El agua caliente había perdido su efecto calmante hacía rato, pero Seiji aún permanecía bajo la ducha, dejando que las gotas golpearan su piel como si pudieran lavar todo lo que sentía dentro. Su cuerpo temblaba, pero no por el frío. Respiró hondo y cerró los ojos, tratando de encontrar un punto de equilibrio en medio del caos en el que se había convertido su vida.
Cuando finalmente decidió salir, se secó de manera metódica y se vistió con la ropa sencilla que había conseguido. Su reflejo en el espejo mostraba a alguien que apenas reconocía. A pesar de sus intentos de recomponerse, aún podía ver el enrojecimiento en sus ojos, la marca silenciosa de su debilidad momentánea.
Ajustó su expresión antes de abrir la puerta y regresar a la habitación. Allí estaba Kaoru, de pie, con la misma postura rígida y la mirada indiferente que parecía grabada en su rostro. No dijo nada, no hizo ningún comentario. Solo observó a Seiji con la misma frialdad de siempre.
El omega esbozó una sonrisa irónica, bajando la mirada momentáneamente mientras sacudía la cabeza con burla.
—Ya estoy acostumbrado a ese tipo de miradas. No te molestes en intentar intimidarme —soltó con tono sarcástico.
Kaoru ni siquiera parpadeó.
—No intento intimidarte. Solo te observo —respondió con sequedad.
Seiji se cruzó de brazos, sintiendo que su paciencia, ya desgastada, se quebraba un poco más.
—¿Observas? No, tú ya tienes tu veredicto. En tu cabeza, soy culpable, ¿cierto? —Seiji inclinó la cabeza con una expresión casi divertida, pero sus ojos ardían con furia contenida—. Qué conveniente para ti. No tienes que esforzarte en buscar otra respuesta cuando todo encaja tan bien en tu historia.
Kaoru soltó una risa breve, sin humor.
—No necesito una historia, Seiji. Solo los hechos. Y los hechos dicen que estabas en la casa cuando ocurrió el incendio. Los hechos dicen que tu padre era un hombre violento y que tú tenías motivos más que suficientes para querer verlo muerto. ¿Me equivoco?
El omega sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no desvió la mirada.
—¿Y qué hay de mi hermano? —preguntó con frialdad—. ¿O es que para ti él es intocable solo porque encaja mejor en el papel de la víctima perfecta?
Kaoru arqueó una ceja.
—Renji tenía una coartada sólida. Tú no. Tú estabas en la casa.
Seiji rió, esta vez sin molestarse en ocultar el veneno en su voz.
—Claro. Porque un alfa testificando a su favor lo convierte automáticamente en la verdad absoluta, ¿no? —dio un paso adelante, clavando sus ojos en los de Kaoru—. Qué fácil es ver solo lo que quieres ver.
Kaoru entrecerró los ojos, pero Seiji no le dio oportunidad de hablar antes de continuar.
—Me pasé toda la vida luchando para salir de esa casa. Trabajé, ahorré, me gradué con el único propósito de escapar. Y cuando por fin estaba por lograrlo , cuando estaba a punto de dejarlo todo atrás, lo pierdo todo en una sola noche. ¿Y me dices que fue porque yo lo planeé? —Su voz tembló levemente, pero no de tristeza, sino de rabia contenida—. ¿Crees que quemaría hasta el último centavo que tenía ahorrado para mi libertad solo para hacer justicia con mis propias manos? ¿Eso es lo que piensas?
Kaoru no se inmutó.
—La gente hace cosas irracionales cuando está al límite.
Seiji lo miró con incredulidad, luego sacudió la cabeza con una risa amarga.
—Tienes razón en algo, detective —pronunció el título con desprecio—. La gente hace cosas irracionales cuando está al límite. Como seguir respirando cuando todo en su vida se ha reducido a cenizas, verdaderamente buscan empujarme a mi limite no? quieren ver cuanto puedo soportar antes de hacerme cargo de todo no?
Kaoru se quedó en silencio por un momento, evaluando cada palabra, cada matiz en la voz de Seiji. Pero en lugar de suavizarse, su expresión solo se endureció más.
—No me importa lo que pienses de mí —dijo Seiji al final, dándole la espalda—. Pero si vas a acusarme, al menos hazlo con pruebas de verdad y no con suposiciones baratas.
El aire en la habitación se sintió denso. Por primera vez, Kaoru pareció analizarlo con algo más que frialdad. Pero aún no estaba dispuesto a ceder.
—Solo asegúrate de no darme más razones para sospechar de ti —advirtió antes de girarse y salir de la habitación, cerrando la puerta con firmeza tras de sí.
Seiji se quedó de pie, con el pulso acelerado y la rabia aún quemándole en el pecho. Pero a pesar de todo, sintió una pequeña satisfacción.
Si Kaoru quería verlo como el villano, al menos se aseguraría de que le costara hacerlo sin dudar.
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