— ¿Por qué no prefirió regresar en vez de cruzar esta riesgosa travesía? — dijo Tommy al momento de darle un plato de sopa a Selene.
— Porque es algo que tengo que hacer — dijo aceptando el plato de sopa —. No puedo simplemente dejar todo tirado por una experiencia.
— Te íbamos a matar — dijo Tommy algo contrariado.
— Es cierto, pero no son los primeros que lo intentan — lo miró —. Tal vez ya se ha vuelto un riesgo muy común para mí o solo quería un poco de adrenalina.
— Yo sigo creyendo que eres alguien muy inconsciente — dijo Antuan mientras miraba por la ventana.
— Por primera vez dices algo coherente — dijo Katari.
— ¿Qué no estabas de su lado? — lo miró confundido.
— No — respondió con demasiada sinceridad — me encargo de protegerla, pero no por eso debo de estar de acuerdo con ella en todo.
— Además de que los viajes serían un tanto aburridos si la persona solo escupe adulaciones sin sentido.
«Esta mujer es más extraña que las otras nobles» Gunter pensó mientras comía en silencio tranquilamente.
— ¿Y fue por eso que nos eligió? — dijo Antuan mostrándose interesado.
— No te des tanta importancia — Selene sonrió — simplemente me beneficiaba.
— ¿Puedo preguntar en qué? — dijo Tommy.
— Puedo evitar algunos problemas si el problema va conmigo.
Gunter volvió a mirarla por un largo rato hasta que ella le dio un vistazo. Continuaron con la cena sin ningún problema. Una vez terminada la cena, cada quien se fue a sus respectivas habitaciones.
Pasada la medianoche, Gunter se despertó para salir de la posada, siendo lo más sigiloso posible. La temperatura había disminuido bastante, pues el invierno comenzaba a acercarse en ese lugar.
— ¿Cuánto tiempo ha permanecido así? — dijo Selene.
— Pensé que estaría durmiendo.
— Creo que no puedo dormir — sonrió.
— …
— Creo que ha disminuido la temperatura.
— ¿Solo vino a quejarse del frío? — sin expresión alguna le colocó su capa a Selene.
— Noté que me estuvo observando durante la cena — volteó a verlo.
Gunter miró fijamente a Selene por unos instantes. Mantuvo su expresión seria y después solo se giró a ver el paisaje.
— Que fría respuesta.
— ¿Qué es lo que quiere? — volvió a mirarla.
— No lo sé — dio un paso más cerca de él — tal vez a usted.
— ¿Tomó? — la miró y frunció el ceño.
— No, solo le digo que me interesa — sonrió.
— Ahora entiendo porque le quitaron el trono — dijo mientras miraba en una dirección contraria a Selene.
— En realidad… Yo abdiqué.
Volvió a verla — Lo que sea que esté pensando deténgase.
— Me gustaría, pero creo que no podré — sonrió —. Así que le pido una oportunidad.
— No — dijo sin titubear — ahora regrese.
— ¿Por qué no puedo?
— ¿Siempre es así de insistente? — hizo una mueca.
— No, a menos que sea necesario o realmente desee algo.
Gunter volvió a mirarla directo a los ojos. Selene mantenía una sonrisa en su rostro, mientras esperaba pacientemente una posible respuesta.
«Es un fastidio» pensó al momento en el que él la vio sonreír.
— Supongamos que te doy un sí, ¿qué gano con eso?
— A mí — dijo con una sonrisa.
— Eso fue muy narcisista — dijo sin inmutarse.
— Lo sé, pero es algo que aprendí — dijo con una seguridad desbordante.
Gunter volvió a mirarla de arriba abajo y de abajo hacia arriba hasta quedar atrapado en sus ojos que mostraban una gran seguridad; eso les daba un toque similar a dos gemas aguamarinas.
«¿Cómo es posible?» pensó al momento de desviar la mirada en otra dirección.
— Hagamos un trato — dijo sin expresión.
— Te escucho — le dio una mirada astuta.
— Durante todo el viaje tratarás de hacerme cambiar de opinión.
— Lo haré — dijo de forma precipitada —. Si al final tu respuesta sigue siendo no, ya no te molestaré.
— Veamos si lo logras — murmuró.
— Haré mi mayor esfuerzo — lo miró con una gran seguridad.
Sonrió de una forma imperceptible y se acercó a Selene — No entiendo por qué la reina siempre quiere meterse a la boca del lobo.
— Quizá porque quiero domesticar a uno — le dio una mirada coqueta antes de irse.
Por una tan solo un segundo, la expresión seria e inquebrantable de Gunter mostró un poco de sorpresa. Selene soltó una ligera risa cuando percibió tal acción, se dio la vuelta y regresó a la habitación. Gunter, con cada paso que daba Selene, no dejaba de seguirla con la mirada.
«Esto es una locura» pensó al momento de recordar la ligera risa de Selene.

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