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Losers' Journey: Aetheria

El comienzo

El comienzo

Mar 07, 2025

Dentro de la habitación, el ruido de papeles revueltos y cajones cerrándose de golpe llenaba el ambiente. Era evidente que algo urgente estaba en marcha. De repente, una voz grave rompió el sonido constante de la búsqueda.

—¡¿Dónde demonios dejé ese maldito boleto?! —gruñó León, su tono cargado de frustración.

Rindiéndose momentáneamente, se dejó caer en la silla giratoria de su escritorio, dándole una vuelta completa mientras exhalaba con exasperación. Se reclinó hacia atrás, dejando que sus pensamientos divagaran, pero apenas cerró los ojos para calmarse, el sonido familiar de su teléfono vibrando sobre el escritorio lo trajo de vuelta.

León lo tomó sin prisa y deslizó el dedo para contestar. Justo antes de decir algo, alzó la vista por puro instinto y notó algo apenas visible en una repisa cercana: un sobre sobresalía levemente, llamando su atención.

Con un impulso repentino, se levantó de golpe, cruzó la habitación y alcanzó el sobre con una mezcla de alivio y auto-recriminación. Lo abrió apresuradamente y revisó su contenido.

—¿Hola? ¿¡Holaaa!? —se escuchaba la voz femenina del teléfono, mientras León estaba ocupado revisando el contenido del sobre. Finalmente, apoyó el celular en su hombro para sostenerlo contra su oreja.

—Sí, ¿qué pasa? —respondió León, aún distraído. —Ahí estás... —murmuró con un tono aliviado, sacando un boleto con un diseño dorado y negro. Su nombre estaba escrito con caligrafía elegante en una esquina.

Del otro lado de la línea, una voz conocida se escuchó.

—Soy yo... ehm, solo quería corroborar si ibas a llegar en la noche. —La voz femenina sonaba tímida, pero con un toque cálido.

—Sí, sí... Empezaba a pensar que no, pero ya encontré el boleto del avión. —León dejó escapar un suspiro de alivio.

—¿En la repisa?

León se quedó paralizado un segundo antes de abrir los ojos con sorpresa.

—¡¿Cómo sabías?! —exclamó con incredulidad, pero enseguida frunció el ceño como si algo encajara de repente—. Claro, te lo mencioné antes para no olvidarlo.

—Jo, olvidaste ambas cosas, como siempre. —La voz femenina adoptó un tono juguetón.

—Me dispararon en la cabeza hace unas horas, ¿me das un respiro? —replicó León, dejando escapar una risa ligera.

—Lo hago, por eso te llamé. Aunque, hablando en serio, creo que ya deberías irte. Se te hará tarde.

León sonrió para sí mismo antes de responder con un tono más suave.

—Claro, nos vemos allá, Meave.

Colgó el teléfono, se quedó mirando el boleto un momento más y lo guardó con cuidado en el bolsillo interno de su chaqueta. Luego, recogió sus últimas cosas, una mochila y una maleta, y salió de la habitación.

Un auto negro lo esperaba justo afuera, con el motor encendido. León se detuvo por un instante antes de abrir la puerta trasera y meterse con calma.

—Aeropuerto, por favor —dijo al conductor, recostándose en el asiento mientras miraba por la ventana, dejando que su mente vagara hacia lo que estaba por venir.

El viaje al aeropuerto fue tranquilo, un contraste con el torbellino de pensamientos que ocupaban la mente de Leon. Mientras abordaba el avión, no podía dejar de pensar en Pax y todo lo que había sucedido. Tres de las cosas más improbables habían ocurrido en cuestión de horas: la aparición de un ser del bajo astral, la entrega voluntaria de un onironauta al bajo astral, y la inquietante presencia de Hatman. Sabía que no era una simple coincidencia, pero aun así, no podía evitar sentirse culpable. Si no hubiera intervenido, Pax podría estar a salvo, pero Ariel probablemente habría muerto.

Durante el vuelo, Leon intentó planificar sus próximos pasos, pero el agotamiento finalmente lo venció, y se quedó dormido. El tiempo pasó rápidamente, y antes de darse cuenta, una azafata lo despertó amablemente.

—Señor, hemos llegado a nuestro destino —dijo la chica con una sonrisa cálida.

León caminó con pasos lentos, arrastrando los pies mientras su mente seguía atrapada en los eventos recientes. La sensación de haber fallado pesaba en su pecho, y aunque intentaba no darle demasiadas vueltas, las imágenes de Pax, Ariel y el Hatman lo perseguían. Apenas se percató de haber llegado al final del pabellón hasta que levantó la vista y la vio.

Allí estaba, en medio de la zona de espera, una figura inconfundible. La pelirroja buscaba con la mirada, claramente ansiosa, girando la cabeza de un lado a otro entre la multitud. León se detuvo en seco, dejando caer su maleta al suelo, sin preocuparse por el estruendo que causó.

