A la mañana siguiente Selene se encontraba a punto de entrar al salón del trono cuando Katari dijo:
— Me quedaré afuera, entre con Gunter.
— ¿A qué debo esa petición? — lo miró un poco extrañada.
— Creo que es lo mejor — dijo sin intención de decir más.
Selene percibió esto y se acercó a él dándole un pequeño saco.
— De acuerdo, cuida esto muy bien.
Katari asintió levemente y guardó el pequeño saco consigo. Selene miró a Gunter quien detrás de aquella máscara mostraba un rostro totalmente imperturbable. Después, mostrando una sonrisa llena de frialdad entró al salón del trono.
Cuando ingresó al salón, un hombre joven de cabello rubio, similar al blanco, se encontraba sentado en el trono. Él era de apariencia majestuosa, tenía la piel extremadamente pálida, sus ojos eran verdes como el jade que estaban llenos de frialdad, acompañados con un semblante totalmente serio. Quizá por eso el salón estaba vacío ante el miedo que podía dar dicho personaje.
Selene, al ver la expresión de dicha persona, no hizo otra cosa más que sonreír enormemente; eso hizo que aquel hombre le lanzara una mirada llena de rabia.
— Iren — dijo Selene sin borrar la enorme sonrisa de su rostro.
— Selene Arche — masculló — sígueme — dijo mientras ingresaba a otra habitación.
Selene le dio un vistazo a Gunter, quien permanecía detrás de ella. Después, siguió a Iren dentro de la habitación. Gunter, sin emitir ningún sonido, entró detrás de ella.
Cuando entraron a esa pequeña habitación, Iren se encontraba sentado frente a ella. La puerta se cerró a sus espaldas y Selene no tuvo otra opción más que sentarse en el sofá frente a Iren. Gunter permaneció parado detrás de Selene.
— Romperemos el trato que tenemos con Orit — dijo Selene.
— ¿Qué está diciendo? — dijo manteniendo una expresión neutral.
— Lo que escuchó — respondió Selene sin inmutarse.
— Ja, me parece que está siendo muy caprichosa el día de hoy — mostró una ligera sonrisa.
— En absoluto.
— Princesa, le recuerdo que usted no tiene la capacidad de tomar decisiones como esa — dijo al tiempo que su sonrisa cambiaba por una expresión seria.
— No, parece que es usted quien no está entendiendo — dijo mostrando una expresión relajada —. Vamos a romper el trato con Orit — con una mirada fría —. No estamos negociando, lo vamos a romper — sonrió con astucia —. Cree que no sabemos lo que estás haciendo en Thea.
Iren tensó su mandíbula cuando vio que Selene colocó unos documentos sobre la mesa.
— ¿Qué les prometió? — lo miró directo a los ojos con frialdad — ¿La mitad de Deva?... ¿O fue un trato con Nirelle?
— ¿Qué está insinuando? — se mostraba molesto.
— Nada, por supuesto — sonreía con astucia — solo estoy diciendo lo que usted no va a admitir ¿Quiere que continúe? — sonrió de forma descarada.
— Cierra la boca — dijo mostrando una mirada asesina —. No voy permitir que sigas con esta calumnia — la miró fijamente — ¿Realmente ha caído tan bajo princesa? — la miró con desprecio.
Selene hizo una seña indicándole a Gunter que se detuviera de cualquier cosa que él intentara hacer.
— ¿Caer bajo? — sonrió con ironía —, debería de ser usted quien se responda esa pregunta — su sonrisa al igual que sus ojos se volvían fríos y tenían un brillo despiadado —. Si quería evitarse supuestas calumnias hubiese roto nuestro trato, no tenía por qué mandar a asesinarme o pedir que envenenaran mi comida — se acercó a él —. No entiendo por qué sigue haciendo esto siempre actuando a escondidas peor que vil rata.
— ¿Me está amenazando? — trataba de ocultar su obvio disgusto.
— Por supuesto que no — volvió a mantener su postura recta y tranquila.
Antes de que alguno de los dos continuara con su charla, la puerta se abrió de manera estrepitosa haciendo que todos volteara en dirección a la puerta. En ese mismo instante apareció una joven que estaba alrededor de los quince años, de apariencia frágil, cabello blanco, piel pálida y ojos del color del jade claro.
— Inara — dijo Iren al verla — ¿Qué haces aquí?, deberías de estar en tu habitación.
Inara ignoró las palabras de Iren, permaneció en silencio y su mirada se dirigió a Selene y, después, a Gunter. La mirada de Inara era fría y perdida. Su mirada se veía totalmente vacía, sin vida, como si frente a ellos hubiera solo una muñeca.
— No sabía que mi hermano tenía visitas — dijo con un tono tranquilo y una voz calmada.
— Vuelve a tu habitación — respondió Iren con un tono seco.
— Disculpen — dijo Inara haciendo una reverencia a Selene.
Selene permaneció en silencio observando a Inara hasta que desapareció de su vista. Después, volvió a ver a Iren, quien parecía soltar un suspiro con fastidio.
— Discúlpenla — respondió Iren —. No es consciente de sus acciones desde aquel incidente en el que, por desgracia, quedó ciega.
«¿Ciega?» Gunter pensó incrédulo mientras observaba a Iren en silencio.
— No se preocupe por eso — dijo Selene — de todos modos, tengo que partir ya — lo miró fijamente —. Después de todo… Yo solo vine a decirle que el trato está roto y a advertirle que deje de hacer lo que sea que intenta — se levantó del sofá y caminó en dirección a la salida —. Hasta luego, majestad — dijo mostrando unos ojos llenos de indiferencia.

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