los ojos brillando con una intensidad que rara vez había mostrado. Se dirige hacia el mostrador y se acomoda en su sillón, como si todo el peso de su vida lo hubiera llevado a este momento.
YAGO(Lejos, como recordando)En mis sueños, esta misma voz... me ha contado cosas. A veces, incluso me ha dado... digamos, suerte.
Caliop lo observa detenidamente, su mirada fija en el mendigo, que, al notar su atención, responde con una sonrisa esquiva. Caliop da un paso hacia él, desafiando con sus ojos la calma del hombre de la mochila.
CALIÓP(Desafiante)A ver, Don Sin Nombre... ¿De dónde has sacado este vinilo?(Pausa)No fue casualidad que te subieras a mi coche, ¿verdad?(Más intensa)Y... ¿qué es eso de "buscar a un troll"? Creo que ya es hora de que respondas a algunas preguntas.
El mendigo, sin apartar la mirada de Caliop, simplemente se encoge de hombros, como si la respuesta fuera demasiado obvia para decirla en voz alta.
De repente, Dagmar gruñe bajo, mirando hacia la puerta, como si algo estuviera a punto de ocurrir. Los ojos del perro brillan con un instinto casi sobrenatural.
Yago, que había estado observando en silencio, de repente se pone en pie. Su rostro se endurece al mirar el monitor de seguridad. Sus ojos se agrandan un momento, como si una sombra pasara por su mente.
YAGO(Susurrando, preocupado)Esto no pinta bien... Creo que sé quiénes son...(Una pausa tensa)Y si es así... si es así...
Con una rapidez que no había mostrado antes, Yago saca unas llaves de su bata y las lanza hacia el mendigo. El sonido metálico de las llaves cortó el aire de la habitación, marcando el final de la calma.
YAGO(Ordenando, con autoridad)Tómalo. Salid por la puerta trasera.
El mendigo toma las llaves sin dudar, las guarda en su bolsillo, y se dirige hacia la salida trasera, sin una palabra más. Dagmar le sigue de cerca, su cuerpo ágil y sus ojos atentos a todo a su alrededor.
Caliop, ahora completamente desconcertada, observa cómo el mendigo y su perro se van. La sensación de incertidumbre crece a su alrededor. Mira el monitor de seguridad una vez más. A través de la pantalla, ve a cuatro figuras aproximándose, cuatro sombras en la distancia. Entre ellos, puede distinguir a una mujer y tres hombres, todos vestidos con traje de chaqueta y gafas oscuras.
CALIÓP(Con voz tensa, mirando a Yago)¿Qué está pasando, Yago? ¿Es la policía? ¿Y por qué tú no vas?
Yago, con la mirada fija en el monitor, parece haber tomado una decisión. Sus labios se curvan en una media sonrisa, pero no hay alegría en ella, solo un profundo cansancio.
YAGO(Con voz sombría)Cada uno tiene un propósito, Caliop. Puede que lo cumplamos... o puede que no.(Una pausa, sus ojos ahora fijos en ella)Si fuera tú, saldría de aquí... rápido.
Los golpes en la puerta aumentan en intensidad. Los ruidos crujen y retumban a través de las paredes. Las bisagras empiezan a ceder. El sonido de la madera resquebrajándose llena la habitación, un preludio del caos que se avecina.
Caliop, alarmada, se levanta de un salto y corre hacia la salida trasera, sin mirar atrás. El sonido de sus pasos golpeando el suelo se mezcla con los estruendosos impactos contra la puerta.
Yago, inmóvil detrás del mostrador, manipula algo con rapidez. Un mecanismo en la parte inferior, se activa con un sonido metálico que se pierde en el aire.
De repente, la puerta principal cede con un estrépito, y el golpe final resuena por toda la tienda. La campana sobre la puerta cae al suelo, su tintineo es el último vestigio del momento anterior.
Los cuatro intrusos entraron con paso firme. Dos de ellos, hombres fornidos, registraron la tienda; el tercero, de rostro cubierto por una máscara oscura, se mantuvo vigilante. La mujer avanzó con una sonrisa serpentina hacia el mostrador.
—Bonito gramófono —dijo, casi ronroneando—. Me gustaría adquirir el último disco que ha sonado aquí... ¿Y dónde están el mendigo y su perrito... y la jovencita?
– Yago:La tienda esta Cerrada.
Uno de los hombres intentó rodear el mostrador, pero Yago, con sorprendente agilidad, sacó una escopeta antigua y disparó, lanzando al intruso varios metros hacia atrás, entre instrumentos musicales. La mujer se sorprendió, pero esquivó el siguiente disparo, que impactó en otro hombre de traje. Cuando Yago intentó localizarla de nuevo, ella ya no estaba.
