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El Espectro Negro [BL]

VI.I. Rumores del Espectro Negro.

VI.I. Rumores del Espectro Negro.

Aug 01, 2025

Nil respondió con precisión, sin dudar, como si la historia la hubiera contado mil veces.

—Tres hombres me asaltaron en el camino. Eran inexpertos, nerviosos. Me ofrecí a darles dinero, pero creyeron que iba a sacar un arma y se lanzaron sobre mí.

—¿Cómo eran? —Giovanni anotaba cada palabra, convencido de que tenía el control.

—Jóvenes. Uno de ellos tenía ojos grises.

Giovanni apretó más la pluma.

—¿Y la herida de bala?

Paso dos: hazlo ver.

Nil deslizó los dedos con calma sobre los botones de su camisa y, uno a uno, los desabrochó lentamente. No solo la parte inferior. Toda la prenda.

Giovanni sintió el cambio en el aire de inmediato.

Las velas parpadeaban sobre el escritorio, proyectando sombras alargadas en la oficina, bañando la piel de Nil en un resplandor cálido y traicionero. La luz resbalaba sobre su clavícula, descendía por su pecho y delineaba cada curva de su abdomen esbelto, hasta perderse en la penumbra, donde la tela aún colgaba de sus hombros.

Giovanni se tensó.

—No es necesario que...

—Si lo es. — hablo bajo, con un tono aterciopelado. Mientras su mirada se volvía osada.

Nil se giró lentamente, dejando que la camisa se abriera más con el movimiento. La cicatriz en su costado quedó expuesta, rojiza, fresca, la única imperfección en una piel que no tenía derecho a ser tan jodidamente llamativa bajo la luz de las lámparas.

Y entonces movió la mano.

No de manera obvia. No como si lo hiciera a propósito. Pero lo suficiente para que la mirada del alguacil recorriera la línea de su cintura... bajara por la curva de su espalda... y terminara en su trasero.

La respiración de Giovanni se aceleró, sintió un calor extraño instalarse en su pecho y un cosquilleo en el estómago. El aire se volvió más pesado.

Esto es un interrogatorio.  Se reprendió mentalmente el alguacil.

Se forzó a fijar los ojos en la herida, en la piel marcada, en cualquier cosa que no estuviera iluminada de esa maldita manera.

—Me dispararon en un pueblo. —Nil rompió el silencio con su voz suave—. No fue un asalto. Fue un hombre... un agricultor.

Giovanni entrecerró los ojos.

—¿Por qué te disparó?

Nil bajó la mirada, con la expresión de alguien que carga con demasiado peso.

—Porque no pude salvar a su hija.

El alguacil parpadeó.

Nil suspiró y deslizó la camisa sobre sus hombros otra vez, pero sin abrocharla del todo.

—Viajé a su pueblo cuando la niña ya estaba demasiado grave. Hice lo que pude, pero... no bastó.

Giovanni soltó el aire lentamente.

Era creíble.

Era jodidamente creíble.

Nil se volvió a girar con una lentitud exasperante, recogiendo los últimos botones de su camisa sin apartar los ojos de él.

—Por eso no quise hablar del tema antes. ¿Cómo se supone que explico algo así?

Y ahí estaba.

Esa última estocada a su conciencia.

Porque, aunque Giovanni intentaba mantenerse frío, ya no podía distinguir si el peso en su pecho era por la historia de Nil... o por lo que acababa de ver.

Nil sonrió apenas.

Paso tres: REMATARLO.

Giovanni se arrepintió en el instante en que Nil empezó a caminar en su dirección.

El boticario rodeó el escritorio con la calma de un depredador bien alimentado, sin perderlo de vista en ningún momento, mientras la yema de sus dedos se deslizaba sobre la madera del escritorio, marcaba el compás de sus pasos, un roce sutil, casi descuidado. Giovanni debería haberse levantado, poner distancia... pero no lo hizo.

Nil se detuvo a su lado. Se sentó sobre el borde de la mesa, con una seguridad irritante, y cruzó una pierna sobre la otra, inclinándose apenas hacia él.

—¿Alguna vez te llamaron asesino, alguacil?

La pregunta lo golpeó de frente.

Nil sonrió con suavidad, pero sus ojos no tenían rastro de burla.

—¿Alguna vez un padre de familia te dijo de hasta lo que te ibas a morir con el cuerpo de su hija en brazos?

Giovanni no supo qué responder.

Su garganta se secó. La manera en que Nil la decía, le hacía perder el aliento, sin pestañear. Sin dudar. Como si hubiera visto la muerte de cerca más veces de las que podía contar.

Giovanni abrió la boca, pero antes de que pudiera decir algo, Nil se inclinó más hacia él.

Un par de centímetros más...

Giovanni tensó los músculos.

Nil estaba tan cerca, que por un instante...

Por un instante, pensó que iba a besarlo.

Y su cuerpo reaccionó antes que su mente.

Su respiración se hizo más lenta, su pulso más fuerte. Si Nil se movía solo un poco más...

Pero no.

Nil se acercó justo lo suficiente para que su aliento le rozara el oído.

—Te perdono por dudar de mí, Giovanni.

Su nombre.

Su maldito nombre.

Dicho de esa manera.

Susurrado con una suavidad venenosa que lo hizo estremecerse.

Giovanni tragó saliva con fuerza.

Y Nil lo sintió.

Lo supo.

Se enderezó como si nada hubiera pasado, observándolo con esos malditos ojos que lo atravesaban sin permiso.

Sonrió, lento.

—Es nuestro secreto, alguacil.

Y antes de salir le guiñó un ojo.

