El vampirismo era una cosa curiosa, propia de la Tierra, como aprendería más adelante, a su vez que la inmortalidad era una condición: Debido a que ya no eras un ser humano común, esa estructura que la mayoría tenía que les hacía percibir el tiempo de manera orgánica, en su caso simplemente había desaparecido, parpadeó y se esfumó. Así pasaban dos décadas y no se sentía diferente.
En la Tierra había sido un mito tenebroso y antiguo, aunque nada grave pues cuando la dejó ya nadie había querido clavar estacas en su corazón, por suerte.
Con el tiempo y con la evolución, el planeta se volvió aburrido. Considerando que había colonias y otras civilizaciones descubiertas en digamos, el otro lado del universo, la exploración se volvió una parte encantadora de su naturaleza.
Por supuesto que eso fue hasta llegar a Ervanth, pintoresco planeta agradable, 80% de la población eran vampiros o hemófagos, que es como en términos que ella pudiera entender podrían categorizarse como raza, se lo habían explicado amablemente. En realidad se habían autodenominado Azzbeths y el resto eran Jazzbeths, en la Tierra serían gente común con cualidades altamente sensibles, si podía recordar bien esos términos. Cualquiera hubiera pensado, con su experiencia, que serían, ya sabes, comida.
Lo cual era un indicativo de su grado de incivilidad, que era decir mucho considerando que rondaba los 1700 años, había pensado que hacía por lo menos 1000 años había dejado de ser incivilizada. O eso le habían dicho al llegar a la estación de salto, el rostro del tipo que firmaba las entradas había sido cómicamente agradable.
Al parecer los vampiros, los seguía llamando así por costumbre, eran una raza muy vieja en ese cuadrante del universo, estaban relativamente cerca de la Tierra y debido a que no todos se adaptaban a su lento proceso de vida, huían a causar estragos a otros lados. No lo habían dicho así por supuesto, pero sabía leer entre líneas.
Usualmente eran atrapados pero había casos como en cualquier lugar en lo que eso no ocurría, así que fue una sorpresa, aunque no del todo, grata e interesante descubrir un pariente converso que venía de la Tierra. También fue muy conflictiva, porque de ese sitio solo recibían Mimos para el Museo Mind Palace, por lo cual tuvo que acceder a prolongar su estadía y educarse en sus maneras.
Fue usada como conejillo de indias, sus parientes más cercanos vivían en algunos planetas colonizados a dos o tres cuadrantes de distancia, por los susurros que había escuchado las conversiones ahí no ocurrían y la cuestión de la comida se aplicaba por completo.
Realmente fue divertido explicarles que el Vampiro que la convirtió la atacó en medio de la noche después de haber devorado sus animales, también fue entretenido decir como la obligó a matar personas para alimentarse y aumentar su poder.
El por qué de la actitud horrorizada se explicó debido a que en realidad la sangre no crecía en los árboles en ese sitio, pero brotaba de manantiales del centro del planeta, algo así como un tipo de petróleo rojo, pero las dosis de consumo eran mínimas o podían ser letales, los Jazzbeths estaban para eso, alimentaban con vida, impulsos de vida a un orgullo, una especie de congregación-grupo-secta si había entendido bien y eran atesorados y protegidos.
Un vampiro sin un Jazzbeth era entendible que se volviera loco y causará estragos por allá por donde fuera, haber forzado una conversión, en una raza con predisposición genética y no informarlo era prácticamente una violación y alta traición, hablar de asesinar por sangre bueno, mejor ni mencionarlo.
Todo el mundo ahí había estado tan horrorizado, incluso los Jazzbeths, eran tan amables y estaban tan tristes en su nombre que había sido muy incómodo. Incluso hubo retribuciones.
Y había un grupo que iría en busca de más de los suyos para intentar poner algo de orden y ayudar a quienes habían sido dañados, solo irían un par de miembros de los orgullos más grandes, liderarían la exploración los Jazzbeths y un grupo súper especial de vampiros para cuidarlos.
De algún modo imaginó lo desastroso que eso sería así que esa noche estaban ahí, el teatro Dragmamore era el lugar que albergaba el Mind Palace y se había puesto en contacto con la directora, ir patrocinado a la Tierra por ellos haría todo más fácil y discreto.
En secreto esperaba que pudieran disuadirlos, sus intenciones eran buenas pero tenía la palabra desastre escrito en grandes letras de neón.
