and he never came back.

Small fingers appear in front of my face.

- Why are you eating it?

- Mmmh? No, I'm not eating it, - I reply, taking the necklace from between my lips - Putting it in my mouth helps me concentrate.

- I thought it was chocolate.

- No, I smile. It's a normal necklace, a replica of a scalloped necklace. It belonged to my mom.

- Oh... my mom died when the house exploded. My dad and my brothers too.

- I'm so sorry. - Rummaging through my things, I pull out some pieces of chocolate-. Hey, do you want to some chocolate? who you're traveling with?

- With Mrs. Emma. She's taking care of us.

A deep voice comes from the speakers, drowning out the multiple conversations. The little girl's eyes widen as if she's seen a ghost, and she stumbles into the living room. She must have lost a leg in that explosion. Pieces of chocolate fall to the floor; I hurry to pick them up.

- Hey! Sit back down!

- I find myself with a gun pointed at me. Men and women guarding the ship begin to take up positions around the refugees, controlling the deck, the passageways, windows, and doors. Each soldier is responsible for five refugees.

- That chocolate belongs to the little girl. I'm just picking it up to give it to her.

- Sit down!

I put my hands behind my head as the soldier gathers the pieces of chocolate without taking his eyes off me. With a sudden movement, he throws them into the sea and continues pointing his gun at me, without saying a word.

<<For everyone's safety, we must cooperate with the military and the authorities. Please remain calm and wait your turn to be searched>> the voice continues through the loudspeakers. <<Children and the elderly will be searched first.>>

Would you keep reading? 

Why whould you keep reading? 

Spanish (original version)

Mi madre solía decirme que ser bueno o malo era una decisión que todos tomamos varias veces a lo largo de la vida. Incluso cuando las circunstancias nunca estuvieron a su favor, siempre decidió ser buena persona: amable, cariñosa y llena de amor. Pocas veces la vi llorar y pocas veces la vi molesta. Su espíritu siempre fue fuerte por nosotros, hasta el día que murió.

Fui testigo de todo aquella noche en la que fue asesinada. Aun así, recuerdo muy poco. Quizás mi mente bloqueó lo necesario para permitirme sobrellevar lo que viví. Solo conservo la imagen de cómo me levantó y me arrojó fuera de la casa. Un dolor agudo en mi pierna izquierda, recuerdo llorar y gritar por mi papá hasta quedarme sin voz. Luego, llegó la explosión. Al darme la vuelta, el fuego se elevaba hacia el cielo. Después de eso, nada.

Mi papá eligió ser malo, vengativo y violento después de esa noche. No solo contra los asesinos de mi madre, sino con todos a su alrededor. Para él, todos éramos culpables de su dolor. Mi hermano se llevó la peor parte de esa decisión. Él era como mi mamá: protector, alegre, sonriente y siempre a mi lado. Hasta el día que también lo mataron. A veces me pregunto si la muerte y las desgracias buscan primero a quienes deciden ser buenos. 

Han pasado quince años desde la muerte de mi madre y doce desde la de mi hermano. Pero, a donde sea que voy, los llevo conmigo. De ella pude rescatar uno de sus collares. Decía que era su favorito, aunque creo que en realidad no le gustaba. Era un regalo nuestro, por uno de sus cumpleaños. Siempre lo llevaba puesto. De mi hermano guardé uno de sus dibujos de la infancia. Dibujaba muy bien, en mi opinión, aunque a la tatuadora no le impresionó mucho aquel diseño: un ave enorme, con las alas extendidas, o al menos eso creo. Me lo tatué en el pecho, y en cada ala sus nombres: Nelrick en la izquierda, Damala en la derecha. 

No sé nada de mi padre desde hace once años. Lo último que escuché es que se había peleado en un bar del sector 23. Ninguna persona que decide ser buena va para allá... pero yo fui, a buscarlo. Caminé de bar en bar, haciendo preguntas y evitando problemas. Pero no logré hallarlo. 

Con el tiempo dejé de pensar en él. Y la necesidad de saber sobre su paradero y situación se fue desvaneciendo. No conservo nada suyo; solo los recuerdos de cuando era un buen hombre. De cuando nos cuidaba y protegía. Siempre pensé que mi hermano era su favorito; salían juntos, se divertían y compartían cosas que yo solo observaba.  Solo una vez se lo mencioné. Me abrazó y me aseguró que eso era imposible. Que sólo esperaba a que yo creciera para llevarme a todas sus aventuras. Finalmente crecí... y nunca volvió. 

Dedos pequeños aparecen frente a mi rostro.

- ¿Por qué te lo comes?

- ¿Mmmh? No, no me lo como - respondo, sacando el collar de entre mis labios -. Ponerlo en mi boca me ayuda a concentrarme. 

- Pensé que era de chocolate

- No -sonrío-. Es un collar normal, imitación de escaltina. Era de mi mamá.

- Ah... mi mamá murió cuando explotó la casa. También mi papá y mis hermanos.

- Lo lamento mucho -removiendo entre mis cosas saco algunos trozos de chocolate-. Mira, ¿quieres? ¿con quién estás viajando?

- Con la señora Emma. Ella nos cuida.

Una voz grave estalla por los parlantes, ahogando todas las demás conversaciones. La pequeña abre los ojos como si hubiera visto a un fantasma y retrocede, tambaleándose hacia la sala interior. Habría perdido una pierna en aquella explosión. Trozos de chocolate caen al piso; me apresuro a recogerlos.

- ¡Hey! ¡Vuelve a sentarte! - grita un soldado desde el otro extremo.

Me veo apuntado por un arma. Mi corazón se acelera y un escalofrío recorre a través de mi espalda. Los vigilantes del barco comienzan a tomar posiciones alrededor de los refugiados, controlando la cubierta, los pasillos, ventanas y puertas. Cada soldado es responsable de cinco refugiados.

- Ese chocolate es de la niña. Solo lo recojo para dárselo. 

- ¡Siéntate!

Obedezco. Coloco mis manos detrás de la nuca. Aquel soldado recoge los trozos de chocolate sin apartar la mirada. Con un brusco movimiento los arroja al mar y continúa apuntandome, sin decir una palabra. El frío recorre mis venas.

<<Para la seguridad de todos, debemos colaborar con el ejército y las autoridades. Por favor, guarden la calma y esperen su turno para ser requisados>>, continua la voz a través de los parlantes <<Niños y ancianos serán revisados primero>>