Después de largas horas sin poder dormir, Selene salió de su habitación. Era de madrugada cuando ella recorría los largos pasillos del palacio en total oscuridad; apenas y la luz de la luna alcanzaba a alumbrarlos. Caminó hasta llegar a un balcón.
Se recargó sobre el barandal mirando al horizonte, o eso lo que parecía; cualquiera que pasara por ahí pensaría que miraba a la distancia el paisaje, pero, en realidad, su mirada estaba vacía. Ella se encontraba perdida en sus pensamientos, en un último recuerdo que no paraba de atormentarla, aunque ella quisiera olvidarlo.
Quería olvidar todo, pero, cada vez que cerraba los ojos, lo primero que venía a su mente era ese recuerdo. Había dejado de llorar hace muchas horas, pues, aunque quisiera, no tenía más lágrimas. Se sentía cansada de esto. Quería seguir como si no hubiera pasado nada, pero el corazón le obligaba a recordar ese dolor.
No sabe cuánto tiempo pasó en ese balcón; ha perdido la noción del tiempo, pero parece que pronto amanecerá. Los rayos del sol empiezan a pasar por su mirada cuando una flecha llega hasta donde está ella.
Selene toma la flecha y la reconoce en un instante. Por un instante, su rostro muestra amargura, pero descubre que la flecha tiene una nota. Sin embargo, cuando está a punto de verla, nota que alguien se empieza a acercar a ella; entonces, esconde ese trozo de papel y finge mirar el amanecer.
Selene percibe la mirada de alguien por unos instantes y decide voltear a ver. Enfrente de ella se encontraba una chica con el cabello largo y ondulado, era de color negro. Su piel era clara. Sus facciones eran finas y delicadas. Tenía una apariencia hermosa y cualquiera podría pensar que era una aparición, parecía como sacada de algún cuento. Pero, a pesar de todo, lo que más destacaban eran sus ojos color violeta, los cuales, cuando los rayos del sol se reflejaban en ellos, parecían como el mismo amanecer.
«Aquella chica… ¿Amira?» pensó Selene en cuanto la vio.
Era como si estuviera totalmente segura de que la persona frente a ella era la misma de la que hablaba su hermano. La miró por un rato; estaba a punto de hablar, pero no salió nada de su boca, solo calló. En ese instante, notó que ya estaba amaneciendo. Luego, volvió a mirar a aquella chica una vez más.
«Debe de ser ella» pensó al verla por segunda ocasión.
Amira lucía nerviosa ante Selene; a pesar de ello, de manera repentina, mostró una gran sonrisa, grande y cálida. Además, sus ojos mostraban un brillo hermoso. Muchos pensarían que esto es como un abrazo al corazón, pero a Selene le trajo sorpresa y amargura.
«De seguro recordó a alguien a quien ama» no pudo evitar pensarlo al verla. Soltó un suspiro y dijo:
— Tu eres Amira, ¿no es así?
Por un momento Amira la miró con sorpresa, aunque después asintió con la cabeza rápidamente.
— ¿Cómo…
— ¿Qué cómo lo sé? — la interrumpió y sonrió muy levemente — Desde que llegué, lo único que he escuchado es a las sirvientas chismear sobre el romance de la misteriosa señorita y el rey.
— Es absurdo, ¿por qué dirían algo como eso? — Amira la miró fijamente —. Dijiste que acababas de llegar, entonces… ¿Tú eres Selene?
«Parece que ya sabías de mi» una expresión de sorpresa se formó por unos muy breves instantes en su rostro.
— Supongo que tendrían muchos motivos para hacerlo, como por ejemplo… Tu tono de familiaridad — la miró directamente a los ojos.
— Sería una tontería que se armara tal cosa por ello — dijo despreocupadamente y, al mismo tiempo, algo confundida.
— Quizá tengas razón… — se recargó un poco más sobre la barandilla del balcón ocultando la flecha — Pero —un recuerdo cruzó por su mente — cualquier error inútil puede causar un gran problema — Selene dijo más para sí misma que para Amira.
Cuando los recuerdos vinieron nuevamente a la mente de Selene no pudo evitar amargarse. Esto fue aún peor al haber recordado la expresión de Amira hace tan solo unos instantes. Odiaba eso. No tenía los ánimos para hablar con nadie más por ahora; solo quería estar sola, alejada de todo el mundo.
Volvió a mirar a Amira, quien la miraba fijamente por un gran rato; entonces le dijo:
— ¿No te piensas ir?
— ¿Perdón? — respondió confundida.
— Dudo mucho que quieras decirme algo, ¿o me equivoco? — la miró fijamente. «No tienes que desquitarte por ella, no es culpable de tu error» pensó y soltó un suspiro —. Olvídalo, últimamente estoy teniendo problemas para dormir… Disculpa mi descortesía.
Sin permitirle a Amira poder contestar, se alejó a toda prisa del balcón para ir a su habitación. En cuanto cerró la puerta de esta, quitó la nota que tenía la flecha que antes había escondido y la leyó.
No debería de haber enviado esto, pero tenía que hacerlo a pesar de las amenazas. Estamos bien. Nos encontramos con un médico en Noir. No sé si despierte, pero su corazón aún late.
Atte: Tom.
Al terminar de leer aquella nota, Selene se derrumbó. Toda la fuerza de sus piernas se había perdido, por lo que cayó al suelo. El aire que respiraba le hacía falta, haciendo que diera grandes bocanadas de aire para intentar respirar.
Como si hubiera cargado un gran peso en todo este tiempo, Selene sentía que una gran carga había desaparecido. Se sentía aliviada, realmente estaba aliviada. Sus lágrimas querían brotar nuevamente, pero, a diferencia de antes, estas no eran de tristeza ni amargura. No quería emocionarse, pero su corazón le albergaba grandes esperanzas.

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