—Morgan, querida, buenas noches. Luces espléndida.
—Uhm gracias Emha, lo siento me distraje un poco mirando.
—Oh querida, es entendible. No te preocupes, puedes explorar un poco y te buscaré cuando sea hora de la ópera, y en serio me encanta como ha mejorado tu aspecto. Sabía que Ellaihm sería bueno para ti.
—Lo fue, digo lo es. Gracias.
—No hay nada que agradecer, seguro querrás una vista del cielo esta noche, puedes ir a un balcón por ahí.
Emha señaló unas escaleras amplias y lujosas, le recordaban mucho al Art Deco en la Tierra, pero no tenía el mejor sentido de orientación así que terminó en un palco, amplio, lujoso y agradable.
Ellaihm había sido muy amable con ella, un Jazzbeth en entrenamiento con apenas 16 años, ella no recordaba tanto de cuando había sido joven y humana, tampoco estaba segura de querer hacerlo.
El control había sido un régimen siempre, debía mantener a raya los impulsos, eso incluía las emociones, al respecto, Ellaihm le había dado una lección que era honesta en su bondad y dolorosa en su experiencia. Sentir era un resquicio importante sobre la vida, así que cuanto más ella sentía menos era su deseo de sangre.
Casi parecía simple cuando lo pensaba.
Entonces el principio de La Traviata la hizo enfocarse en el escenario, sabía que a los vampiros les gustaba la ópera, había sido gracioso, solo un poco al principio, pero toda su música era equivalente a una eternidad de clásicos en la Tierra, así que después había sido triste.
Ellaihm había estado fuera de sí cuando le enseñó su lista de reproducción, el único miembro de su orgullo hasta el momento había estado tan maravillosamente agradecido por haberlo hecho feliz que hela ahí esa noche, con ropa bonita y un montón de prestigio a cuestas que no estaba segura de merecer.
Su hilo de pensamientos fue cortado abruptamente al escuchar el coro y una voz que había estado enterrada profundamente en sus recuerdos y en su corazón.
Era lógico que los Mimos hicieran las funciones de ópera. ¿Quién más si no? Pero esa de ahí era Ángela De Chirico, una musa, de las primeras, no muy importante, tampoco muy popular, pero lo suficientemente talentosa para que Mind Palace, la enviase a Ervanth para cantar en el teatro Dragmamore a entretener un montón de estirados inmortales.
Morgan se sentó sin despegar su vista de ella, porque si había algo que aprendió en sus 1700 años de vida es que la muerte era permanente, en todos los casos, bajo cualquier circunstancia, los vampiros habían sido una curiosidad insidiosa, pero fácil de olvidar, no tener muerte orgánica, no era sinónimo de estar vivo.
Solo conoció a Ángela por dos años, pero fueron tan honestos y puros, había atesorado cada instante y nunca se permitió olvidar que el tiempo pasaba en su compañía. Solo tenía 23 años cuando murió, no imaginó qué hubiera guardado su consciencia, en ese entonces el proceso era invasivo y doloroso, solían hacerlo obligadas, más que por vanidad o trascendencia, porque significaba más dinero para la familia, pero era de suponer que no hubiera un espacio para ella en la Tierra.
El ensayo terminó tan rápido como había empezado y se limpió el rostro, buscando calma y serenidad en algún sitio de su ser.
—¿Morgan?
—Oh, un momento Emha, lo siento parece que me perdí.
Emha la miró y sonrió con suavidad e indulgencia, como lo haría una madre.
—Parece que te encontraste querida, me alegro por ti. Waril Lamph nos está esperando, está ansiosa de conocerte, incluso nos presentará a los Mimos, nunca han hablado con alguien de la Tierra, ella solo habla con Florence Ahn Nova, que es la jovencita más rica de varios cuadrantes, ¿Tú la conoces?
—No, la verdad, no soy una gran fan de Mind Palace y hace mucho que deje la Tierra. Recuerdo una Antígona Nova, pero no sé si son parientes.
—Solo es cuestión de preguntar ¿No crees?
Sonrió porque Waril estaba solo a unos metros de distancia y un séquito de Mimos curiosos también.
Ángela la miró y entonces el tiempo empezó a correr de nuevo para Morgan a favor o en contra, solo sería cuestión de preguntar.

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