Ian observaba en silencio el rostro de Víctor. Esa persona que se hallaba frente a él y, que le había mantenido abrazado toda la noche con el fin de tranquilizarlo, era la misma que amaba hacerlo desatinar y, que declaraba continuamente como deseaba tomarlo otra vez... no entendía como era posible, esas facetas eran tan distintas, como el día y la noche.
Sintió la necesidad de acariciar su mejilla, avanzó lentamente, pero frenó en seco al notar que el alfa se movía.
Quería ir a casa; sin embargo, una parte de él no deseaba renunciar a estar en vuelto por esos brazos. Había extrañado tanto esa calidez.
—Deja de bromear, Ian. —susurró para sí mismo, al tiempo que rompía la unión y comenzaba a levantarse de la cama.
—¿Cómo dormiste? —cuestionaba la voz a sus espaldas, el silencio reinó por unos instantes antes de que el beta pudiera contestar.
—Bien, muchas gracias... y ... Perdón por todo lo de ayer. No sé qué me pasó. —mordía sus labios, pues le era difícil dejarse ver tan vulnerable.
—No pienso perdonarte. —oír esas palabras hizo que Ian volviera su rostro con rapidez hacia Víctor. —Al fin te dignas a mirarme, —había calidez en aquellos luceros negros. —estoy bromeando, ni siquiera deberías estar disculpándote. Sufriste una experiencia traumática, entiendo que cualquier cosa que hayas dicho o hecho anoche, fue debido al estrés que causó esa experiencia, así que no sobre pienses las cosas, hagamos como que todo lo que paso dentro de mi casa no sucedió, si eso te hace sentir mejor podemos hacer eso.
—... —lo que el alfa decía era sin lugar a dudas lo más lógico. El estrés de lo sucedido definitivamente había afectado a Ian, por eso había actuado de la manera en la que lo hizo y, olvidar como actuó era la mejor opción, pero entonces ¿por qué no deseaba olvidar lo que había pasado en ese lugar? —Me parece perfecto. —declaraba sintiendo como algo pinchaba su pecho. Los ojos azabaches le analizaron por unos instantes.
—Muy bien... iré a preparar el desayuno, después de eso si lo deseas puedo llevarte a tu casa. —el beta asintió, Víctor se dispuso a ir al baño, para lavar su cara y sus dientes antes de ir a la cocina. Ian por su parte seguía pensando en lo que acababa de decir el alfa.
—Es lo mejor, es lo mejor, es... maldita sea —susurraba en voz baja. —ya que más da —añadió para luego ir a hacer su rutina de la mañana de igual manera. Víctor había dejado una muda de ropa en el baño. Necesitaba calmar su mente, así que decidió tomar una ducha con agua fría. Colocó su cabello en un chongo alto, para evitar mojarlo, no quería perder tiempo secándolo nuevamente. Era agradable sentir como la frescura de las gotas de agua comenzaban a tocar su cuerpo.
—¡Ian, el desayuno está listo!
—No necesitas gritar, —decía entrando a la cocina. —estoy aquí.
—Parece que la ropa que trajeron te quedó perfecta, me da gusto. Ahora siéntate y come antes de que se enfríe. Imaginé que preferirías comer algo salado.
Aunque había opciones de frutas variadas, el plato de Ian tenía un suculento omelette y un capuchino estaba esperándolo de igual forma.
—¿Cómo lo supiste? Quizás quería desayunar crepas.
—Lindura —decía sonriendo. —no se ve que seas una persona que guste de comer cosas dulces, o ¿me equivoco? —estaba en lo correcto, el beta prefería las comidas saladas a las dulces, ¿Cómo es posible que supieras eso? Se seguía preguntando ¿Qué tan bien puedes leerme?
—... Sabe muy bien, nunca creí que fueras tan buen cocinero.
—Soy muy bueno haciendo muchas otras cosas, ¿quieres que te lo muestre? —el comentario tomó desprevenido a Ian, haciendo que este quedara inmóvil. La comida que se hallaba en el tenedor del beta, no resistió más y terminó cayendo de nuevo al plato. El alfa soltó una risa. —Me refería a que soy bueno haciendo crepas... pervertido. —añadía tomando un sorbo al jugo de naranja.
El rostro del beta se incendió, intentaba decir algo para refutar lo que había dicho el alfa, tartamudeó algunas sílabas sin poder formar palabra alguna.
—Quizás lo he aprendido de ti —declaraba finalmente en voz tenue, tomando otro bocado. Ver como el beta finalmente había dicho algo animaba a Víctor.
—Mmm debería tomarme el papel de maestro más en serio y, asegurarme de que aprendas bien.
—Ja ¿planeas enseñarme tus recetas de cocina?
