Camino por los pasillos del hospital con una energía que no sentía desde hace días. Apenas he tenido que esperar unos minutos antes de que llegase mi turno.
Al abrirse la puerta de la consulta, me encuentro una cara familiar. Es el enfermero que entró en la sala el día del altercado con Jang Ho-sik.
Me recibe con una expresión profesional, más relajada que la última vez.
—Tae-han, ¿verdad? —dice mientras revisa la ficha en la tableta—. Siéntate, vamos a ver esa mano.
Me siento en la camilla y extiendo el brazo hacia él, que retira la venda con calma.
—Ha cicatrizado bastante bien —comenta, tras unos segundos de observación.
Pero su expresión cambia, como si estuviese dándole vueltas a algo.
Mientras coge el instrumental que tenía preparado para retirarme los puntos, menciona con tono casual:
—Por cierto, gracias por lo que hiciste aquel día.
No levanta la vista.
—Pudo haber salido peor, tuviste mucha suerte.
—En el momento no lo pensé… Supongo que cualquiera habría hecho lo mismo.
Él esboza una sonrisa algo amarga.
—No estoy tan seguro de eso.
Antes de que pueda responder, alguien llama brevemente a la puerta y abre. Entonces una voz familiar llena el espacio.
—Oh, Tae-han.
Levanto la vista y ahí está Yoon Seol-hwa, entrando con paso seguro. El uniforme impecable contrastando con la naturalidad de su tono.
—¿Cómo te está tratando Hae-seok? —pregunta, moviendo la cabeza en dirección al enfermero con una leve sonrisa.
Él le lanza una mirada con expresión fingidamente ofendida.
Sonrío, divertido.
—Parece que sabe lo que hace.
Seol-hwa suelta una pequeña risa antes de cerrar el cajón de donde saca un par de utensilios. Los guarda en el bolsillo de su bata y se acerca a mí, inclinándose un poco.
Me toma la mano con naturalidad. Su ritmo cambia: de la eficiencia ágil de hace un momento a un toque más medido, más cuidadoso.
—A ver…
Su contacto es casi instintivo, sin dudas. Solo una seguridad aplastante que hace que me fije en cada gesto.
—Parece que ha curado bien —dice con satisfacción—. Sorprendentemente.
Levanta la vista hacia mí, el tono de su voz cargado de sarcasmo.
—Es gracias a ti.
La respuesta me sale natural y, por un momento, algo cambia en su expresión. Pero pasa rápido. Con un leve movimiento de cabeza deja mi mano de nuevo al enfermero y cambia de tema.
—¿Qué tal te va por el barrio? —pregunta mientras abre un mueble y saca unos envoltorios.
Me encojo de hombros, relajando la postura.
—Bien, ya he podido explorarlo un poco. Aunque me gustaría apuntarme a un gimnasio, echo de menos entrenar.
Su expresión cambia sutilmente, como si el tema le interesara más de lo que esperaba.
—Hay uno bastante cerca de tu piso que está bien, es al que voy cuando tengo algo de tiempo libre. Te paso el nombre más tarde.
La conversación fluye como si estuviéramos en cualquier otro lugar.
De hecho, me había olvidado por completo del enfermero, que nos escucha con una mezcla de curiosidad y ligera incredulidad. Esboza una sonrisa, pero sus ojos se desvían un instante hacia mí antes de volver a su trabajo.
—Bueno, ya me dirás qué te parece si vas —añade ella antes de girarse hacia la puerta—. Cuídate.
Le devuelvo la sonrisa mientras la veo salir.
El ambiente en la sala cambia sutilmente con su ausencia. Hae-seok sigue con su trabajo, parece un poco… incómodo.
Tal vez mi cercanía con Seol-hwa estuvo fuera de lugar, pero hablar con ella así me parece lo más normal del mundo.
—Parece que te llevas bien con ella… —comenta mientras corta el último punto.
—Somos vecinos. Vive en el edificio de enfrente.
Parece procesar la información mientras aplica un poco de antiséptico en la herida.
—Ya veo…
La frase queda suspendida en el aire, con un matiz difícil de ignorar.
—Todo listo. Intenta no forzar mucho la mano durante un tiempo —dice, mientras se quita los guantes—. En unos días te olvidarás de que la herida estuvo ahí.
—Gracias, lo tendré en cuenta.
Me levanto y me ajusto la chaqueta.
Antes de salir, el enfermero se despide con una expresión profesional, pero en su mirada hay algo más… como si aún estuviera midiendo lo que ha pasado.
Cuando salgo del hospital, el aire fresco de la tarde me acompaña de regreso mientras pienso en ello.
Está claro que le preocupa Seol-hwa.
O… le gusta.
La verdad es que no me sorprendería.
Me pregunto si me enviará el nombre del gimnasio hoy.
Por alguna razón, la idea de recibir ese mensaje me hace sentir un poco menos solo en este lugar.

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