Exterior - Taller Mecánico

Un edificio envejecido, flanqueado por vehículos oxidados y botes pesqueros medio desguazados, se alza entre el olor penetrante a aceite quemado y hierro corroído. Carteles en cirílico cuelgan precariamente sobre la puerta. Es el tipo de lugar donde cualquier cosa con motor encuentra una segunda vida.

Interior - Taller

El desorden es absoluto: piezas de motor desperdigadas, latas de aceite abiertas y una vieja radio cuelga de un alambre, soltando música rusa mezclada con estática. Las paredes, manchadas de grasa, están cubiertas por pósters descoloridos de modelos de coches y calendarios antiguos. Bajo un camión destartalado, el sonido metálico de llaves y tuercas rompe el silencio.

Caliop, agotada y con la mochila a cuestas, suelta un suspiro frustrado mientras la deja caer al suelo con un golpe sordo.

MAX (en ruso, con tono firme) ¡Viktor!

El ruido bajo el camión se detiene abruptamente. Una voz ronca murmura algo en ruso antes de que un hombre corpulento, de rostro curtido y barba descuidada, se arrastre desde debajo del vehículo. Su mirada dura se suaviza al cruzarse con la de Max. Se acercan lentamente, con tensión palpable... hasta que, de repente, se funden en un abrazo fraternal, riendo estruendosamente.

CALIÓP ¿Hola... chicos?

Max se separa del abrazo, recuperando su compostura habitual.

MAX Viktor, ella es Caliop. Experta en astrología. Caliop, él es Viktor, mecánico y... contrabandista a tiempo parcial.

Viktor se limpia las manos grasientas en un trapo sucio antes de estrechar con firmeza la mano de Caliop.

VIKTOR El placer es mío. Si amiga de Max, eres mi amiga. Sentirte en casa.

Se dirigen hacia una mesa desvencijada rodeada de sillas improvisadas. Viktor se acomoda en un asiento de camión, como si fuera un trono, y grita con voz profunda:

VIKTOR ¡Iván!

Un joven regordete, cubierto de tatuajes y con un mono manchado de grasa, aparece casi inmediatamente. Tras un intercambio breve y brusco en ruso, Iván desaparece y regresa con una bandeja llena de dulces locales, una botella de vodka y vasos pequeños.

CALIÓP No, gracias. La última vez que bebí algo así... desperté en otro continente.

Viktor lanza una carcajada y moja un dulce en su vaso de vodka antes de morderlo con satisfacción.

VIKTOR Si Max aquí, significa dos cosas: dinero para mí y problemas para ti.

Max sonríe ligeramente, ignorando la provocación.

MAX Necesito un vehículo robusto. Vamos al bosque, zona rocosa. Algo discreto. Equipo de supervivencia y... tú, si estás disponible.

Viktor se rasca la barba con su mano grasienta, pensativo.

VIKTOR Puedo mover... ¿cómo se dice? ¿Hilos? Equipo es caro, no barato. Pero Iván... casi gratis.

MAX Nunca fuiste barato.

Viktor levanta una mano, mostrando un muñón, su expresión medio seria, medio en broma.

VIKTOR ¿Ves esto? Culpa suya. Y si necesitas más pruebas... (Empieza a desabrocharse el cinturón.)

CALIÓP (con manos en la cara, avergonzada) ¡Vale, vale! ¡Ya lo entendí!

Viktor sonríe divertido, mostrando un diente de oro.

VIKTOR Pago en oro. Doble. Sobornos aquí caros. Equipo alquilado, si se pierde... más caro.

MAX Trato.

Se estrechan la mano con una fuerza casi titánica, sellando el acuerdo.

VIKTOR Esta noche dormís aquí. Mañana, partimos temprano.

Mientras Viktor grita órdenes a Iván, quien corre torpemente por el taller, el lugar se llena con el sonido de risas roncas, música rusa y el inconfundible aroma de aceite y aventura.

Tras cerrar el trato en el taller mecánico, Viktor guía a Max y Caliop a través de un sendero nevado y estrecho hacia su casa, un refugio rústico de madera y piedra, aislado entre árboles y envuelto en el silencio de la noche siberiana. Las luces cálidas de la vivienda son un contraste reconfortante frente al frío penetrante del exterior.

Interior - Casa de Viktor

La casa es acogedora y refleja la personalidad aventurera de Viktor. Las paredes están decoradas con recuerdos de viajes, herramientas colgadas y algunos trofeos de caza. Cada paso sobre el suelo de madera envejecida viene acompañado de un suave crujir.

Viktor, con una sonrisa amplia, señala hacia arriba.

VIKTOR Arriba, habitaciones listas. Caliop, la tuya a la derecha. Max, ya sabes dónde. Descansen bien, mañana será largo día.