—Esta vez no estaba hablando de alimentos. Estoy seguro de que puedo enseñarte una o dos cosas —decía sin quitarle los ojos de encima. El beta se mantenía callado, pasó saliva, necesitaba tranquilizar los latidos de su corazón, que se aceleraban cada vez que aquellos luceros negros le veían fijos, como si quisieran desnudarle el alma.
—Estoy listo para irme, —declaraba poniéndose de pie. —gracias por todo, pero es mejor que me vaya. Puedo llamar a un taxi, así que no tienes que molestarte.
El beta se sentía nervioso, a la par que comenzaba a moverse con velocidad, quería salir de ahí, necesitaba que su corazón dejara de latir con tanta rapidez.
—Ey, espera, Ian. —tomó con cuidado, pero con firmeza el blanco brazo, podía notar con claridad como los nervios invadían al beta. —Te llevaré, si necesitas irte ahora mismo, me encargaré de llevarte. Así que por favor permíteme hacerlo. —no le gustaba la sensación que sentía al verlo tan alterado.
—... Entonces, llévame ahora mismo. —proclamaba removiendo la mano que aún seguía sujetándolo.
Llegar a su apartamento le brindaba la paz que había buscado, con cada respiro podía notar como su ritmo cardiaco volvía a la normalidad.
—Diablos, en verdad soy un caso perdido —proclamaba algo decaído. —menos mal no lo veré por un par de días, más me vale ordenar mi cabeza en ese tiempo.
El beta encargó un nuevo celular, pues la pantalla del anterior se había roto casi completamente y tardarían más en arreglarlo que en comprar uno. Decidió tomar dos semanas de descanso, encargar comida a domicilio y quedarse en casa, era el plan que había ideado. Necesitaba ordenar su cabeza y mantenerse lo más alejado posible de la posibilidad de encontrarse con Víctor, pues de alguna u otra manera el destino parecía seguir poniéndolo en su camino.
Al paso de los días las marcas en el cuello y las mejillas prácticamente habían desaparecido, las heridas en sus manos eran las únicas que permanecían más visibles, pero era algo que podía esperarse de acuerdo a lo que le había dicho el médico.
—Qué más da, solo tomaré una copa —decía sirviéndose vino tinto para acompañar su pizza. —Delicioso —añadía tras tomar un sorbo.
Dzyn Dzyn
El sonido del timbre eléctrico interrumpía la tranquilidad que hasta ese momento había reinado en su apartamento.
—Ian... —la voz de Sofía detrás de la puerta hizo que el beta se paralizara, no quería dar explicaciones de lo que había sucedido. Solo necesito quedarme callado y se irá, pensó para sí mismo.
Bzzz bzzz
Bzzz bzzz
El celular que se encontraba en la barra de la cocina seguía sonando y vibrando, delatándolo.
—Puedo oír tu celular, más te vale que abras la puerta, tengo toda la tarde libre, así que tú decides...—esperó un momento sin obtener respuesta. —¿Así que así será?, bien... vuelve a marcar. —declaraba presionando el remarcado de su celular.
—Arg... demonios. —espetó, dirigiéndose a la puerta. Tenía que estar preparado para la reacción de la alfa tan pronto lo viera. Respiró hondo antes de girar la perilla.
—Ya era hora, —los ojos se abrieron como platos. —¡Mierda! ¿¡Qué carajos te pasó!?
—Tan solo entra, —decía halándola del brazo. —espantarás a los vecinos.
—¿Tus vecinos? ¿Y qué hay de mí? ¿Sabes lo jodido que te ves?, dios en serio ¿qué diablos te pasó? —el beta soltó un suspiro, agradecía que su amiga no hubiera ido a visitarlo antes, de haber sido así seguro lo habría llevado de nuevo al hospital de inmediato.
—Estoy bien, no es para tanto Sofía en serio. —la alfa continuaba viéndole de forma incrédula con los brazos cruzados, aunque Ian intentaba responder de la manera más tranquila posible para que esta creyera en sus palabras, no parecía servir. Caminó hacia la sala, podía oír como esta iba detrás de él, de mala gana arrastrando los pies.
—¿Qué sucedió? —cuestionaba nuevamente dejándose caer en el sillón aun con los brazos cruzados.
—... —guardó silencio por unos segundos, analizaba que era prudente decirle a la alfa si no quería que esta volviera a alterarse.
—Fue ese alfa ¿Cierto? —preguntó y antes de que el beta pudiera responder, Sofía seguía cuestionándole. —¿Acaso te obligó a satisfacer alguno de sus fetiches raros? —los ojos rubíes estaban abiertos como platos, escuchaba lo que la alfa estaba diciendo, pero parte de su ser no podía creer lo que oía. —Seguro es un maldito sádico, ¿por eso fue que te golpeó en el rostro y trato de ahorcarte? ¡es un maldito cerdo!