Como si no acabara de hacer que a Giovanni se le erizara cada vello de su piel.

La puerta se cerró.

Y Giovanni no pudo moverse por un largo rato, el alguacil sentía que le faltaba el aire.

Su pecho subía y bajaba como si hubiera corrido por todo el maldito pueblo de Arcelia.

Pero no era cansancio.

Era él.

Era Nil.

Ese hijo de la chingada.

Giovanni cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes.

¿Cómo había dejado que pasara otra vez?

¿Cómo chingados había permitido que Nil volviera a meterse en su espacio, en su cabeza, en su maldito cuerpo?

Se llevó una mano al rostro, sintiendo el calor en sus mejillas, como si le hubieran prendido fuego.

No.

No era posible.

¡No podía ser posible!

Nil había jugado con él, ¡Desde el principio!, ¡Claro que sí! Lo había hecho a propósito, con esa maldita sonrisa, con ese tono de voz que se deslizaba como veneno.

Y lo peor...

Lo peor no era que Nil hubiera jugado con él.

Lo peor era que él lo había dejado.

Porque la primera vez se convenció de que no tenía opción.

Nil lo estaba revisando en el consultorio.

Nil lo estaba tocando solo porque era necesario.

Pero ahora...

¿Ahora? ¿Cuál era su excusa esta vez?

Nil se había desabotonado la camisa frente a él.

Había dejado que la tela resbalara de sus hombros con deliberada lentitud.

Había mostrado esa piel pálida con una maldita intención.

Y Giovanni...

No había mirado a otro lado.

No había apartado la vista.

Ni siquiera lo había empujado.

Sus puños se cerraron con frustración, al grado de emblanquecer sus nudillos por la presión. ¿En qué momento perdió el control de la situación?

Nil solo quería jugar con él.

Y lo peor era que... lo estaba logrando.

El sol comenzaba a caer cuando Roberto llegó a Iguala, un pueblo más grande y bullicioso que Arcelia, donde el sonido de los martillos en la herrería y las voces en el mercado aún resonaban a pesar de la hora. El aire olía a tierra húmeda y humo de leña, mezclado con el inconfundible aroma de sudor y tabaco que flotaba en las calles.

Roberto se dirigió directamente a la jefatura, un edificio sólido de adobe con puertas reforzadas. No era la primera vez que pasaba por ahí, y el alguacil de Iguala, Donoso, lo recibió con una inclinación de cabeza y una mirada inquisitiva.

—Roberto. No esperaba verte por aquí.

—Vengo por información. —Roberto se quitó el sombrero y lo sacudió, dejando caer el polvo del camino—. Me enteré de un asalto en los caminos, cerca de Arcelia. Una gavilla atacó una diligencia.

Donoso asintió y buscó entre los documentos apilados en su escritorio.

—Sí, aquí está. Fue hace poco más de una semana. Los pasajeros iban para Iguala, pero pasaban cerca de Arcelia cuando fueron atacados. No hubo muertos, pero los pasajeros quedaron malheridos. Se llevaron dinero, caballos... y lo más raro, documentos.

Roberto entrecerró los ojos.

—¿Documentos?

—Papeles oficiales. Nada que pudiera venderse en un mercado común.

Eso no encajaba con el Espectro Negro que él conocía, le sonaba más a que habían tomado cualquier cosa que pudiera ser valiosa.

Roberto tomó el reporte y lo leyó con calma. Testimonios de los sobrevivientes, detalles del ataque. Los testigos hablaban de un líder agresivo, que gritaba órdenes y disparaba sin pensar.

Eso no le cuadraba, Roberto levantó la mirada.

—Tenía entendido que el líder era calmado y calculador. Alguien meticuloso, que no actuaba sin pensar.

Donoso negó con la cabeza.

—Eso fue lo que dijeron al principio, pero ya sabes cómo es el impacto después de un ataque. Seguro estaban confundidos. Y más aparte, estuvieron harto rato bajo el sol, no debían estar pensando claramente.

Roberto frunció el ceño.

El Espectro Negro original no era impulsivo.

No gritaba. No actuaba sin calcular. Desde el principio le parecía sospechoso que un mercenario cambiara los asaltos nocturnos por asaltos en pleno día. Y le pareció aún más extraño que, después de casi más de una década trabajando solo, así de repente, prefiriera el dirigir una gavilla.

Y, sin embargo, aquí estaba su nombre asociado a un ataque demasiado torpe.

—¿Algún testigo dio una descripción?

Donoso tomó una hoja y la deslizó sobre la mesa.

—Algunos recordaron más detalles que otros, pero todos coinciden con los siguientes. Ojos grises claros, una cicatriz que le atraviesa el ojo izquierdo, cabello rizado castaño como la miel.

Roberto apretó la mandíbula.

El verdadero Espectro Negro era meticuloso, metía las manos solo cuando era necesario. Este impostor... no.

Un impostor manchando el nombre de un fantasma.

Roberto bajó el papel lentamente, con una expresión sombría.

Si este hombre no era el original, entonces...

¿Dónde estaba el verdadero Espectro Negro?

Y lo más importante...

¿Sabía que alguien más estaba usando su nombre?

sammcarb
Histuji-sam

Creator

Solo para aclarar. Porque no sé si lo hice bien (? Nil se inventó la historia del disparo por no salvar a una niña.

#BL_mexicano #slow_burn #mexican_BL #bl #yaoi #drama #alguacil #mercenario #mexico_1920

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En tiempos de revolución y tierra roja, Nil, un mercenario conocido como El Espectro Negro, es herido tras un asalto y encuentra refugio en Arcelia. Para sobrevivir, adopta la identidad de un boticario errante.

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