EXT. AERÓDROMO CLANDESTINO – VISTA PANORÁMICA
El aeródromo es un claro en medio de la vastedad nevada, donde el viento arrastra copos perezosos sobre la pista improvisada. Una avioneta biplaza aguarda con el motor encendido, su fuselaje gastado testigo de incontables vuelos al margen de la ley.
Viktor, William (Max), Iván y Caliop están de pie junto al avión, envueltos en el aire helado. Iván, con su habitual ceño fruncido, carga las mochilas en la bodega mientras silba una melodía rusa sin aparente preocupación.
Viktor se ajusta el abrigo y mira a William con esa mezcla de respeto y resignación que solo se tiene por viejos amigos.
VIKTOR(con una sonrisa torcida)—William, como siempre, un placer hacer negocios contigo… Sabes que te aprecio, pero aprecio más tu oro. (Se ríe) Espero tardar en verte.
Los dos hombres se dan un apretón de manos firme, ese gesto entre mercenarios que dice mucho sin necesidad de palabras.
Viktor se gira hacia Caliop y la estudia un instante antes de sonreír con sinceridad.
VIKTOR—Un placer conocerte, Caliop. Cuídate.
Sin previo aviso, la toma de los hombros y le planta tres grandes besos en las mejillas, como dicta la tradición rusa.
Caliop se queda rígida, no acostumbrada a tanta efusividad, y su rostro se sonroja inevitablemente.
CALIÓP(titubeando)—Esto ha sido… interesante. Te mandaré una postal.
Viktor suelta una carcajada y le guiña un ojo antes de dar un paso atrás.
VIKTOR—Había muchos pilotos para llevaros… pero no sé por qué Iván insistió tanto en ser él.
Caliop levanta una ceja y mira de reojo a Iván, que abre la portezuela de la avioneta con un golpe seco.
Dagmar, sin dudar, sube el primero con la agilidad de quien ya ha hecho esto antes.
William le sigue, con un gruñido al subir el pie en el ala. Justo cuando Caliop va a subir, se detiene un instante. Mira a Iván, mete la mano en su bolsillo y se quita el reloj.
El mismo reloj que casi le robó en su habitación.
Sin decir una palabra, se lo extiende a Iván.
El ruso parpadea sorprendido… luego, su rostro se ilumina con una sonrisa de pura satisfacción. Lo toma con cuidado y lo hace girar en su mano. Murmura algo en ruso, un agradecimiento o una broma interna que solo él entiende.
Luego, sin perder el tiempo, salta al asiento del piloto, arranca los motores con un rugido mecánico y saca una cerveza de su abrigo.
La abre con los dientes, se la bebe de un trago y, mientras los motores rugen, empieza a cantar en ruso con voz potente.
William y Caliop se miran entre sí, ambos con el mismo pensamiento en sus rostros:
"Este viaje puede ser peor que la taiga."
El avión acelera sobre la pista y, con un último estertor, se eleva en el cielo siberiano.
INTERIOR – APARTAMENTO DE CALIOP – DÍA
Caliop, en su elegante apartamento de diseño moderno, termina de arreglarse frente al espejo. Toma su bolso y se dirige al garaje, donde su deportivo la espera. El motor ruge al encenderse, y ella sale del edificio con determinación.
EXTERIOR – PARQUE URBANO – DÍA
En un banco, Max (William) está sentado junto a Dagmar, su fiel pastor suizo blanco. Caliop se detiene frente a ellos con su coche.
CALIOP (con una sonrisa) —¿Te llevo?
Max asiente, se levanta y ambos suben al vehículo.
MAX (con nostalgia) —Como en los viejos tiempos.
CALIOP (con firmeza mientras conduce) —Repasemos lo que sabemos y nuestro acuerdo para asegurarnos de que todo esté claro. Yo continúo con mi vida: mis clases y seminarios. Tú no te entrometes en ella, y yo te ayudo, pero sin sorpresas.
MAX (asintiendo) —Entendido, Caliop. Pero debes saber que esto conlleva peligros. Y, por favor, mientras estemos aquí, llámame Max.
CALIOP —De acuerdo. Ahora, sobre Aman. Sabemos que busca el objeto y que puede influir en nuestro mundo, como cuando averió mi coche, y que puede vigilarnos. Eso significa que nos necesita. Además, según Grendel, no deberíamos usar el vinilo. Necesitamos entender por qué busca ese objeto; podría estar mintiéndonos.