Caliop asiente agradecida y sube por una escalera chirriante, arrastrando el cansancio acumulado del viaje. Empuja la puerta de su habitación, encontrándose con una estancia sencilla pero acogedora: una cama grande cubierta por una colcha de lana gruesa, muebles de madera oscura y una ventana empañada que deja ver la noche helada. Deja caer su mochila al suelo y, al probar el colchón, sonríe con alivio.

Se dirige al pequeño baño adjunto, cuya puerta entreabierta revela un lavabo sencillo y un espejo empañado. Al cerrarla, se escucha el sonido del grifo correr mientras se lava los dientes.

La cámara permanece en la habitación. El pomo de la puerta principal gira lentamente, la madera cruje suavemente. La puerta se abre despacio, e Iván, medio en sombras, asoma la cabeza. Sus ojos se deslizan por la habitación hasta detenerse en la mochila de Caliop. Con pasos sigilosos, se acerca y rebusca en su interior, encontrando un reloj de pulsera.

El chasquido suave de la puerta del baño interrumpe su búsqueda. Caliop emerge, y la sorpresa la congela momentáneamente. Su mirada se cruza con la de Iván. Un instante de tensión domina la habitación.

Iván levanta las manos ligeramente, mascullando torpemente en ruso, intentando calmar la situación mientras retrocede un paso.

Un gruñido profundo corta el silencio. La cámara gira hacia la puerta entreabierta, donde brillan dos ojos en la penumbra. La silueta de Dagmar se perfila, pelaje erizado y colmillos descubiertos en una amenaza muda. Su gruñido es un aviso primordial.

Caliop, sin apartar la vista de Iván, habla con una calma fría:

CALIÓP Más te vale salir de aquí como alma que lleva el diablo y no volver a acercarte a mí.

Dagmar, como si comprendiera cada palabra, lanza un ladrido feroz que resuena como un trueno. Iván retrocede, trastabilla y, entre torpes maldiciones en ruso, desaparece por la puerta, cerrándola tras de sí.

Caliop suspira profundamente, recargándose contra la pared. Luego se inclina, acariciando la cabeza de Dagmar, que mueve la cola con devoción.

CALIÓP Vale, amigo. Te perdono lo del barco. ¿Te quedas a dormir conmigo esta noche?

Dagmar responde con una lamida efusiva que le arranca una carcajada.

CALIÓP ¡Vale, vale! Ya entendí.

La cámara se aleja lentamente, dejándolos en la cálida intimidad de la habitación mientras la noche siberiana sigue su curso silencioso y misterioso.

 Exterior de la casa de Viktor – Amanecer

Una imponente casa rústica de madera y piedra se alza entre los pinos cubiertos de nieve, robusta y curtida por el paso del tiempo. El aliento se convierte en vaho en el aire gélido de la mañana. Max, con su mochila al hombro y paso firme, cruza el pórtico, seguido por Caliop, que se envuelve en su abrigo con incomodidad por el frío.

Viktor espera junto a los escalones, manos en los bolsillos, con semblante serio pero amistoso.

VIKTOR доброе утро (Buenos días). Aquí tienen el equipo solicitado. También los sobornos —(entrega unos documentos a Max)— Las autoridades no deberían molestarlos. Además, hay víveres para varios días. Iván está terminando de cargar el camión. Acompáñenme.

Garaje – Poco después

Entre sombras aceitosas y el olor persistente de aceite quemado, reposa un viejo camión militar, su chasis marcado por años de duro servicio. Iván, de manos ásperas y expresión hosca, carga cajas y mochilas con movimientos bruscos y decididos.

Max observa el vehículo con una ceja arqueada, claramente dudoso.

VIKTOR (golpeando el capó con una sonrisa nostálgica) Lo importante es lo que lleva dentro. La vieja Nikkita siempre regresa a casa.

CALIÓP (con cierta inquietud) ¿Tú no vienes con nosotros?

Viktor, dando la espalda, levanta el muñón de su mano a modo de despedida.

VIKTOR No. Buen viaje... y suerte. La necesitarás, chiquilla.

Carretera – Vista aérea

El camión avanza lentamente por un camino irregular de barro y piedras, abriéndose paso con dificultad entre la inmensa taiga siberiana. Un océano de abetos y montañas cubiertas de niebla engullen el horizonte, implacables y silenciosos.

Punto final del trayecto – Al anochecer

Iván detiene el camión con un frenazo brusco. Sale, fuma un cigarro con indiferencia mientras arroja el equipo desde la parte trasera.

MAX Montaremos el campamento antes de que caiga la noche.

CALIÓP (quejándose) ¿Es muy lejos?