Al salir el sol continuaron por su paso en Kader, días y noches. Solo descansaban en ciertos días para apresurar lo más pronto posible la llegada de Selene a Deva. Desde entonces, la distancia de Selene y Gunter es tan perceptible como para cortarla. Una mirada tranquila volvió a ser fría; al mismo tiempo, una mirada magnética que ocultaba un brillo, se había vuelto totalmente indiferente.
Cruzaron Kader en el frío invierno. La nieve estaba presente incluso cuando ya era el final del mismo. A su camino siempre se encontraban con unos cuantos asesinos en busca de recompensa, así era su trayecto hasta que estaban a punto de llegar a Deva; en donde, de manera inesperada, el grupo era mucho mayor al esperado.
Justo cuando el sol empezaba a meterse, en su camino aparecieron una gran cantidad de asesinos dispuestos a cumplir con su objetivo. Rápidamente, todos sacaron sus armas para luchar y deshacerse de los mismos; a diferencia de otras veces, los superaban en número. Se enfrentaron uno a uno hasta que parecía no quedar nadie. Sin embargo, hubo a alguien a quien no había notado: un arquero.
El arquero a la distancia se dispuso a disparar a quien era su objetivo, Selene. La flecha avanzó con velocidad siendo prácticamente imposible detenerla. Entonces, fue clavada en el pecho, tan cerca del corazón.
Cuando Selene reaccionó, unos brazos la rodeaban fuertemente. Levantó la vista y estaba frente a unos ojos verde esmeralda, los cuales eran tan tranquilos como ella recordaba. Entonces, se dio cuenta; la flecha estaba clavada en el pecho, tan cerca del corazón de Gunter, impidiendo que fuera ella quien recibiera esa flecha.
— ¡Llévatela de aquí! — dijo Gunter antes de perder la conciencia.
Katari tomó del brazo a Selene subiéndola al caballo en el que él se encontraba. Él tomó las riendas del caballo y se fue a toda velocidad. La mirada de Selene no pudo evitar mirar atrás mientras el caballo galopaba con fuerza entrando a las tierras de Deva.
Mientras el viento rozaba su cara y se acercaban cada vez más al palacio, de manera sorpresiva, sus lágrimas brotaban sin descanso; por más que las obligara a detenerse, no hacía más que salir. Sus lágrimas brotaban con amargura mientras el viento golpeaba su cara. La última mirada de Gunter se hacía presente en su memoria y no hacía otra cosa que rasgar dolorosamente su corazón, mismo que por primera vez se había dado cuenta de que había sido demasiado tarde. Ella ya lo amaba demasiado.

Comments (0)
See all