—No, Sofía
—¿No? —preguntó interrumpiéndole —¿Entonces tú le pediste que te hiciera eso? —Sofía tenía la capacidad de hablar muy rápido, sobre todo si estaba nerviosa o molesta. —No te juzgo, es decir esos enormes brazos y las manos, ¡esas manos! Pero pudo haberte matado, con esa mano colosal pudo haberte tronado el cuello sin darse cuenta.
—¡Sofía! No fue así.
—¿Te hizo algo más? Por favor dime que fue algo consensuado.
—¡Basta Sofía, basta! ¡No fue Víctor! No me he vuelto a acostar con él desde el día del bar, aunque mi cuerpo arde en deseo de hacerlo. ¡Quisiera montarlo para poder satisfacer los deseos sexuales que despierta en mí ese maldito infeliz! ¡Ya es suficiente con las fantasías que abundan en mi cabeza sobre él, como para que vengas tú a poner en mi mente más escenarios! ¡Gracias! ¡Ahora no podré ver sus manos, sin pensar que tan bien se sentiría si las coloca alrededor de mi cuello y me ahorca mientras, me coge tan fuerte que me deje la mente en blanco!
El silencio reinó en el apartamento del beta por unos segundos, su rostro comenzaba a teñirse de rojo conforme caía en cuenta de lo que acababa de decir. Sofía por su parte tenía la boca aún abierta, debido al impacto que las palabras de su amigo habían causado en ella.
—... Esa fue información que no necesitaba. —el beta ahogó su grito enterrando su cara en un cojín. —... es más, ¡arriba!, ¡vamos levántate!, ¡arriba!
—¿Qué quieres ahora?
—No puedes quedarte aplastado en tu sillón, mientras te aíslas en tu apartamento como un cangrejo. Entiendo que no deseas hablar de lo que sucedió, si dices que estás bien confío en ti, pero no voy a permitir que sigas preguntándote por qué no pudiste simplemente quedarte callado, así que arriba, vete a bañar y me encargaré de llamar refuerzos.
—Mmm
—Conozco esa mirada, no me iré de aquí, así que tú decides, ¿recibirás a Penélope y Renee así o iras a bañarte? —el beta se levantó a regañadientes. Tomó una ducha rápida, eligió un joggers gris oscuro y una camisa de cuello delgada. Sabía que sus otros amigos no armarían un escándalo como Sofía por la marca de su rostro, así que optó por recoger su cabello en una cola de caballo.
—Estoy listo. —dijo aún con voz desanimada.
—Ian, no seas así, esta noche nos olvidaremos de cualquier cosa que haya pasado. Comeremos delicioso y tomaremos hasta que no podamos más y nos quejaremos de la vida como siempre ... ¿puedes beber alcohol verdad? —asintió.
—¿Podemos pedir alitas?
—Alitas, papas fritas, ramen, sushi, lo que desees voy a consentirte, esta noche no hay límites. —declaraba entusiasmada.
Penélope y Renee llegaron al poco tiempo, ambos cargaban una bolsa negra llena de alcohol y frituras.
—Pasen, yo me encargo de eso —decía tomando el alcohol para ponerlo a enfriar aún más en una hielera que tenía ya lista. Los dos pares de ojos se fijaron en el beta sin pronunciar una palabra por unos segundos.
—Estoy bien, en verdad no es nada. —decía con voz tranquila Ian. Ambos se vieron por un instante y decidieron no preguntar nada más, sabían que Ian era una persona bastante reservada con algunos temas.
—Entonces ¿Qué estamos esperando? —cuestionaba Penélope, dedicándole una sonrisa al beta, para hacerle saber que no tenía que preocuparse por preguntas innecesarias.
—Debemos aprovechar lo más que podamos, Sofía es quien paga hoy —exclamaba Renee. —así que aprovechemos y pidamos lo mejor, de lo mejor. —declaraba tomando el teléfono para ordenar comida.
—Esta semana ha sido horrible, así que alcohol y comida, son justo lo que necesito. En verdad no sé cómo lo haces Ian, tener que crear relaciones con nuevos clientes y poner una cara sonriente es muy desgastante. —decía Penélope.
—No te desanimes, solo es cuestión de acostumbrarse, yo mismo prefiero no tener que lidiar con nuevos clientes —decía sonriendo, para después empinarse una lata de cerveza. No era su bebida alcohólica favorita, pero de vez en cuando le gustaba tomar una cerveza clara bien helada, de esa manera el sabor de esta era más agradable al paladar.
Con forme llegaban los pedidos, la mesa comenzaba a llenarse de platillos deliciosos, alitas, papas fritas con queso y tocino, nachos y ramen, eran algunas de las opciones. Sofía tenía razón una buena comida, bebida y compañía de sus amigos era algo que el beta necesitaba.

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