Después de aquella extraña desaparición, Selene continuó haciéndose cargo de todos los preparativos de aquel gran y llamativo evento. Fue de esa manera en la que rápidamente pasó un mes.

Selene vestía un largo y elegante vestido color azul marino de estraple, el cual estaba finamente decorado con piedras preciosas. Su cabello rubio estaba cuidadosamente peinado y colocado sobre él una sencilla tiara; la hacía destacar por todo el lugar, cualquiera que la viera la reconocería al instante. Desde el momento en el que ella se miró al espejo luciendo esto, sus nervios no hicieron otra cosa que hacerse más presentes. Hoy era el día que había esperado tantas veces.

Llegó el momento en el que todos los invitados se encontraban en el salón. La cantidad de gente era algo exagerada; lo suficiente como para escaparse sin darse cuenta. Selene no podía evitar mirar a la ventana ansiosa de que la persona que tanto espera al fin llegue.

Por un instante, miró a Tyler quien parecía totalmente perdido en sus pensamientos.

— ¿En qué piensas? — preguntó Selene

— En nada — Tyler respondió secamente.

— No te creo — dijo mientras trataba de mirar por la ventana del balcón.

— ¿Y tú? ¿qué haces mirando tanto por la ventana? — frunció el ceño.

— Nada, nada — Selene no pudo evitar manotear mientras miraba entretenida por la ventana.

— No estoy muy convencido — la miró con extrañeza.

— Como sea — habló sin quitar los ojos de la ventana.

Selene miraba por el ventanal embelesada, acercándose cada vez más a la ventana a su izquierda. La emoción se desbordaba por su rostro igual que sus nervios. Por más que quisiera, no podía esperar el momento en el que aquella persona apareciera. Esperó hasta que a la distancia pudo ver una silueta en la oscuridad.

— Tengo que irme — dijo de forma repentina —. Débora, hazte cargo de todo.

— Sí señorita Arche — dijo Débora asintiendo levemente.

— Ya te he dicho que me llames Selene.

— ¡¿Te irás Ahora!? — Tyler la miró algo sorprendido y confuso.

— Sí, ahora — dijo firmemente —. Necesito… — vaciló por un momento y miró en dirección a la ventana — Necesito un poco de aire fresco — sonrió con algo de nerviosismo y salió rápidamente.

Al salir del gran salón, Selene atravesó los pasillos del palacio con gran rapidez, uno a uno, hasta que salió al jardín de rosas blancas. Su corazón latía demasiado rápido y demasiado fuerte; lo hacía como nunca antes lo había hecho.

Estaba nerviosa, por un momento pensó en retroceder, pero sus pies no la obedecían haciéndole avanzar y adentrarse cada vez más en ese jardín de rosas. En medio de ese jardín se encontraba una persona que miraba en dirección al gran palacio; cubierto con una capucha negra, la cual impedía que alguien pudiese ver de quien se trataba. Sin embargo, el corazón e Selene dio un gran vuelco.

Aquella persona se volteó mirando en dirección a Selene. Cuando Selene lo miró, se quedó paralizada, incapaz de avanzar a él; incapaz de articular una palabra, solo se quedó totalmente quieta. La persona frente a ella era la que tanto había esperado, la misma con la que muchas ocasiones soñó con su mirada, aquella que siempre le llenaba de una gran calma. Frente a ella se encontraba un asesino, uno que había matado todo sentimiento de indiferencia en ella.

Gunter notó su reacción y una ligera sonrisa apareció por un segundo en su rostro. Se dio la vuelta completamente y empezó a acercarse a Selene con rapidez hasta que quedaron uno frente al otro. Selene, aun sin moverse, lo miraba fijamente, como si quisiera tratar de distinguir la realidad de un sueño. Soltó un leve suspiro e intentó sonreír para él mientras dijo:

— No deberías de estar aquí en Deva — su voz estuvo a punto de quebrarse — ¿Sabes el riesgo que corres aquí?

— Nunca pensé que la reina estaría tan preocupada por mí.

— Pues yo nunca pensé que te vería de nuevo — lo miró fijamente —. Después de todo, nuestro trato ya había terminado.