Meave lo encontró en esos segundos. Sus ojos, llenos de emoción, se abrieron como platos al reconocerlo. Primero fue una sorpresa absoluta, pero esa expresión dio paso rápidamente a una sonrisa radiante mientras avanzaba con pasos pequeños.

Al principio, parecía tímida, como si dudara si correr hacia él. Pero el momento no pudo contenerse más. Meave echó a correr, cruzando la distancia entre ellos en un abrir y cerrar de ojos. Sin dudarlo, lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeándolo como si no quisiera dejarlo ir nunca más.

León, todavía un poco aturdido, tardó un momento en reaccionar. Pero finalmente, sus brazos se alzaron para corresponder el abrazo, rodeándola con firmeza. Una calidez familiar lo llenó, como si el peso que había cargado durante el vuelo se aligerara un poco.

—Te extrañé tanto... —susurró Meave con la voz quebrada, su rostro escondido contra su pecho.

León cerró los ojos, permitiéndose un respiro en aquel abrazo.

—Te quería dar la sorpresa… —dijo Meave, su voz amortiguada contra el pecho de Leon.

—Pretendía hacerlo también yo, pero te adelantaste —respondió Leon, apretando el abrazo antes de soltarla suavemente y sujetarla de los hombros.

—Es tan raro, pero familiar verte, solo que vestida de una manera diferente —comentó Leon con una sonrisa, mientras la examinaba con curiosidad.

Meave tenía el cabello recogido en una pequeña coleta, aunque los mechones del frente eran demasiado cortos para ser atados. Llevaba una blusa blanca con un escote visible, y aunque Leon no pretendía fijarse, era difícil no notarlo a primera vista. El cuerpo de Meave había sido bendecido por la genética, complementado por su evidente dedicación al trabajo físico. Sin embargo, lo que realmente captó su atención fue un pin en su chaqueta: una hamburguesa caricaturesca masticando a una persona, un detalle que le arrancó una sonrisa.

—¿Una hamburguesa que mastica gente? —comentó León, señalando el pin con una sonrisa ladeada. —Eso sí que es nuevo.

Meave rió suavemente, bajando la mirada por un momento. —Es un regalo de una amiga, decía que me representaba porque siempre tengo hambre y porque... bueno, ya sabes, soy un poco agresiva cuando me enojo.

León arqueó una ceja, fingiendo analizarla con seriedad. —Un poco agresiva, ¿eh? Diría que eso es subestimarte, pero bueno. —Ambos rieron, la tensión inicial disipándose poco a poco.

Luego de ello, sus ojos se desplazaron hacia los pantalones tipo baggy que llevaba, combinados con unos tenis de bota. Todo en su atuendo reflejaba una mezcla de estilo y comodidad. Mientras la observaba, Meave, de 1.66 metros de altura, lo miraba con la misma intensidad, sus ojos reflejando una mezcla de emociones.

Finalmente, Meave rompió el silencio —supongo que es como si fuera la primera vez que nos vemos, ¿no? —dijo, su tono revelando una mezcla de timidez y expectativa.

Leon asintió, sintiendo una conexión renovada con su amiga.

—Gracias, Meave. Por estar aquí.

Ella respondió con una pequeña sonrisa, pero no dijo nada. Simplemente lo tomó de la mano, entrelazando sus dedos, y lo guió hacia la salida del aeropuerto. —Ven, vamos. Hay mucho de qué hablar, y también te debo algo de comida decente después de ese vuelo.

León, siguiéndola sin protestar, dejó escapar una sonrisa de lado. Por primera vez en lo que parecían días, sintió que podía bajar un poco la guardia pero pronto dirigió su mirada a los ojos azules de Meave, notando que se veía más pálida de lo habitual y un poco cansada, un recordatorio silencioso de la intensa pelea de hace algunas horas. Sin embargo pensó en comentarlo despues.

—te quiero invitar a comer a mi lugar favorito —dijo, su tono animado mientras se dirigía hacia la salida.

Leon soltó una leve risa y la siguió, disfrutando de la ligereza del momento. Al llegar a su destino, se encontraron frente a un pequeño restaurante con una temática peculiar. Los cuadros de ovnis y los detalles paranormales le recordaban a las historias que alguna vez escuchó sobre encuentros y leyendas urbanas.

—Esto sí que es un toque único —respondió León con una sonrisa mientras se sentaban en una mesa cerca de una ventana que daba a la calle.

—¡Sí! Me fascina la temática, y siempre traen unos gorritos con un ovni sobre su cabeza —respondió Meave, su entusiasmo evidente. Levantó la mano para saludar a una chica que atendía otra mesa, su rostro iluminado por una alegría casi infantil. Leon miró por encima del hombro a la chica que se acercaba, y cuando sus miradas se cruzaron, notó una expresión de asombro en su rostro. Era como si hubiera reconocido algo en él, algo que iba más allá de lo visible.

