Please note that Tapas no longer supports Internet Explorer.
We recommend upgrading to the latest Microsoft Edge, Google Chrome, or Firefox.
Home
Comics
Novels
Community
Mature
More
Help Discord Forums Newsfeed Contact Merch Shop
Publish
Home
Comics
Novels
Community
Mature
More
Help Discord Forums Newsfeed Contact Merch Shop
__anonymous__
__anonymous__
0
  • Publish
  • Ink shop
  • Redeem code
  • Settings
  • Log out

El Espectro Negro [BL]

II.II. El despertar de un extraño.

II.II. El despertar de un extraño.

May 23, 2025

This content is intended for mature audiences for the following reasons.

  • •  Blood/Gore
Cancel Continue

Las semanas habían transcurrido en Arcelia, y, más pronto que tarde, la inesperada visita de un forastero fue perdiendo relevancia.

Era ya avanzada la tarde cuando una carreta jalada por un caballo se detuvo frente a la casa del doctor Salvador.

Varios hombres bajaron a los gritos, llamando la atención de quienes estaban cerca, incluido Rafael, que fumaba afuera. Algunos corrieron dentro del consultorio pidiendo por el doctor, mientras otros se mantenían sobre la carreta, intentando mover "algo".

Rafael tiró el cigarro al suelo y lo pisó, dispuesto a ir a avisarle a su jefe del alboroto, pero no fue necesario: tanto Noé como Giovanni ya se habían asomado por la ventana al escuchar el barullo.

—¿Ora qué traen? —preguntó Noé.

—Eso iba a ver —respondió Rafael, empezando a caminar con cautela, mientras Giovanni salía de la jefatura y Noé se quedaba en el umbral.

María salió corriendo pocos segundos después, limpiándose las manos en el delantal. Al ver la carreta, palideció horrorizada.

—¡No lo muevan! —gritó, y luego volvió corriendo al consultorio—. ¡Papá! —llamó a su padre.

Entonces, Giovanni aceleró el paso hasta alcanzar a Rafael. Al llegar a la carreta, lo vieron: era Don Benito, un hombre de mediana edad, recostado sobre una tabla sucia cubierta por un petate. Tenía un corte profundo atravesándole el pecho, cubierto con varios paños que intentaban detener la hemorragia.

—¿Qué pasó? —preguntó el alguacil. No alzó la voz, pero su tono grave y serio tenía un peso que imponía. No fue un grito, pero sonaba peligroso.

Los hombres se miraron entre sí, sin saber cómo explicar la situación.

—Fue con un machete —dijo uno, sin mirar al alguacil. Pero eso no respondía realmente la pregunta.

María regresó poco después empujando una cama con ruedas soldadas a las patas. La dejó en la entrada del consultorio y cruzó el patio corriendo.

—Necesito que lo carguen hasta la camilla.

—Rafa —llamó Giovanni.

Rafael entendió al instante. Giovanni subió de un salto a la carreta y levantó la tabla mientras Rafael la bajaba con cuidado. Ambos caminaron tan rápido como pudieron hasta la entrada del consultorio.

Se detuvieron junto a la camilla.

—María, sujeta la cama —ordenó Giovanni—. Rafa, a la cuenta de tres, sujeta solo el petate y suelta la tabla para acostarlo.

El joven asintió.

—Uno —empezó la cuenta, apoyando la tabla torpemente sobre su rodilla para sujetar los bordes del petate.

María sostuvo la camilla con firmeza, lista para que no se moviera en cuanto colocaran a Don Benito.

—Dos —continuó Giovanni, que ya tenía sujetas las puntas del petate sin soltar la tabla.

—¡Tres! —gritaron al mismo tiempo y soltaron la tabla.

El estruendo resonó en todo el patio mientras trataban de colocarlo sin zarandearlo demasiado.

—Ya está —dijo María, y empujó la camilla hacia el interior del consultorio.

El doctor Salvador, que ya tenía más de sesenta años y no era tan ágil como antes, se apresuró a examinar a Don Benito, mientras María lo asistía, limpiando la sangre para que su padre pudiera ver mejor la herida.

Una vez que Benito estuvo siendo atendido, Giovanni se volvió hacia los hombres que aún permanecían en el patio del consultorio, nerviosos, observando la escena sin atreverse a intervenir.

—¿Qué pasó? —insistió Giovanni.

Su voz era severa, y aunque intentaba mantener la calma, eso no evitó que los hombres se pusieran aún más tensos.

—Fue un accidente...

Habló por fin uno de los hombres, jugando con el pliegue de su camisa por los nervios.

—Explícate —pidió el alguacil, con un tono más duro que el anterior.

