El interés de Jana se encendió, y se inclinó hacia el monitor, entrecerrando los ojos.

El joven vaciló, mirando al espejo de la sala, sabiendo que había gente observando detrás.
—No sé su nombre —dijo finalmente—. Pero me dio esto.

Sacó un pequeño dispositivo metálico del bolsillo. Los oficiales intercambiaron miradas y tomaron el objeto con cautela. Jana lo reconoció al instante—
era un modelo estándar de la agencia, utilizado solo por altos mandos. Su mente se aceleró, considerando las implicaciones de una traición interna.

—¿Dónde conociste a esa persona? —preguntó el oficial, con un tono un poco más urgente.

—Ellos me contactaron —respondió el chico, con voz temblorosa—. Me dijeron que los encontrara en un viejo almacén cerca del puerto, uan vez entré dentro una luz me abrazo y aparecí aquí. Dijeron que me harían entrar en la agencia si seguía exactamente sus instrucciones.

El corazón de Jana latía con fuerza. Tenía que averiguar quién dentro de la agencia había orquestado esa brecha.
Se levantó, dejando su refresco sin tocar, y caminó rápidamente hacia la sala de control donde el investigador principal monitoreaba el interrogatorio.

—Tenemos que rastrear ese dispositivo —dijo Jana, su voz firme y autoritaria—. Y averiguar quién tenía acceso a él.

El investigador principal asintió.
—Ya estamos en ello, agente Minters. Revisaremos los registros y cruzaremos con los movimientos de personal

Jana sintió una mezcla de ira y determinación. Alguien dentro de sus propias filas estaba poniendo en peligro la integridad de la agencia, y ella iba a descubrir quién era.
No podía permitirse revolucionistas, especialmente con el frágil equilibrio temporal que mantenían.

La consola del investigador emitió un pitido, señalando que habían llegado los resultados del rastreo. Él examinó los datos rápidamente, y su expresión se tornó grave.
—El dispositivo fue registrado a nombre del agente Stone.

Los ojos de Jana se abrieron de par en par, incrédula. El agente Stone era uno de los miembros más confiables de la agencia, conocido por su impecable historial y lealtad. No podía creer que él fuera el traidor.

—Tráiganlo —ordenó Jana.

El investigador asintió y envió un equipo para detener a Stone. Mientras la orden se ejecutaba, los pensamientos de Jana se arremolinaban. La traición dolía, pero sabía que debía mantenerse enfocada.

Minutos después, el equipo regresó con el agente Stone esposado. Fue conducido a la sala de interrogatorios, su rostro imperturbable.. Jana observaba desde el monitor, preparándose para lo que estaba por venir.

—Agente Stone —comenzó el oficial—, tenemos razones para creer que usted ayudó en la infiltración no autorizada a la agencia.

Stone alzó la vista, encontrando la mirada de los oficiales.
—No sé de qué están hablando —respondió con voz firme.

—Rastrearon el dispositivo usado por el intruso hasta usted —dijo el oficial, levantando la evidencia.

El rostro de Stone permaneció impasible.
—Debe haber un error. Jamás pondría en peligro la agencia.

Jana sintió una punzada de duda, pero la reprimió. Necesitaban respuestas. Presionó el botón del intercomunicador; su voz sonó en la sala de interrogatorios.

—Agente Stone, si es inocente, ayúdenos a entender cómo llegó este dispositivo a manos del intruso.

Stone miró directamente a la cámara, sus ojos fríos.
—No lo sé. Lo juro.

—Ya veremos, agente Stone. Por ahora, queda relevado de sus funciones hasta que lleguemos al fondo de esto —dijo el oficial a cargo.

Jana asintió, su mente ya enfocada en otros asuntos. Regresó a su despacho, el ritmo constante de las operaciones diarias de la Oficina era el telón de fondo familiar para sus pensamientos. De pronto, una alarma silenciosa pitó en su comunicador de muñeca. Su corazón dio un vuelco al ver la fuente: la sala del orbe.