Un crujido tras él le hizo girarse y disparar, pero el último hombre, cuya piel parecía roca negra, ni se inmutó. Yago trató de recargar, pero el intruso ya estaba encima, sujetando el arma y apuntándola al techo. Un disparo accidental rompió una vidriera, dejando caer cristales.
La gata egipcia saltó al hombro de Yago, susurrando algo inaudible en su oído. Yago, paralizado, sudaba. La mujer emergió de las sombras, sus ojos brillaban de placer.
—Ya lo veo... ya veo tus secretos —dijo suavemente.
Yago, exhausto, murmuró:
—Esto terminará pronto...
De repente, mordió la oreja de la gata y la arrojó arrancancado un trozo de oreja, provocando un grito de furia en la mujer. Pero Yago ya no tenía fuerzas. Cayó de rodillas, mientras el hombre de traje tomaba una vieja guitarra.
--Hombre de negro:has logrado verlo?
--Mujer :lo suficiente
— Yago:Siempre quise dar la nota —susurró Yago con una sonrisa, mientras el sonido de un golpe final resonaba en la tienda
A kilómetros de distancia, el mendigo y Caliop atraviesan callejones oscuros, seguidos de cerca por Dagmar, el fiel perro. Caliop, aún perpleja por lo que ha sucedido, intenta ordenar sus pensamientos.
—¿Qué acaba de pasar allí? —pregunta, con un tono entre temor y frustración.
El mendigo, que hasta ahora ha guardado silencio, finalmente responde:
— Era una puerta. Una vibración. La clave para encontrar algo que no debería ser encontrado.
Dagmar gruñe suavemente, como si entendiera la gravedad de las palabras de su dueño.
El sol del medio día entre las nubes, arroja destellos pálidos sobre el callejón húmedo. Caliop, con una mueca de determinación, se ajusta la chaqueta y clava su mirada en el mendigo.
Caliop (voz firme, susurrante): Sé exactamente dónde debemos ir.
Sus botas crujen sobre el empedrado mientras una brisa fría agita mechones sueltos de su cabello.
Frente al Bar – Unas calles más adelante
El neón parpadeante baña sus rostros con un resplandor rojizo. El mendigo, con su barba descuidada y ojos brillantes de curiosidad, suelta una breve carcajada.
Mendigo (socarrón): ¿Un bar? No esperaba menos.
Caliop arquea una ceja y avanza sin responder. Dagmar, con las orejas atentas, recibe una caricia fugaz.
Mendigo (murmurando al perro): Sé bueno, amigo.
Interior del Bar – Ambiente vibrante y moderno
La música electrónica suave envuelve el ambiente, mezclándose con el murmullo de conversaciones y el tintineo de vasos. Caliop se apoya en la barra, su dedo tamborilea impaciente.
Camarero (sonriendo, profesional): ¿Qué te sirvo?
Caliop: Algo fuerte. Sorpréndeme.
El mendigo se desliza a su lado, pidiendo con un gesto silencioso lo mismo para él.
Los ojos de Caliop chispean con curiosidad.
Caliop: ¿Tu nombre?
Mendigo(encogiéndose de hombros): No importa.
Caliop (con sorna): Bien, Max entonces.
Max (sonriendo): Max... suena anombre de Mascota…...
Un silencio cargado los envuelve mientras las bebidas llegan.
Caliop (suspirando): No me caes bien. ¿En qué me has metido?
Max: Nadie te obliga a seguir.
Caliop (murmurando): Pero no puedo ignorarlo.
Max: ¿Qué viste en la funda del disco?
Caliop (mirando su vaso): Una constelación... la más lejana que conozco.
Max (asintiendo): Entonces vamos a necesitar ayuda... la de un troll.
Caliop (riendo sarcástica): Genial, ¿qué sigue? ¿Sirenas?
Max( riendo suavemente): Ya llegaremos a eso.
Caliop que ya termino su bebida pide otra haciendo un gesto con la mano:¿cómo vamos a encontrarlo?”.
Max:“Esa es la parte fácil, sé exactamente dónde está”.
Caliop:“¿Pariente tuyo?”.
Max:“Lo sé como supe dónde estabas tú o Yago”.
Caliop :“No me caes bien”, dice ella, terminando otra copa.
Max:“¿Vas a embarcarte en esta aventura o prefieres que desaparezca?”.
Caliop, claramente ebria: “Claro, vamos a ver a tu pariente el ogro...”.
Max“Troll”.
Caliop“:¿Qué?”.
Max:“Troll, no ogro”.
Caliop“Lo que sea”haciendo otro gesto para que le rellenen el baso
tras un rato El mendigo deja dinero arrugado sobre la barra. Caliop lo sigue tambaleándose fuera.
Camarote del Barco – Amanecer
El suave balanceo despierta a Caliop. Dagmar lame su rostro y ella, con los ojos entrecerrados, se queja.
Caliop(murmurando): ¿Estamos... flotando?
Max (desde un rincón): Rumbo a Siberia.
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