Pero esta vez, nadie habló. Giovanni inhaló profundo, buscando paciencia. Si no decían nada, era porque estaban involucrados... o tenían miedo.

—Esa herida no se ve nada prometedora —advirtió el alguacil—. Si Benito no la libra, ustedes van a ir presos por homicidio.

Todos levantaron la mirada, horrorizados. Ninguno de ellos quería terminar en la cárcel.

—Entonces, empecemos de nuevo. ¿Qué pasó?

—Benito y "el Cuajo" se pelearon a machetazos —explicó uno de los hombres—. Empezó como una riña pequeña, pero se empezaron a calentar y... ¡Rájatelas! "El Cuajo" se tropezó con un hoyo y pues... cuaj —hizo el sonido de una cuchilla mientras simulaba atravesar a alguien con un machete invisible.

Giovanni suspiró.

—¿Y dónde está ese "Cuajo"?

—Cuando vio que el Don no se levantaba y estaba sangrando, se peló —confesó otro de los hombres.

—¿Alguno de ustedes sabe cómo se llama ese tal "Cuajo" o dónde vive?

Asintieron, mirándose entre ellos.

—Bien. Rafa, llévatelos a la jefatura para que levanten la denuncia. Y dile a Noé que vaya a buscar al susodicho.

—Andando —dijo Rafael, escoltando a los hombres hacia la salida.

—Por su bien, más les vale que Don Benito la libre... o tendrán un asesino prófugo.

Pero la situación de Benito estaba lejos de ser optimista. El doctor se pasó una mano por el cabello blanco y negó con la cabeza.

—La herida es profunda. Podría haber daño interno... Esto está más allá de lo que puedo manejar.

María lo miró, horrorizada y con impotencia.

—¿Entonces... se va a morir? —preguntó en un susurro.

—Si no se le drena esa sangre, es posible que sí —admitió el doctor—. Y con este pulso ya no puedo arriesgarme a abrir más. Podría matarlo yo mismo.

—¿Y si yo lo hago? — preguntó María con la voz temblorosa.

El doctor se negó en rotundo. —Si yo puedo matarlo, tú definitivamente lo harías, no sabes cómo, aunque te guíe, es muy arriesgado.

—¡¿Entonces solo esperamos hasta que se muera?!

Salvador negó. —Dale morfina, al menos podemos minimizar su sufrimiento.

María palideció, pero, no era algo que no hubiera experimentado antes, eran médicos, no salva vidas, a veces podían hacer algo, y otras, no había nada que hacer, y en este caso, parecía que ya no se podía hacer nada.

No obstante, la puerta rechino al abrirse y de ella se asomó Nil, quien miraba de forma curiosa al señor en la camilla.

—No puedes estar aquí. — Advirtió Salvador.

Nil lo ignoro y camino hasta el hombre quien estaba inconsciente, con cuidado palpo el abdomen el hombre. —¡No hagas eso! — grito el doctor tratando de apartar a Nil del hombre, pero María lo detuvo.

—Papá, espera.

Y es que la mirada de Nil no era de curiosidad ni de morbo. Estaba analizando. Sus manos, firmes y seguras, palpaban en puntos específicos del abdomen, presionando con cuidado, como si supiera exactamente qué buscar. Salvador frunció el ceño.

—¿Qué crees que estás haciendo? ¡Esto no es un juego!

Nil no respondió de inmediato. Hundió dos dedos en un punto bajo del vientre, observando la reacción del cuerpo. Su expresión se tensó.

—Tiene sangre acumulada aquí. Si no se la sacamos, se va a morir antes del amanecer.

Salvador bufó, frustrado.

—¿Y tú cómo sabes eso?

Nil alzó la vista, con calma.

—Ya vi esto antes... y ya vi cómo termina cuando no haces nada.

María tragó saliva, sin apartar la mirada de Nil.

—¿Sabes cómo drenarla? ¿Sin abrirlo?

Nil asintió.

—Sí. Pero necesito una aguja larga, una jeringa grande, algo con qué desinfectar... y una manta limpia. Y silencio.

Salvador dio un paso al frente, alterado.

—¡Ni lo pienses! ¡¿Ahora resulta que eres médico?!

—Usted ya se rindió —respondió Nil, sin alterarse—. Así que o me deja intentarlo, o se hace a un lado y lo deja morir, como usted mismo propuso.

—¡¿Qué sabes tú, maldita sea?! ¡No sabes nada de este hombre!

—Sé que se está muriendo. Y que conmigo, al menos tiene una oportunidad. ¿Usted puede decir lo mismo?

El silencio cayó como una losa. Salvador no respondió.

María, que hasta entonces había permanecido inmóvil mirando la discusión, frunció el ceño. La respuesta era obvia. Sin decir una palabra, se giró hacia el estante y comenzó a juntar lo que Nil había pedido.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Salvador, incrédulo.

