La bruja Lata se mostraba confiada, casi altiva, frente a Napoleón y Sir
Lancelot.
—Dime, ¿dónde está la espada Excalibur? —preguntó con una sonrisa torcida—. Si
me lo dices, mi criatura no matará a este rejuvenecido rey. La última vez que
lo vi, era débil, frágil... ¡Ah, por cierto! No les presenté a mi fiel
creación, aún resguardada dentro del portal. Adelante, Scorpirum.
De entre un remolino de sombras emergió una criatura espeluznante: tenía cuerpo de escorpión, pero su rostro era humano, deformado, casi grotesco. Su cola vibraba con energía tóxica, chispeando de veneno concentrado.
—Una obra maestra, ¿no creen? —dijo la bruja con sorna mientras reía por lo bajo.
Lancelot dio un paso al frente, sereno pero firme.
—No sé nada de esa espada —respondió con voz grave—. Fue Merlín quien la tomó y
la ocultó con un conjuro.
—Pues bien —murmuró la bruja, cerrando los ojos lentamente—. Entonces,
morirán los dos.
—¡Scorpirum, acaba con ellos!
Napoleón se giró hacia su maestro.
—Bien, pinté tu traje como dijiste… ¡Es hora de usar lo que hemos practicado estos
meses!
Ambos sacaron un anillo de sus bolsillos, lo elevaron al cielo y gritaron al unísono:
—¡Transformación!
Una luz intensa los envolvió. De pronto, una armadura mágica los cubrió: la de Napoleón era más sencilla, aún en evolución; pero la de Lancelot, forjada con fuego y años de batalla, brillaba con un tono naranja llameante, casi como plata ardiente.
Sin perder tiempo, se dividieron estratégicamente. La criatura intentó golpear a Lancelot con su cola venenosa, pero este esquivó con agilidad. Napoleón, aprovechando la apertura, propinó una poderosa patada que lanzó al monstruo por los aires.
Mientras Scorpirum aún volaba, Lancelot concentró su energía y rugió:
—¡Fire Storm! —y una llamarada abrasadora emergió de sus manos.
La criatura cayó violentamente al suelo, deslizándose con fuerza, dejando un surco a lo largo del terreno. Iba a casi 10 kilómetros por hora. La tierra ardía.
Sin embargo, Scorpirum no estaba acabado. Se levantó, su cola vibraba con furia acumulando más energía, y la bruja, entre carcajadas, gritó:
—¡Despídanse del mundo! ¡Ningún mortal ha sobrevivido esta técnica!
Pero lo que ella no sabía era que Lancelot ya se había colocado detrás del monstruo con una velocidad sobrehumana. Reuniendo fuego en sus manos, comenzó a incinerar al enemigo desde la espalda. El cuerpo del ser empezó a arder por completo.
Pero ni así cayó.
Lancelot, exhausto por el gasto de energía, intentó rematarlo con un golpe directo, pero Scorpirum lo interceptó brutalmente y lo dejó inconsciente de un solo golpe.
Napoleón reaccionó de inmediato. Lleno de ira y determinación, lanzó un rayo dorado contra el enemigo. Pero este rebotó en su caparazón como si fuese un escudo invulnerable.
A pesar del fracaso, Napoleón persistió. Disparó más rayos, hasta que, recordando su primer gran destello, comenzó a concentrar su energía en una sola mano. Sus recuerdos se alinearon con su determinación. Y entonces…
—¡Ahora! —gritó con todas sus fuerzas.
Un rayo colosal estalló desde su palma. El resplandor fue tan intenso como el flash de una cámara fotográfica del tamaño de un edificio. El fulgor cegó momentáneamente a la bruja y a un Lancelot tambaleante que apenas comenzaba a recuperarse.
Scorpirum fue atravesado por la descarga y cayó con estrépito. Pero al hacerlo, liberó una descarga de energía oscura que impactó brutalmente a Napoleón, lanzándolo en múltiples direcciones, como si recibiera una secuencia de golpes invisibles.
La criatura se elevó lentamente, flotando, mientras su herida comenzaba a cerrarse con una energía regenerativa antinatural. Su voz, grave, rasposa y multidireccional, llenó el campo de batalla:
—¡Jamás me alcanzarán! ¡A esta altura, los humanos no pueden volar!
Lancelot sonrió con ironía, limpiándose la sangre del rostro.
—Hace mucho tiempo aprendí técnicas que van más allá de lo físico —dijo—. En Shambala, me enseñaron que lo que llamamos cuerpo… es solo una ilusión.
Y mientras lo decía, su cuerpo comenzó a elevarse. Flotaba.
El fuego había regresado al caballero.

Comments (1)
See all