Por fin, el silencio vuelve.
La médica se toma un segundo para soltar aire. Recupera el control de la situación y se acerca sin perder tiempo.
—Déjame ver.
Me toma la muñeca y levanta mi mano, evaluando con una mirada rápida.
—Tengo que hacer presión un momento —advierte.
En cuanto la gasa toca mi piel, el dolor es inmediato. Una punzada aguda que me hace apretar los dientes.
Siento cómo la herida pulsa bajo la tela.
—Sujétala aquí y aprieta un poco —dice, guiando mi otra mano hacia el punto exacto—. Ayudará a contener el sangrado.
La observo mientras prepara el material, moviéndose por la sala con una naturalidad que parece innata. Acerca un taburete con ruedas y se sienta frente a mí, ajustando la altura con un gesto breve. Entonces me mira.
—¿Puedes mover los dedos?
Lo intento. Duele, pero consigo flexionarlos. Levanto la vista para contestar, pero ella ya está observando cada movimiento.
—Parece que no hay daño en los tendones.
Retira con cuidado la gasa para revisar el corte.
Ya no sangra tanto como antes.
—Esto va a escocer un poco.
Me dedica una breve mirada antes de volver a concentrarse y vierte el líquido de una botellita sobre la herida. El frío arrastra la sangre, y el ardor llega en una oleada aguda que me recorre el brazo.
Sus manos se mueven con una seguridad que me resulta tranquilizadora, como si, a través de sus gestos, la normalidad volviese poco a poco.
—¿Cómo lo haces? —murmuro, casi sin darme cuenta—. Quiero decir... mantener la calma después de algo así.
—Trabajo en urgencias —responde con naturalidad—. Allí pasa de todo. Supongo que me he acostumbrado.
Tiene sentido y, sin embargo, algo me dice que esto no ha sido como cualquier otro día.
Mi atención vuelve a centrarse en su trabajo. En la manera en que cuida cada detalle, como si pudiese alcanzar algo que no está a simple vista.
—¿Puedo saber tu nombre? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.
—Tae-han.
No levanta la vista de lo que está haciendo al principio pero, cuando se presenta, lo hace mirándome directamente.
—Yoon Seol-hwa —dice, con una leve inclinación de cabeza.
Sus ojos se detienen en mi rostro durante un instante más largo de lo normal.
—¿Viniste al hospital como paciente?
Por un momento pensé que me había reconocido, pero su expresión solo muestra preocupación.
Me doy cuenta de que estoy sudando ligeramente, por la adrenalina, la tensión y todo lo que acaba de pasar.
Niego suavemente con la cabeza.
—No. Me acabo de mudar a la ciudad. Venía a hacer unos trámites.
Ella parpadea, sorprendida.
—Vaya… —murmura. Después añade, con un suspiro leve, como si el peso del día la alcanzara de golpe—. Menuda bienvenida. Lo siento.
—No te preocupes —respondo con calma.
Lo último que quiero es que se sienta responsable por esto. Pero su mandíbula se tensa un poco.
—No es culpa tuya. No tienes que disculparte.
Alza la mirada. No responde, pero creo que entiende lo que intento hacer.
Al cabo de unos segundos, sin dejar de trabajar en mi mano, pregunta:
—Y… ¿viniste por trabajo? ¿O tienes familia en Donghae?
—No. Solo necesitaba un cambio.
Ella asiente con suavidad. Tira el material usado y toma una jeringa que ya tenía preparada.
—Voy a anestesiar la zona antes de suturar.
El pinchazo es breve. Después de unos segundos, siento el hilo atravesar mi piel. Es una sensación extraña, pero sin dolor.
Mientras cose la herida, decido preguntar:
—Antes… mencionaste su nombre —empiezo a decir, sin poder ocultar del todo la curiosidad—. Ho-sik. ¿Lo conocías?
Sus manos no se detienen, pero el ritmo cambia. Inhala suavemente, evaluando si responder o no. Entonces suelta el aire.
—Sí —hace una pausa breve—. Estuvimos juntos hace tiempo.
Lo dice con una serenidad que no viene de la indiferencia.
—Era buena persona… o eso creía. Había partes de su vida que no conocía. Cosas que no pude dejar pasar.
Me dedica una mirada fugaz, pero suficiente.
—Cuando le dije que no podíamos seguir juntos… no supo aceptarlo.
Sus palabras caen con un peso distinto. No hay rabia, solo una certeza que parece llevar consigo desde hace demasiado tiempo.
Estoy tan centrado en lo que dice que apenas noto cuando empieza a vendarme la mano.
—Te llevará unos días recuperarte, así que procura darle reposo.
Asiento, probando a mover los dedos levemente.
—En cualquier caso, deberías volver en una semana, para que te revisen la herida y quitar los puntos si todo evoluciona bien.
Me ha mirado un par de veces con curiosidad, pero no me incomoda. No parece juzgarme.
—Lo haré —digo, incorporándome.

Comments (0)
See all