Más días pasaron desde que Tommy vino a su habitación para decirle que Gunter estaba vivo. Todos los días miraba por la ventana con la esperanza de que llegara a ella una nota o Tommy le dijera personalmente.
Los días se hacían largos dentro de su habitación. A pesar de ello, prefería quedarse en ella. No quería que en algún momento llegara una noticia y que ella no estuviera.
Era una mañana de primavera realmente cálida, Selene miraba por la ventana. Entonces, sin querer sus ojos notaron a Antuan. Ante eso, lo ayudó a entrar a la habitación. Antuan miró a su alrededor y luego miró a Selene.
— Tommy tenía razón, te ves terrible — dijo con una gran sonrisa.
— Pareces muy divertido.
— No puedo evitarlo — sonrió descaradamente — Es sorprendente — la miró fijamente — ¿Dónde quedó la odiosa mujer que conocí? — sonrió con burla.
«Imbécil» pensó Selene mientras lo miraba con una expresión seria.
— Sé lo que estás pensando y no me importa — se sentó en la cama — ¿Sabes?, dejé a un ángel solo para ver lo mal que estabas.
— ¿Ya acabaste? — lo miró molesta.
— Toma — le dio una carta — me pidieron que te diera esto. Léelo cuando me vaya — la miró —. No quiero tener que estar si lloras de nuevo.
— ¿De nuevo? — lo miró.
— Es obvio, tienes los ojos hinchados de que lloraste no sé cuántas veces — la mira fijamente —. Y también tienes unas ojeras que parecen decirle al mundo que no duermes mucho.
— ¿Algo más que agregar? — arqueó una ceja.
— No — dijo con una sonrisa.
— Entonces adiós.
Antuan soltó una ligera risa y salió de la habitación por la ventana. En cuanto Selene notó de Antuan había desaparecido, abrió la carta y comenzó a leerla.
Nunca pensé que a la persona a la que le escribiría esto sería a ti. Después de todo, ya no tenemos nada el uno con el otro, tú misma fuiste quien lo decidió así.
Sin embargo, cuando desperté, lo primero que quería hacer era verte. Aún quiero verte, quiero hablar contigo y…
Deseo que la reina me permita hablar con ella o verla al menos una vez más. Si tan solo accede a mi petición. Deme una oportunidad para ir a su encuentro. Lo sabré en cuanto la oiga.
Atte: G.S.
Después de leerla, Selene atesoró la carta por unos instantes al mismo tiempo que una dulce sonrisa se formaba en su rostro. Luego, guardó la carta en un cajón con llave para que nadie pudiera leerla además de ella. Miró el listón color negro sobre el tocador. Una enorme sonrisa se formó en su rostro y salió de la habitación con ese listón en la mano.
En cuanto Selene salió de su habitación con gran alegría, lo primero con lo que se cruzaron sus ojos fue Tyler y Amira, quienes tenían una extraña e incómoda actitud.
«¿Qué acaba de pasar aquí?» Selene se preguntaba mientras los veía a ambos al tiempo que su sonrisa se iba desvaneciendo y mostraba algo de incomodidad. «No importa, no es mi problema» pensó mientras negaba con la cabeza. Después, soltó un largo suspiro y la sonrisa volvió a aparecer en su rostro.
— ¿Te ocurre algo? — Tyler preguntó más por cortesía que curiosidad al verla.
— No, ya estoy bien — Selene respondió mientras se ataba el cabello en una coleta alta con el listón negro— es solo que…
— ¿Qué?
Selene respiró profundamente — Quiero que organices algo en mi honor — respondió viendo a Tyler fijamente y con total seguridad.
— ¿Algo en tu honor? — la miró con extrañeza — Nunca habías pedido algo así, ¿por qué ahora…
— Soy consciente de ello — lo interrumpió — pero quiero que se haga una fiesta en mi honor — lo miró directo a los ojos —. Quiero que todos se enteren de mi regreso — prosiguió mostrando una gran seguridad y sin agachar nunca el rostro —. Quiero que invites a todos los nobles del reino, que sea un evento grande — recalcó.
— Sé que no me incumbe — dijo Amira — pero parece como si esperaras la llegada de alguien… — la miró fijamente.
— Por un momento olvidé que estabas aquí — dijo Selene viendo fijamente a Amira —. En realidad… Solo quiero mantenerme ocupada — soltó un suspiro —. Necesito despejar mi mente, si no lo hago de seguro pensaré en cualquier otra tontería — sonrió ligeramente.
— ¿Realmente quieres hacer eso? — la miró estando no muy convencido.
— Por supuesto — Selene dijo sin titubear —. Yo me encargaré de todo, solo necesito tu autorización.
— Si es lo que quieres… — soltó un leve suspiro dándose por vencido —. Habla con Débora de los detalles.
Una gran sonrisa apareció nuevamente en el rostro de Selene, para que, enseguida, se apresurara a ir con Débora para describirle con mayor detalle sobre aquella gran fiesta organizada a su nombre. Nadie comprendía ese repentino cambio de actitud; por ello, solo la dejarían hacer lo que deseara en ese momento. Nadie comprendía el porqué de su tristeza, ni de su alegría repentina, nadie, a excepción de aquella chica proveniente de ningún lado, Amira.

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