El sol caía suave sobre la cima.
En la cueva, el aire olía a frutas maduras, a tierra húmeda, a hojas nuevas.
Nol y su slime trabajaban juntos, removiendo raíces sin romperlas.
La goblin del medio organizaba semillas por colores.
El más pequeño —que ya no era tan pequeño— cargaba cestas con orgullo.
Y yo… los miraba desde la entrada.
Sonreía.
Poco.
Pero de verdad.
Me di cuenta que había hecho un hogar.
Y lo protegería.
Les cuento que fue algunos días atrás que lo descubrí por primera vez.
Estaba cortando corteza dulce cerca de una colina baja, cuando el aire cambió.
Un zumbido metálico.
Un olor quemado.
El suelo tembló…
Y se abrió.
Una grieta.
Delgada al principio.
Luego más ancha.
Negra.
Viva.
Como si sangrara oscuridad.
De ella emergieron los Okais.
Uno.
Tres.
Cinco.
Desordenados.
Confundidos.
Apenas saliendo del vacío.
Los observé desde la sombra.
No ataque. No aún.
Solo los vi marchar.
Y grabe el lugar en mi memoria.
Porque ahora… ya sabía de dónde venían.
Días después, encontre otra grieta.
No era igual.
Pero vibraba igual.
Se sentía como un corazón que aún no ha nacido.
Esta vez…
no dude.
Me oculte entre ramas, y espere.
El aire tembló.
La tierra susurró.
Y la grieta se abrió.
Primero una bota.
Luego una pierna.
Luego una voz.
—Clear. Let's move out.
Uno de los Okais salió caminando.
Sin mirar atrás.
Cargando algo en la espalda.
—Alright, check the perimeter.
—Yeah, yeah, I got it…
No entendí las palabras.
Pero sí el ritmo.
El descuido.
La confianza.
La daga voló.
Silencio.
Garganta abierta.
El cuerpo se dobló sin entender lo que acababa de pasar.
Segundo paso.
—Huh? What the—?!
Un cuchillo.
Directo al ojo.
Ceguera.
Caída.
Golpe final con piedra.
Hueco. Cráneo. Silencio.
El tercero giró la cabeza.
—Contact! Cont—
Lance la flecha.
Atravesando dientes.
El resto de la palabra quedó atrapado en su lengua.
Silencio otra vez.
Cuarto y quinto salieron juntos.
Riendo.
—Told you it wasn't—
Me lancé sobre ellos.
Un salto desde el barro.
Desde la maleza.
Desde la sombra.
Caí sobre uno.
Lo empuje contra el suelo.
El otro intentó sacar su arma.
Pero yo ya estaba encima.
Lo mordí.
Sí, lo mordí.
Como lo haría una bestia.
Le clavé uno de mis puñales robado.
Y cuando el grito empezó a salir…
se lo apague con su propio brazo, cortado limpio por la garganta.
El último, ya saliendo de la grieta, lo vio.
—Back—!
No alcanzó a decir más. Yo ya estaba corriendo.
Ya estaba encima.
La lanza rota, sujeta con fuerza.
Directo a la espalda.
Entre las placas negras.
Dentro del cuerpo.
El Okais cayó de rodillas.
No murió de inmediato.
Pero no volvió a levantarse.
La grieta, abierta, solo temblaba.
Yo respiraba por la boca.
Tenía mi cuerpo cubierto de sangre.
El slime en mi pecho se agitaba, denso, caliente.
Pero estaba vivo.
Y ellos no.
Ya no salía nadie.
Me acerqué.
Cauteloso.
La grieta era una herida.
Un hueco que no debía estar ahí.
Una puerta.
No hecha por este mundo.
Y entonces lo supe.
**Si quería proteger mi cueva,
mis tres goblins,
mi mundo…
Debía cerrar la herida.
Cortar la raíz.
Cazar el origen.**
Y por primera vez,
no me sentí como un sobreviviente.
Sino como un cazador.
La goblin del medio organizaba semillas por colores.
El más pequeño —que ya no era tan pequeño— cargaba cestas con orgullo.
Poco.
Pero de verdad.
Y lo protegería.
Un zumbido metálico.
Un olor quemado.
El suelo tembló…
Delgada al principio.
Luego más ancha.
Negra.
Viva.
Como si sangrara oscuridad.
Tres.
Cinco.
Confundidos.
Apenas saliendo del vacío.
Y grabe el lugar en mi memoria.
Pero vibraba igual.
Se sentía como un corazón que aún no ha nacido.
no dude.
La tierra susurró.
Y la grieta se abrió.
Luego una pierna.
Luego una voz.
Sin mirar atrás.
Cargando algo en la espalda.
—Yeah, yeah, I got it…
Pero sí el ritmo.
El descuido.
La confianza.
Silencio.
Garganta abierta.
Directo al ojo.
Ceguera.
Caída.
Golpe final con piedra.
Hueco. Cráneo. Silencio.
Atravesando dientes.
El resto de la palabra quedó atrapado en su lengua.
Silencio otra vez.
Riendo.
Un salto desde el barro.
Desde la maleza.
Desde la sombra.
Lo empuje contra el suelo.
El otro intentó sacar su arma.
Lo mordí.
Sí, lo mordí.
Como lo haría una bestia.
Y cuando el grito empezó a salir…
se lo apague con su propio brazo, cortado limpio por la garganta.
Ya estaba encima.
Directo a la espalda.
Entre las placas negras.
Dentro del cuerpo.
Tenía mi cuerpo cubierto de sangre.
El slime en mi pecho se agitaba, denso, caliente.
Y ellos no.
Cauteloso.
Un hueco que no debía estar ahí.
No hecha por este mundo.
mis tres goblins,
mi mundo…
Cortar la raíz.
Cazar el origen.**
no me sentí como un sobreviviente.
Sino como un cazador.

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