—Ayudando. Porque si tú no vas a hacer nada... yo sí.

Justo entonces, la puerta se abrió de nuevo. Giovanni entró, aún con el ceño fruncido y polvo en la camisa.

—¿Cómo está la situación?

—Tensa —contestó Nil sin levantar la vista, mientras desinfectaba una aguja con alcohol—. Y si no se decide pronto, puede que irreversible.

—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó Giovanni, desconcertado al ver a Nil dentro del consultorio.

Salvador se giró hacia él, al borde del colapso.

—¡Este forastero va a matar a mi paciente!

—No va a matarlo —interrumpió María con firmeza—. ¡Tú ya no puedes hacer nada, y él sí!

—¡No me faltes al respeto, María Solís!

—¡Entonces compórtate como un médico, no como un viejo necio! —le lanzó ella, con los ojos húmedos pero decididos.

El silencio que siguió fue más pesado que el anterior.

María se volvió hacia Giovanni, suplicante.

—Por favor... sácalo. No está ayudando.

Giovanni parpadeó, confundido, pero al ver el rostro de Salvador, desencajado por la frustración y la impotencia, asintió.

—Ven, tío. —Pidió Giovanni tratando de sonar cercano. —Hiciste cuanto estuvo en tus manos —dijo con voz baja, mientras tomaba con cuidado al anciano por los brazos.

Salvador resistió un segundo, la mandíbula apretada, los ojos brillando de rabia contenida. Pero no dijo nada. Se dejó guiar fuera del cuarto con los labios apretados.

Cuando la puerta se cerró tras ellos, el viejo médico golpeó la pared del pasillo con el puño cerrado, un solo golpe seco y contenido. Se quedó allí un momento, temblando de coraje.

—Maldito insolente... —murmuró—. Si se muere, será su culpa. Pero si vive... —tragó saliva.

Dentro del cuarto, María exhaló.

—¿En serio sabes lo que estás haciendo?

Nil asintió con tranquilidad, mientras preparaba el instrumental. Su expresión era imperturbable.

La determinación de María se avivó. Se ajustó el delantal con un gesto decidido y asintió.

—¿En qué te ayudo?



sammcarb
Histuji-sam

Creator

Este capítulo excedió el número de palabras permitido:c Mañana sale la continuación. ¡Pero, si quieren leerlo completo! Está disponible en Inkitt y Wattpad. <3

También, está siendo publicado en Patreon de forma GRATUITA, aunque, claro, mis mecenas tienen acceso anticipado a los capítulos >u<

#mexican_BL #bl #yaoi #drama #alguacil #mercenario #mexico_1920

Comments (2)

See all
rosavmedina43
rosavmedina43

Top comment

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh!!! Quiero ver cómo sigue 😫

2

Add a comment

Recommendation for you

  • Blood Moon

    Recommendation

    Blood Moon

    BL 47.6k likes

  • Secunda

    Recommendation

    Secunda

    Romance Fantasy 43.2k likes

  • What Makes a Monster

    Recommendation

    What Makes a Monster

    BL 75.2k likes

  • Silence | book 2

    Recommendation

    Silence | book 2

    LGBTQ+ 32.3k likes

  • Mariposas

    Recommendation

    Mariposas

    Slice of life 232 likes

  • The Sum of our Parts

    Recommendation

    The Sum of our Parts

    BL 8.6k likes

  • feeling lucky

    Feeling lucky

    Random series you may like

El Espectro Negro [BL]
El Espectro Negro [BL]

1.3k views21 subscribers

En tiempos de revolución y tierra roja, Nil, un mercenario conocido como El Espectro Negro, es herido tras un asalto y encuentra refugio en Arcelia. Para sobrevivir, adopta la identidad de un boticario errante.

Pero, Giovanni Solís, el alguacil del pueblo, no es un hombre fácil de engañar. Criado en la sombra de la corrupción y la muerte, se ha prometido no repetir los pecados de su padre. Nil despierta sus sospechas, pero también algo más peligroso: una atracción que desafía su moral y su deber.

Mientras el pasado acecha y el alguacil Roberto sigue el rastro del Espectro Negro con una obsesión implacable, Nil deberá decidir si sigue huyendo o enfrenta su destino. Y cuando la tormenta estalle en Arcelia, ambos hombres tendrán que elegir entre la ley, la sangre y el amor... sabiendo que, sin importar la decisión, alguien deberá pagar el precio.
Subscribe

31 episodes

II.II. El despertar de un extraño.

II.II. El despertar de un extraño.

30 views 2 likes 2 comments


Style
More
Like
7
Support
List
Comment

Prev
Next

Full
Exit
2
2
Support
Prev
Next