Salió de inmediato. En su camino, notó la ausencia de varios agentes de guardia. Estaba por reportarlo cuando un sonido sordo la hizo detenerse.

Echó a correr por los pasillos. Estaban vacíos. El silencio era extraño, alarmante. Llegó a la sala del orbe, introdujo su código y la puerta se abrió.

Jade estaba dentro.

—Jade —susurró, con una mezcla de sorpresa y sospecha—. ¿Qué haces aquí?

Él se giró con una sonrisa engreída.
—Hola, hermanita. ¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está el intruso?

La sorpresa de Jana se tornó en furia helada.
—Fuiste tú. Todo el tiempo. Tú organizaste la brecha.

Jade rió, los ojos brillando con malicia.
—Oh, Jana... siempre tan rápida para atar cabos.
—El poder del orbe es demasiado para que lo controle una sola entidad.
¿No crees que es egoísta tener este poder solo para nosotros y no usarlo para hacer el bien? Somos esclavos de órdenes dictadas por superiores cuyas caras jamás hemos visto. Nunca hemos corregido un desastre en la historia. ¿Cuántas vidas podríamos haber salvado? ¿Cuántas tragedias evitado.... Doblar el tiempo a nuestra voluntad. — Hizo una pausa para recuperar el aliento mientras se pasaba pasándose la mano por el cabello a modo de desesperación. El nerviosismo y la furia le hervían bajo la piel. —
No más a ser piezas en el juego de otros. Me he cansado de pensar y planear lo que haría si tuviera el control de esto...hoy ya no es día de pensar hermana... hoy es día de ejecutar.

En un parpadeo, Jade se abalanzó sobre el orbe, con la mano extendida.
Jana reaccionó al instante; su entrenamiento entró en acción mientras lo embestía, derribándolo al suelo.
Lucharon, ambos forcejeando por el control, sus movimientos eran un torbellino de pura energía y determinación.

—¡Para, Jade! —gritó Jana, empujándolo con fuerza—. ¡Vas a destruirlo todo!

—¿Destruirlo? —soltó él con una risa seca mientras se zafaba—.No se puede destruir lo que ya está.
Voy a arreglarlo. Y esta vez, yo voy a ser el hijo pródigo. El heredero.

—¿Jade... en serio? ¿Todo esto lo has hecho por eso?

—¿Tú me has escuchado siquiera? ¡Somos el puto fallo en el tiempo, Jana!

—No, Jade. Esa es solo la excusa que te estás contando a ti mismo.
Eres tan cobarde que ni siquiera quieres admitir por qué estás haciendo esto de verdad.

Jana sacó su neutralizador y lo apuntó directamente a su hermano.
—No quiero hacer esto, Jade. Pero lo haré si es necesario.

Jade se detuvo. Sus ojos se clavaron en los de ella. Por un instante, una chispa de duda cruzó su rostro.

—No lo harías —murmuró.

—Pruébame —respondió Jana con voz gélida.

Sin decir una palabra más, Jana se lanzó sobre él. Su entrenamiento tomó el control. Chocaron de nuevo, y el orbe resbaló de las manos de Jade mientras se enzarzaban. Cada movimiento era preciso, sus años de formación evidentes en la fluidez del combate.

Jana logró apartar el orbe, enviándolo rodando lejos, pero Jade reaccionó rápido.
La empujó hacia atrás e hizo un intento desesperado por alcanzarlo.
Justo cuando sus dedos rozaron el artefacto, Jana activó el dispositivo de transporte de emergencia en su muñeca, con la intención de enviar el orbe a un lugar seguro.

Jade la agarró, y el campo de transporte los envolvió a ambos. La sala desapareció, reemplazada por un torbellino de luz y sonido.

Aterrizaron con un chapoteo. El agua helada los envolvió.