Sabía que volver a Seúl sería difícil. Debí imaginarlo.
Desde el momento en el que llegué a casa y me dijeron que mi madre ya casi nunca pasaba por allí, que se había mudado. Desde que llegué a su nuevo piso en el centro, estratégicamente cercano a la sede.
Y aun así, pensaba que esta vez podía ser diferente.
Hasta que apareció él.
Tardé poco en reconocerlo. Fue una de las figuras que se mantuvo cerca cuando ella asumió el liderazgo y se volcó por completo en preservar la imagen de la empresa.
Nam Hyeon-joon.
Un rostro habitual en reuniones, cenas, actos formales. Siempre en segundo plano, pero siempre presente. Tal vez destacaba por ser algo más joven que el resto, o por esa mirada que parecía estar siempre trabajando.
Ella no explicó nada. No hizo falta. Lo trató como parte natural del escenario.
El encuentro que había imaginado, íntimo y familiar, ya no existía. Se convirtió en algo más parecido a una comida de negocios que a otra cosa.
Hablaron de la empresa. De una fusión inminente con una reconocida firma europea. De expansión.
—Entendemos que necesitabas tiempo —dijo ella, con tono sereno—. Pero ahora que has vuelto…
En ese momento dejé de escuchar.
Lo decía como si lo hubiese permitido, como si pudieran impedírmelo.
Respiré hondo.
—No tengo intención de volver —dije, sin rodeos—. Me voy a Donghae. Quiero empezar una nueva vida allí.
Su expresión se tensó como si la hubiese insultado.
—¿Hasta cuándo vas a seguir eludiendo tus responsabilidades?
La frase cayó como una acusación hueca, vacía… pero igual de dolorosa.
Y no se detuvo ahí. Volvió a hablar de mi padre.
Del legado. De las expectativas. De cómo “él habría querido que…”
La corté, por primera vez, con la voz contenida pero firme.
Fue como una fractura en mitad de la escena.
Un límite claro.
No voy a dejar que me arrastre a esa dinámica otra vez.
Hyeon-joon intervino entonces, sin necesidad de alzar la voz.
Pocas veces he sentido tanta rabia, tanto desprecio por una persona, como por ese hombre en ese momento.
—Tu madre no se merece esto. No después de todo lo que ha hecho por ti. —Hizo una pausa breve—. Si puedes permitirte huir es porque otros sostienen el peso que dejaste caer, pero no confundas paciencia con aprobación.
Su atrevimiento. Su intento de manipularme, de reducirme. Como si no tuviera idea de todo lo que he hecho hasta ahora. Como si supiera algo de mí.
Lo intenté. Lo hice. Lo único que conseguí fue hundirme más, perderme poco a poco.
¿Por qué pienso en esto otra vez?
Dejo el móvil y me paso una mano por la cara.
Estoy agotado.
Recojo y me voy a la habitación.
La mochila sigue donde la dejé.
Busco algo de ropa para dormir y me acuesto.
Suspiro hondo, lento.
Hoy nada salió como esperaba pero, mañana…
Mañana empezaré a hacer de este lugar un hogar.
…
En algún momento de la noche, cuando el ruido distante del tráfico ya ha desaparecido por completo, algo me despierta.
La claridad se filtra a través de mis párpados.
Abro un poco los ojos, adormilado y desubicado.
La luz entra por mi ventana sin que nada se lo impida, desde un edificio justo en frente.
Dentro de un apartamento iluminado, una sombra se mueve.
La observo unos segundos, mientras mis ojos se cierran lentamente.

Comments (0)
See all