La chica que atendía se acercó rápidamente, portando el famoso gorrito en su cabeza: un ovni hecho de papel plateado con luces diminutas que parpadeaban intermitentemente. León tuvo que contener la risa al verla, mientras Meave miraba expectante su reacción.

—¡Meave!¡Bienvenidos! —saludó la mesera con un tono animado, colocando dos menús frente a ellos. —Hoy tenemos un especial de “abducción al plato”, por si les interesa.


León arqueó una ceja y dejó escapar una ligera risa. —Definitivamente, este lugar es único.

Meave le lanzó una mirada triunfal. —¿Lo ves? Te dije que te iba a gustar.

La mesera sonrió, aparentemente acostumbrada a esa clase de reacciones pero seguía sosteniendo la mirada hacía Leon —¿Puedo traerles algo de beber mientras deciden?

Meave pidió un té helado con limón, mientras León optó por un refresco de cola.

—perdon que pregunte pero, Meave… ¿él también puede? —preguntó la chica, su voz cargada de curiosidad y un toque de admiración.

—Ahh, ¡ahí está! —Meave rió por lo bajo, apoyando las manos sobre la mesa para inclinarse un poco hacia adelante, sus ojos brillando con complicidad—. Ella es mágica también.

Leon, divertido por la situación, preguntó mientras echaba un vistazo a la chica, notando su cabello recogido en una coleta desordenada y un delantal con pequeños dibujos de ovnis.

—¿Tú la despertaste? —inquirió, su tono ligero pero interesado.

—No, ella misma lo ha hecho, ¡pero me reconoció cuando estaba del otro lado! —respondió Meave, su voz llena de entusiasmo y orgullo por su amiga.

El murmullo de las conversaciones y el tintineo de los cubiertos creaban una sinfonía de fondo que hacía que el lugar se sintiera vivo. En ese momento, un llamado resonó en el fondo: “¡Mesa 5!” La chica, Alex, volteó rápidamente hacia la voz, pero antes de irse, se presentó con una sonrisa cálida que iluminó su rostro.

—¡Un placer! Me llamo Alex, y de verdad, me encantaría platicar con ustedes mucho más, pero me llaman ahora —dijo, su voz llena de energía.

—¡Ah! Claro, por cierto, ¿podrías traer la pizza de siempre? —pidió Meave, su tono familiar y amistoso, como si estuviera hablando con una vieja amiga.

Alex no respondió con palabras, pero dedicó una sonrisa mientras asentía con la cabeza, asegurando que había entendido el pedido.

—Por cierto, ¿qué clase de pizza es “la de siempre”?— preguntó Leon

Alex rió mientras se cruzaba de brazos. —Ah, es una especialidad del lugar. Una base de queso con cuatro tipos diferentes, cubierta con una mezcla secreta de ingredientes que juro que no son extraterrestres… creo. —Hizo un gesto juguetón antes de continuar. Se alejó con pasos rápidos, su delantal ondeando ligeramente mientras se movía entre las mesas.

Leon observó la interacción con interés, sintiendo una conexión especial en el aire. El restaurante, con su atmósfera peculiar y sus personajes únicos, se sentía como un refugio donde lo extraordinario era parte de lo cotidiano.

Meave se encogió de hombros, todavía apoyada en la mesa. —Alex es especial, aunque creo que no lo entiende del todo aún. Me recordó un poco a mí cuando recién comencé a explorar el astral.

Leon asintió pensativo. —Es raro encontrar a alguien que haya cruzado y, además, reconozca a otro onironauta sin ayuda. —parece que te agrada —comentó Leon, recargando su mejilla en su mano mientras observaba a Meave con una sonrisa.

—Mucho, es muy divertida, ¿sabes? Anoche le dije que la vería, pero bueno, ya sabes, pasó todo eso —respondió Meave, su tono ligero pero con un trasfondo de cansancio.

Leon suspiró, su expresión volviéndose más seria. —Sí… ¿cómo sigues? Te miras cansada.

La pelirroja desvió la mirada por un momento, como si tratara de ocultar algo, antes de sonreír ligeramente. —Estoy bien, solo necesito descansar un poco. Y, bueno, compartir algo de tiempo contigo ayuda mucho más de lo que imaginas. —dijo la pelirroja, haciendo una pausa mientras miraba a su alrededor, como si buscara las palabras adecuadas —pero tienes que contarme todo, ¿cómo es que estabas con tu ex? ¿Y cómo es que es tan fuerte?

Leon suspiró y desvió la mirada por un momento antes de continuar. —Recuerdas cuando estábamos en la finca Blackwood con Agnes, ¿verdad? Fue ahí cuando Pax apareció.

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Johec Evans

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