MAX —Exacto. Sé que puede observarnos, pero no siempre. La advertencia de Grendel me sorprendió; si un ser ancestral como él nos advierte, debemos tener cuidado. Pero es mejor que el objeto esté en nuestras manos que en las de esos tipos que también lo buscan. Sé que, al igual que yo, sientes la necesidad de desentrañar este misterio. Por eso, estoy seguro de que Aman nos eligió, no solo por nuestras habilidades.
CALIOP —Muy bien. Entonces, ¿la siguiente parada es la tienda de música?
MAX —No, primero debemos recoger a Iván.
CALIOP (sorprendida) —¿Aún está aquí?
MAX —Sí, quiere comprar algunas cosas antes de irse. Cosas que aquí se consiguen en un supermercado, pero allá son contrabando y... bueno, alguna que otra que no se encuentra en un supermercado.
EXTERIOR – CENTRO COMERCIAL – DÍA
Caliop aparca en la entrada. Iván, con zapatillas deportivas llamativas, pantalón de chándal y una camiseta de "El precio del poder" citeturn0search12, sostiene dos grandes bolsas de compras. Max baja del coche y le ayuda a guardarlas en el maletero.
Iván, con su corpulenta figura, tiene dificultades para acomodarse en el asiento trasero junto a Dagmar, que gruñe por el espacio reducido.
CALIOP (con una mezcla de diversión y resignación) —Espero que nadie que me conozca me vea con vosotros. Ahora sí, próxima parada: la tienda de música.
El coche se pone en marcha, dirigiéndose hacia su destino.
EXTERIOR – FACHADA DE LA TIENDA DE MÚSICA – NOCHE
El coche deportivo de Caliop se detiene frente a lo que solía ser una tienda de música. Ahora, un rótulo de neón en la fachada anuncia: "The World's End". La entrada ha sido reforzada con un pórtico de seguridad, y un fornido portero custodia la puerta.
Caliop, Max y Dagmar descienden del vehículo, observando con asombro la transformación del lugar.
CALIÓP (con sorpresa) —Max, esto no me lo esperaba.
MAX (esbozando una sonrisa) —¿Una copa, Caliop? Entremos y hagamos algunas preguntas.
Se acercan a la entrada, pero el portero extiende una mano, deteniéndolos.
PORTERO (firme) —Lo siento, solo se puede entrar con invitación.
Caliop busca en su bolso, saca un fajo de billetes y se lo muestra.
CALIÓP —¿Esto sirve como invitación?
MAX (interviniendo) —Conocíamos al antiguo propietario. Solo queremos hacer unas preguntas.
PORTERO (impasible) —Aunque conocieran a la reina de Inglaterra, sin invitación no entran.
De repente, Iván emerge de las sombras, situándose frente al portero. Su imponente figura eclipsa al guardia, a pesar de su tamaño considerable. Iván levanta su puño, mostrando los nudillos tatuados con la palabra "DEAD".
IVÁN (con voz grave) —¿Invitación?
El portero, intimidado, traga saliva y da un paso atrás, abriendo la puerta con deferencia.
PORTERO —Adelante, por favor.
El grupo entra al club, dejando al portero aliviado tras ellos.
Lo que alguna vez fue una tienda de música ahora vibra con la energía de un club nocturno. A pesar de las reformas, aún conserva su esencia: vitrales antiguos en el techo, instrumentos colgados en las paredes y vinilos enmarcados como reliquias. Luces de neón bañan el local con tonos púrpura y azul eléctrico, mientras el murmullo de conversaciones, el tintineo de vasos y el golpe seco de las bolas de billar llenan el ambiente.
Caliop, Max e Iván cruzan la entrada. A su paso, las miradas se clavan en ellos, no con curiosidad, sino con recelo. No encajan allí. Son forasteros en territorio ajeno.
Dagmar olfatea el aire y estornuda.
LIDIA(tras la barra, con una sonrisa afilada)—Estaba esperando este momento.
Caliop y Max intercambian una mirada. Iván, imperturbable, se acerca y se sienta en un taburete sin pedir permiso.
IVÁN(con voz grave y seca)—Vodka.
Lidia, con su cresta plateada y los laterales de la cabeza rapados, viste con una estética punk que grita rebeldía. Sirve la bebida sin perder su actitud desafiante.
LIDIA(mientras le desliza el vaso)—Por lo que vi en las cámaras de seguridad, eres un tipo que sabe lo que quiere, grandullón. Puede que tenga un puesto de seguridad disponible si te interesa.
Iván bebe de un solo trago y deja el vaso en la barra con un golpe seco.
IVÁN—Más vodka.