— Es cierto — la miró — usted volvió a Deva, tal como deseaba.

— ¿Y bien?

El silencio se hizo aún más presente en aquel jardín, pero, después de un tiempo, la ligera brisa trajo consigo la música proveniente de aquel evento en el gran salón. Gunter tomó la mano de Selene y se arrodilló frente a ella.

— Sé lo que había pensado y no me importa convertirme en la marioneta que usted pueda utilizar.

— No haré eso — lo miró —. No puedo hacer eso… Sabes que yo…

Las lágrimas de Selene estuvieron a punto de brotar, así que guardó silencio y solo lo observó. Gunter se puso de pie y limpió las lágrimas a punto de salir de Selene. La miró fijamente por un instante. Poco a poco se fue acercando hasta que besó sus labios. Selene correspondió a ese breve beso y, al momento de alejarse, lo miró fijamente.

— He cometido un error tan grande como tu — dijo acariciando su rostro —. Desde el momento en el que te dejé escapar no hubo momento en el que no pasaras por mi mente — Selene notó un brillo en sus ojos —. La reina me ha vuelto loco; me ha hecho perder la cabeza de tal manera que estoy dispuesto a entregarle mi propio corazón en un plato — Gunter dijo mirando sus ojos —. No me importa en lo que tenga que convertirme para estar a su lado, solo le ruego que no me aleje — la tomó por la cintura —. Aunque sea en esta noche bajo la luna, déjeme quedarme. Déjeme bailar a su lado — le susurró al oído.

Selene sonrió — Entonces baila conmigo esta noche — dijo sin dejar de verlo a los ojos —. Si aceptas mi petición, te amaré hasta que mi corazón deje de latir — acarició su rostro —. Pero, permanecerá oculto igual que un tesoro, ¿aun estarías dispuesto si lo único que te pido es amarme?

Gunter tomó la mano de Selene y besó el dorso de la misma — ¿Bailaría conmigo? — dijo mostrando una sonrisa en su rostro.

— Me encantaría — después lo besó.

La música se escuchaba a la distancia. En aquel jardín de rosas bajo la luna se encontraban bailando una pareja de amantes profesando su amor a la luna entre susurros y latidos del corazón; alejados de todo el mundo, sin importarles nada más que ellos en ese momento.

— No podía estar más tiempo sin verla — le susurró dulcemente al oído.

— Yo tampoco — sonrió — pero aun así… No debiste…— Selene lo miró a los ojos con detenimiento y sonrió nuevamente — Olvídalo.

Él la beso en la mejilla y sonrió diciendo — Sí… Mi reina.

Mientras la multitud se encontraba distraída con ese baile a media luna en el gran salón, dos amantes se encontraban en la oscuridad de la noche, hablando entre susurros o solo con miradas; profesaban su amor una y otra vez en la noche, cada latido o susurro que llevaba el viento hablaban por el amor que ellos trataban de ocultar de toda la gente.

Un amor que se mantenía oculto como un tesoro; protegido de todas aquellas miradas que quisieran codiciarlo. Solo estaban el uno cerca del otro en medio de un jardín de rosas blancas; tan cercano al ruidoso salón, pero tan alejado de él. Era como si hubiesen viajado a su propio mundo en el que egoístamente se encierran por esta noche.

“Aún no” dice el corazón de ella. “Déjame quedarme esta vez” dice el corazón de él. Un amor tan egoísta que no hace otra cosa que ocultarse de todos, solo guardándose para sí y codiciando aún más del otro. No le importa el riesgo, ni las consecuencias. Solo permanecen juntos, aferrándose mientras puedan antes de que amanezca y que todo vuelva a ser como antes.

En una noche de media luna, la música proveniente de un gran salón fue traída por el viento a un jardín de rosas blancas. En ese mismo jardín, bajo la luna se encontraban dos amantes ocultos de todo el mundo, profesando su amor mutuo. Se miraron el uno al otro. “Te amo” en un susurro unísono, dos corazones dijeron mientras esperaban la llegada del amanecer.