Pasaron algunos días desde la graduación. Era una mañana templada y tranquila. Elizabeth Diamont salió de su casa con una sonrisa ligera en el rostro, lista para usar por primera vez el auto nuevo que le habían regalado sus padres. Brillaba con elegancia en la entrada como símbolo de un futuro prometedor.
Justo cuando estaba por subirse, su padre, Oskar Diamont, salió apresuradamente por la puerta.
—Hija, ten cuidado con ese hombre —dijo en tono bajo, pero firme—. Tiene una mirada siniestra… Solo ten precaución, ¿de acuerdo?
—Lo tendré, padre —respondió Elizabeth con serenidad, aunque una leve sombra de duda cruzó su mirada.
En otro punto de la ciudad, Isaac Melac estaba sentado frente a su escritorio, hojeando documentos clasificados. Una pequeña luz azul titiló en su teléfono, anunciando una llamada. Al ver el nombre en la pantalla, sonrió.
—¡Hola, Elizabeth! Estaba esperando tu llamada.
—Estoy en la dirección que me diste —dijo ella con voz clara—. Preferí llamar antes que tocar el timbre.
—Descuida, voy enseguida —respondió él mientras observaba por una pantalla de seguridad su llegada.
Salió del edificio con actitud elegante y le abrió la puerta con una sonrisa calculada.
—Como te comenté, estamos trabajando en un proyecto muy ambicioso —dijo mientras desplegaba de nuevo el holograma de la armadura.
Elizabeth observó con atención el diseño. Su rostro se volvió crítico.
—El diseño es tosco y poco funcional —opinó—. Crearé un bosquejo para un modelo más ligero y eficiente. Si lo apruebas, te lo presentaré como demostración.
Isaac asintió, intrigado. Pero Elizabeth tenía algo más en mente.
—Quisiera trabajar con alguien de confianza. Un amigo que se especializa en software. Es brillante, incluso más que yo en su área.
La expresión de Isaac se endureció ligeramente.
—Este es un proyecto confidencial. Ya tienes ingenieros a tu disposición.
Elizabeth no se amilanó.
—Esos ingenieros no han resuelto lo más evidente. Mi amigo es diferente. Lo conozco desde la escuela, y es leal. Si quieres resultados, necesito a alguien de mi total confianza.
Isaac se frotó el mentón en silencio. Luego, con voz seca pero resignada, dijo:
—Está bien… Tráelo. Pero a nadie más.
—De acuerdo —respondió Elizabeth con firmeza.
Minutos después, Elizabeth marcó desde su teléfono. La voz de Chris Black respondió con energía:
—Hola, amiga. ¿Qué tal?
—Tengo un trabajo para ti. La paga es altísima y necesito tu talento como programador.
—¿Tiene que ver con el tipo de la graduación? —preguntó con desconfianza.
—Sí. Me explicó que diseñaremos armaduras para misiones especiales, como rescatar gente atrapada en minas.
—Hmm… Suena extraño. Pero iré. Tengo preguntas que hacer. Si algo no huele bien, nos retiramos juntos. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. ¿Puedes venir ahora? Puedes hablar con él directamente.
—Perfecto. Mándame la dirección por WhatsApp.
Chris subió a su auto minutos después, preocupado. Durante el trayecto, sus pensamientos lo inquietaban.
—¿Qué clase de empresa diseña armaduras para salvar personas? Suena demasiado heroico para ser real… —murmuró.
Al llegar al lugar, fue recibido por el mismo Isaac, quien lo saludó con una sonrisa firme. Detrás de él, Elizabeth lo esperaba con expresión serena, aunque atenta.
Chris bajó del auto sin perder tiempo y, disimuladamente, activó un pequeño dispositivo en su reloj inteligente. El aparato analizó rápidamente a su anfitrión.
Isaac Melac. Edad: 42 años. Especialidad: Ciencia. Origen: Árabe.
Isaac, lejos de molestarse, sonrió.
—Me parece excelente que investigues con quién vas a trabajar. Muy buena tecnología, por cierto.
—Gracias. Yo mismo diseñé el software. Es un reloj estándar, pero lo personalicé… Ahora, vayamos al punto. ¿Qué empresa es esta realmente?
—Somos Mechanic Corporation. Desarrollamos soluciones tecnológicas para situaciones extremas: ataques terroristas, desastres naturales… Olvidé comentarle eso a tu amiga.
Chris revisó rápidamente en su teléfono. La empresa era real. Incluso Isaac aparecía como ejecutivo y científico registrado.
—Bien —dijo finalmente, tras confirmar los datos—. Trabajaré con ustedes.
Ambos se estrecharon la mano. Isaac habló con tono ceremonioso:
—Bienvenido a Mechanic Corporation.

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