Selene vio a Débora alejarse hasta que desapareció de su vista por esos largos pasillos. Soltó un suspiro y continuó su camino con más calma. Llegó a su habitación y se tumbó en la cama hasta que sus ojos se cerraron completamente.

Cuando Selene volvió a despertar de su largo sueño, ya era medio día o, quizá, un poco más tarde. Había salido de su habitación y, mientras caminaba por los pasillos, la gente no paraba de susurrar; inventaba sus propias conclusiones o inventaban un poco más. El palacio estaba demasiado animoso, como si una gran noticia se hubiera pasado por los oídos de estas personas.

A su camino, alguien traía una gran pila de documentos de un lado a otro. Conforme se iba acercando pudo notar que era una mujer de cabello lacio, corto y negro, su piel era muy blanca y con ojos color verde la miraba fijamente igual que si examinara a alguien o no le importara en absoluto la persona frente a ella. Así era Débora.

— ¿Sabes lo que está sucediendo?

— Me sorprende que usted no lo sepa aún — dijo con una expresión seria — ¿Aún no habla con su majestad?

— ¿Su majestad? — Selene la miró con incredulidad y extrañeza.

— Parece que no — dijo ignorando las palabras de Selene — ¿Ha hablado con Sussie o Katari?

— No, no he visto a ninguno y… — volteó a verla con sorpresa — ¿Sussie ya regresó?

— Sí, hace un par de meses — dijo sin mirarla —. Que no te extrañe si en algún momento escuchas el llanto de un bebé.

— Creí que aún seguiría en casa.

— No quiso, ni siquiera por la paga.

— Eso es extraño.

— ¿A qué hora salió de su habitación? — dijo cambiando drásticamente de tema mientras mantenía una expresión seria.

— Hace poco.

— Eso explica demasiado — dijo Débora.

— ¿Me dirás que sucede?

— Los mismos rumores de siempre — dijo con una expresión neutra — solo que ahora es cierto.

— ¿Qué?

— Amira es tu cuñada — dijo continuando con su camino.

— ¿Hablas enserio? — empezó a seguirla.

— Mucho — la miró — de hecho… Creo que es buen momento para volver a trabajar contigo.

— ¡¿Qué!? — no pudo evitar sorprenderse.

Débora continuó con su camino en silencio hasta que entró a un estudio vacío, ahí puso la enorme pila de documentos. Después se sentó en una silla y miró a Selene.

— Dado que no saldrás por un tiempo…

— Espera un momento — la interrumpió — En qué… ¿Cuándo tomaste esa decisión?

— Desde que los vi besarse en el estudio — la miró fijamente —. Estoy casi segura que estarán como en una luna de miel — tomó un documento —. No podría hacer en paz mi trabajo.

— Debió de haber sido más grave como para que quieras volver a trabajar para mi — dijo con una sonrisa burlona.

— ¿Michelle te dijo algo? — arqueó una ceja.

— Tal vez — sonrió.

— Bueno, lamento decirte que a partir de ahora tengas que hacer la mitad de las cosas tú.

— Hasta cuando volveré a salir — la miró.

— Hasta que se calme la situación… — tomó un documento y lo miró — O empeore — sonrió de forma exageradamente cortés.

Selene miró a Débora por unos segundos y después su mirada se dirigió a la gran pila de papeles, soltó un suspiro y caminó hasta sentarse detrás del escritorio; tomó un documento y después volvió a mirar a Débora.

— ¿Eso es todo? — Selene preguntó señalando la gran pila de papeles en el escritorio.

— Por supuesto que no — dijo Débora sin molestarse a quitar la mirada del documento que leía —. Muy pronto traerán todos los demás, eso no es ni la mitad.