Después de un par de días, Selene se encontraba enfrente de las puertas del gran castillo de Orit; detrás de ella se encontraba Katari y justo al lado de él, se encontraba Gunter cubriendo su rostro con esa máscara que ella antes le había dado.
«Algo le preocupa»
Gunter pudo percibir una ligera preocupación en Selene. Era casi imperceptible, pero él la había notado. Se acercó un poco más a ella hasta que las manos de ambos rozaron. Esta acción sacó de sus pensamientos a Selene; se volteó a la derecha intentando buscar a la persona que la había sacado de sus pensamientos.
Unos ojos color verde se hicieron presentes frente a ella, imperturbables, como la primera vez que los vio. Nunca pensó que esos ojos la tranquilizarían ahora mismo y le hicieran formar una ligera sonrisa en el rostro. Respiró profundamente, y, de manera involuntaria, se recargó sobre el pecho de Gunter.
Por un momento, Gunter se volvió como una piedra ante la acción de Selene. Miró de reojo a Katari, el cual estaba mirando en otra dirección quien sabe qué. Gunter volvió a mirar a Selene y, con cautela, empezó a acariciar su cabeza hasta que su mano llegó a su cuello dejado al descubierto por esa coleta alta; el cual acariciaba ligeramente con las yemas de sus dedos.
«¿Qué estoy haciendo?» pensó mientras seguía acariciando ligeramente el cuello de Selene.
Entonces, paró de acariciarlo. Selene soltó un largo suspiro y se alejó de Gunter. Mostraba un rostro totalmente serio y unos ojos llenos de indiferencia. Caminó hasta los guardias presentes en las enormes puertas del castillo.
— Vengo a ver a su majestad — dijo mientras sacaba lo que parecía ser un pequeño pergamino.
El guardia tomó el pergamino enrollado y miró el sello estampado en este. Después, miró a Selene frente a él. Le pasó el pedazo de papel al otro guardia e inmediatamente ingresó al castillo. El primer guardia, miró a las dos personas detrás de Selene.
— ¿Vienen con usted?
— Por supuesto.
El silencio se hizo presente por largos minutos hasta que el segundo guardia regresó de forma apresurada. Tenía el rostro pálido como si hubiera visto algo aterrador.
— Pueden entrar… — hizo una reverencia — Alteza, su majestad dijo que descansen por hoy; hablarán mañana con él.
Selene miró de arriba abajo al guardia que palidecía del susto con una mirada que pasó de indiferente a fría, tratando de descifrar la expresión de aquel guardia que no hacía otra cosa más que ponerse nervioso. Después de un rato, una sonrisa victoriosa y astuta se formó en el rostro de Selene.
— Si eso es lo que su majestad quiere, entonces bien. Hablaré con su majestad mañana — dijo al momento de ingresar al castillo.
Katari y Gunter que permanecieron en silencio solo se limitaron a seguirla. Mientras cruzaban las puertas del castillo apareció una criada, la cual los llevó a sus habitaciones uno a uno hasta que dejó a Selene en la suya.
— Disculpe que los llevemos a sus habitaciones directamente, pero su majestad está algo indispuesto para recibir su llegada el día de hoy.
— Me imagino — dijo mostrando una sonrisa falsa en su rostro — dado que ya es muy tarde, pronto se ocultará el sol.
La criada mostró una expresión seria — Disculpe, tengo que retirarme — dijo por última vez dando una reverencia y alejándose de Selene.
Selene cerró la habitación y no pudo evitar soltar una ligera risita. Caminó en dirección a una puerta abriendo el baño de la habitación, el cual se encontraba totalmente pulcro, abrió la llave de la ducha dejando al agua pasar por los dedos de sus manos.
«¿Qué es lo que planeas ahora mismo?»
Pasaron un par de minutos después de darse una ducha. Selene se colocó una bata y se sentó en un pequeño sofá frente al pequeño balcón frente a ella. No mucho después tocaron la puerta.
— Alteza, ¿puedo pasar? — dijo una voz femenina.
— Adelante — respondió Selene.
Una sirvienta entró a la habitación trayendo consigo té y unos cuantos pastelillos, los cuales fueron cuidadosamente colocados en la mesita frente a Selene.
— Puedes retirarte — dijo Selene sin inmutarse.
La sirvienta solo hizo una reverencia y salió de la habitación cerrando la puerta. Selene permaneció en silencio asegurándose de que no hubiera nadie cerca de la habitación. Cuando parecía estar totalmente segura dijo:
— Sal.
De entre las sombras salió Gunter. No mucho después, se acercó a ella y se sentó justo en el sofá frente a ella. Solo eran separados por la mesita llena de bocadillos frente a ella.
— ¿Desde cuánto tiempo llevas ahí?
— …
Selene rio un poco ante el silencio de Gunter, recargando su rostro sobre su brazo; el cual se encontraba recargado en el reposabrazos del pequeño sofá. Con una sonrisa un tanto divertida, miraba a Gunter fijamente que mantenía su rostro serio y su mirada imperturbable.
Selene le echó un vistazo a la tetera frente a ella y se sirvió té en la taza con la que venía acompañada. Gunter miraba en silencio cada uno de los movimientos de Selene sin apartar la vista ni un solo momento.
— Veamos el festín que ha preparado — murmuró —. Traes contigo… — miró a Gunter.
Gunter sacó envuelta en un trapo algo que parecía ser similar a una aguja de plata; sin embargo, esta tenía una piedra color blanco en una de los extremos, mientras que del lado contrario mantenía su forma puntiaguda. Selene tomó dicho artefacto y lo colocó sobre la taza de té. En ese mismo instante, la piedra que antes era color blanco, se había tornado de un color negro como la obsidiana. Ante tal respuesta, Selene mostró una sonrisa astuta al mismo tiempo que sacaba aquel artefacto y lo limpiaba con el trapo que venía envuelto, volviendo a la piedra nuevamente en color blanco.
— Sabía que esto tendría veneno, pero esta cantidad ya es exagerada — dijo mientras colocaba el artefacto en un panecillo — ¿Me pregunto que está libre de él?
— No te arriesgues a comer algo de aquí — dijo Gunter.
— No lo haré — le sonrió enormemente.
— Me quedaré contigo.
Selene levantó la vista hacia él — ¿Por qué?
— Es peligroso — dijo mientras miraba en una dirección contraria a Selene.
Selene permaneció en silencio observando a Gunter. Entonces, una dulce sonrisa se hizo presente en su rostro. Después, regresó su mirada a los bocadillos en la mesa y dijo:
— Está bien, sé mi guardián esta noche.

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