Lidia ríe y vuelve a servirle.
CALIÓP—Disculpa, pero nos gustaría hacer unas preguntas. Conocíamos al antiguo propietario y...
Lidia levanta una mano y la interrumpe con una sonrisa cínica.
LIDIA—Mira, guapa. Eres el estereotipo de mujer que perpetúa el patriarcado. Con ese look de niña bien y ese bolsito caro... Aquí, las preguntas las hago yo.
Caliop aprieta la mandíbula y su expresión se endurece.
CALIÓP(sarcástica, mordaz)—Ah, claro. Y tú eres la típica que culpa al sistema de su mediocridad mientras sirve copas.
La tensión se corta con un cuchillo. Max reacciona antes de que la situación escale.
MAX(firme, con tono de advertencia)—Suficiente.
Hace un leve gesto con la cabeza hacia la pared detrás de la barra. Caliop sigue su mirada y entonces lo ve: enmarcado como una pieza de colección, el vinilo.
MAX(con diplomacia)—No estamos aquí para discutir. No queremos problemas. Solo respuestas.
Lidia inclina la cabeza y su expresión cambia.
LIDIA(con una sonrisa lenta)—Vale, guapo. Debo admitir que me gusta tu estilo.
Le guiña un ojo antes de cruzarse de brazos.
LIDIA—Sé quiénes sois. Mi abuelo tenía cámaras dentro de la tienda. Sé que estuvisteis aquí el día de su muerte. Algo pasó, algo de lo que el gobierno jamás hablaría.
Caliop frunce el ceño.
LIDIA(con un deje de tristeza)—Se arrastró hasta ese vinilo, lo abrazó hasta su último aliento. Nunca entregué los videos a la policía, esos perros del sistema.
Hace una pausa y mira a Caliop con una mezcla de desafío y orgullo.
LIDIA—La tienda no era suya. Yo pagaba las facturas. Lo mantenía aquí porque lo quería… y porque siempre creí en sus historias.
Se inclina hacia Max, con una intensidad calculada.
LIDIA—Así que sí, guapo. Las preguntas las hago yo. Porque creo que me debes algo más que respuestas.
Caliop cruza los brazos y sonríe con burla.
CALIÓP—Pues Max no es precisamente un hombre muy hablador.
Max se sienta en la barra, suspira y finalmente cede.
MAX(con voz grave)—Ese vinilo es un artefacto peligroso. Permite comunicarse con una entidad de otro plano.
Lidia lo mira con interés genuino.
MAX—Los que atacaron a tu abuelo lo querían. Él fue un hombre valiente. Un hombre de honor.
Caliop chasquea la lengua, molesta.
CALIÓP—Ahora sí te has vuelto un libro abierto…
Max ignora la pulla y saca de su bolso la funda del vinilo. La desliza sobre la barra. En su portada hay constelaciones y ecuaciones matemáticas complejas.
Lidia la observa, pero no la toca.
LIDIA(mirando fijamente a Caliop)—Suficiente, niña pija.
Sin previo aviso, Lidia salta la barra y se adelanta hacia una puerta trasera.
LIDIA—Tenemos mucho de qué hablar. Acompañadme.
Al pasar junto a Max, le da una palmadita en el trasero antes de seguir caminando.
Max levanta las cejas, pero no dice nada. Caliop, Iván y Dagmar la siguen con cautela.
Lidia llega a una puerta con un cartel que dice "Almacén". Da unos golpes rítmicos, casi como un código. Un sonido de cerraduras girando se escucha del otro lado.
La mirilla de la puerta se desliza. Un par de ojos oscuros observan desde dentro.
Tras un momento de evaluación silenciosa, la puerta se abre.
Un hombre delgado, sin camisa, con tatuajes tribales recorriendo su torso y múltiples piercings en la cara, los recibe con una mirada de pocos amigos.
Descienden unas largas escaleras. La luz es tenue, con un zumbido eléctrico constante.
Lidia aparta una gruesa cortina roja con ambas manos y, con auténtico orgullo, extiende los brazos.
LIDIA—Bienvenidos a la cueva de los hacktivistas del fin del mundo.
Ante ellos, un búnker subterráneo cobra vida: servidores rugiendo en las esquinas, cables enredándose por el suelo como serpientes, mesas llenas de pantallas con líneas de código en constante movimiento. Personas sentadas, tecleando con intensidad, rodeadas de monitores que parpadean con información confidencial.
Una red clandestina, oculta bajo la ciudad.
Caliop y Max se miran.
Esto acaba de volverse mucho más grande.
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