El hospital tenía un olor clínico que se le había impregnado en la piel. A pesar de que ya no estaba conectado a ningún monitor ni tenía vendas visibles, Seiji se sentía como un paciente aún atrapado en una especie de limbo. Su mente se movía lento, como si estuviera nadando en una bruma espesa, pero su cuerpo seguía funcionando de manera automática.
El alta médica llegó con la misma formalidad impersonal con la que se lo habían notificado todo desde el incendio. Ningún gesto de compasión, ninguna palabra amable. No es que las esperara.
El detective Kaoru estaba ahí, esperándolo en la salida del hospital con los brazos cruzados y esa expresión de disgusto grabada en su rostro. A diferencia de Seiji, que llevaba la ropa sencilla que le habían proporcionado en el hospital, el alfa vestía su uniforme con la pulcritud de alguien que tomaba su trabajo demasiado en serio.
—Vamos —fue todo lo que dijo.
Seiji no respondió. Sus pasos eran ligeros pero carentes de dirección real. La sensación de desorientación lo envolvía con cada paso que daba hacia la salida. A pesar de que el aire fresco chocó contra su piel al cruzar la puerta del hospital, no sintió ningún alivio. La realidad exterior no le devolvió la sensación de libertad que esperaba.
Kaoru caminaba un poco detrás de él, vigilándolo como si esperara que Seiji saliera corriendo en cualquier momento. Como si fuera un criminal que intentaría escapar a la primera oportunidad.
—¿Tienes algún destino en mente o planeas deambular como un fantasma? —preguntó Kaoru con sarcasmo.
Seiji parpadeó, trayendo de vuelta su atención al presente. Se llevó una mano a la frente y soltó un suspiro leve.
—Un hotel. El más cercano está bien.
Kaoru no discutió. No era su problema dónde se quedara mientras no violara las restricciones. Tomaron un taxi en silencio. Seiji miraba por la ventana sin realmente ver nada. Su mente estaba demasiado saturada para enfocarse en los detalles del paisaje urbano que se deslizaba ante él. Sabía que el cansancio emocional lo estaba afectando, pero aún no podía permitirse procesarlo. No con Kaoru ahí. No con sus ojos clavados en él, buscando cualquier señal que lo hiciera ver más culpable.
Cuando llegaron al hotel, Seiji pagó con el poco dinero que tenía y recibió la llave de la habitación sin entusiasmo. Kaoru lo siguió, como una sombra molesta que no se despegaba de él.
Dentro de la habitación, Seiji dejó caer la bolsa con las pocas pertenencias que tenía y se sentó al borde de la cama. Su mirada vagó por el espacio reducido y sin personalidad del cuarto. Un lugar temporal, como todo en su vida últimamente.
—¿Qué? ¿Esperas que me fugue por la ventana? —murmuró con un deje de burla, notando que Kaoru seguía de pie cerca de la puerta, con los brazos cruzados y esa mirada afilada que no lo dejaba en paz.
—Solo aseguro que no hagas ninguna estupidez —respondió el alfa sin emoción.
Seiji cerró los ojos por un instante. La presión en su pecho aumentaba, pero no podía hacer nada al respecto. Su cuerpo le pedía liberar todo lo que contenía dentro, pero no podía hacerlo frente a Kaoru. No podía permitirse ni un solo momento de vulnerabilidad bajo su mirada. No cuando sabía que el alfa lo estaba esperando, listo para encontrar cualquier excusa para confirmar su propia teoría de que Seiji era un asesino.
El silencio entre ellos se alargó, incómodo y denso.
—Voy a darme un baño —dijo Seiji al fin, levantándose con calma. Era la única manera de estar solo, aunque fuera por unos minutos.
Kaoru no dijo nada. Solo observó mientras Seiji desaparecía en el baño y cerraba la puerta tras de sí.
Fue entonces, y solo entonces, cuando Seiji dejó escapar un tembloroso suspiro y apoyó ambas manos en el borde del lavamanos. Sus ojos encontraron su reflejo en el espejo empañado. Se veía cansado. Vacío. La presión contenida en su pecho era sofocante, pero no podía dejarse llevar. No todavía.
El sonido del agua corriendo fue lo único que rompió el silencio.
Comments (0)
See all