La luz de la mañana se cuela en la habitación mientras estiro el brazo fuera de las sábanas para coger el móvil. Lo desbloqueo con los ojos entrecerrados, acostumbrándome al brillo de la pantalla, y empiezo a revisar las notificaciones. El mensaje que estaba buscando destaca sobre el resto.
Al abrirlo, me incorporo, algo más despejado.
Este es el gimnasio del que te hablé. Está bastante bien.
Si vas, ya me dirás qué te parece 😉
Sobre el texto hay un enlace con la ubicación. No queda lejos, a unos diez minutos, hacia el centro.
La idea de volver a mi rutina, de moverme por fin, me llena de una energía que había olvidado. No lo pienso dos veces. Me pongo una camiseta, pantalones holgados de deporte y mis zapatillas de siempre. Cojo lo necesario y salgo con mi bolsa al hombro.
Ya desde fuera, el lugar parece estar bien cuidado, y por dentro es lo que esperaba: moderno, bien iluminado y con un ambiente animado pero sin llegar a ser caótico.
Me acerco a la recepción, donde un hombre de mediana edad, brazos marcados y expresión afable, me recibe con una sonrisa amplia.
—¡Buenos días! Nuevo por aquí, ¿verdad?
—Sí, venía a apuntarme. Me lo recomendaron y tenía ganas de volver a entrenar.
El hombre asiente y me extiende la mano con confianza.
—Encantado. Soy Kang Dae-hyun, el gerente. Entonces, ¿ya tienes experiencia?
—Sí, tuve que parar por una lesión hace poco, pero ya llevo unos años.
—Se te ve en buena forma —dice, echándome un vistazo rápido.
—Intento mantenerme.
—Perfecto. Ven conmigo, te enseño el gimnasio antes de hacer el registro.
Nos movemos por el espacio. Dae-hyun va señalando las zonas con naturalidad. Todo está organizado, limpio, bien distribuido. Me gusta el ambiente.
De vuelta en el mostrador de la entrada, me pide la identificación para hacer el registro. Al cabo de un momento, levanta la vista y me observa con curiosidad.
—Jin… Jin Tae-han —repite en voz baja.
Me mantengo tranquilo, sin dar señales. Es la primera persona que parece reconocerme.
—Me suena tu nombre.
—En Seúl es un apellido bastante común —respondo, devolviéndole una media sonrisa.
Dae-hyun me sostiene la mirada un segundo más antes de encogerse de hombros.
—Bueno, con esa cara, podrías salir en la tele. —Añade con tono ligero mientras me devuelve la identificación.
Suelto una risa corta, esperando que la conversación no vaya más allá.
Mientras completo el formulario, noto que me observa.
—Por cierto, si se puede saber, ¿quién te lo recomendó?
Levanto la mirada y respondo con naturalidad.
—Yoon Seol-hwa.
Sus cejas se alzan un poco.
—Ah, ¿eres amigo de Seol?
—Somos vecinos. Me habló muy bien del sitio, y decidí probar.
Él asiente con aprobación.
—Es muy buena chica. No para y aun así siempre se está preocupando por los demás.
Se me escapa una pequeña sonrisa al recordar cómo fruncía el ceño cada vez que me veía descuidando la herida. Como si no pudiera evitarlo.
—Sí, se nota.
Después del registro, Dae-hyun me entrega la tarjeta de acceso y no pierdo el tiempo. Me cambio rápido y cruzo hacia la zona de cardio. Me pongo los auriculares, estiro un poco y me subo a la cinta.
Empiezo con un trote suave, solo para entrar en calor. Al principio voy en automático, con la cabeza aún un poco fuera de lugar, pero después de unos minutos encuentro el ritmo.
Acelero un poco, sintiendo cómo el movimiento me va aflojando por dentro.
Después bajo la velocidad y paso a las máquinas. Nada muy exigente, solo para ver cómo responde la mano. Un pequeño tirón me recuerda que no está al cien por cien, pero nada que me preocupe.
Me quedo un rato con los básicos, sin prisa, y cuando me siento más cómodo me acerco a la zona de pesas.
Estoy terminando una serie cuando veo que dos chicos, que llevaban un rato entrenando por aquí, se acercan.
Uno de ellos —alto, con ropa ancha— se sienta en un banco a mi lado con naturalidad, como si conociera bien el lugar.
—¿Eres nuevo, no? —pregunta sin rodeos, con aire relajado.
Me quito un auricular y asiento con una sonrisa leve.
—Sí, me apunté hoy.
—Lo sabía —dice el chico que estaba de pie, chasqueando los dedos, satisfecho con su deducción—. No te habíamos visto por aquí antes.
El alto sonríe.
—Soy Woo-jin. —Se presenta con un pequeño gesto, señalando después al otro con la barbilla—. Y él es Min-jun.
—Tae-han.
Nos damos la mano. Woo-jin lo hace rápido, sin formalidades. El otro chico es más pausado, pero firme.
—¿También eres nuevo en el barrio? —pregunta Min-jun, apoyado en una de las máquinas.
—Sí, me mudé hace poco. ¿Tanto se me nota?
Los tres nos reímos y seguimos hablando. Lo típico: rutinas, horarios. Se nota que vienen a menudo, pero tienen una actitud muy relajada.
En algún momento, sin darle demasiada importancia, Woo-jin saca el móvil y me lo tiende, con la pantalla preparada para añadir un nuevo contacto.
—Pásame tu número, por si un día te quieres unir. Para entrenar o tomar algo por ahí.
—Sí, o por si necesitas cualquier cosa del barrio —añade Min-jun.
Intercambiamos teléfonos con la misma facilidad con la que empezamos a hablar. Charlar con ellos me ha gustado, y la idea de conocer gente en este lugar hace que todo me resulte un poco más acogedor.
Después de un rato nos despedimos y cada uno sigue a lo suyo.
Termino mis series y me voy directo a las duchas.
El agua fría me despeja, y el cansancio se asienta en los músculos con una familiaridad casi reconfortante.
Necesitaba esto.
El peso que llevaba encima estos días por fin se ha ido.
Al salir a la calle el sol del mediodía pega con fuerza y me hace entrecerrar los ojos.
El calor sobre mi piel, aún fresca y algo húmeda, me resulta de lo más agradable.
Me quedo quieto un momento, respirando tranquilo, sintiendo una extraña paz por haber vuelto a mi rutina.
Saco el móvil del bolsillo y abro la conversación con Seol-hwa.
Le escribo un mensaje:
¡Gracias por la recomendación! Ha sido genial. Me hacía falta esto 😊
Añado un selfie improvisado frente al gimnasio, con el pelo aún húmedo y una sonrisa inevitable.
Lo envío y me quedo mirando la pantalla un segundo.
Me imagino a Seol-hwa a estas horas, recién levantada, con el pelo revuelto mientras ve la notificación en su móvil.
Guardo el teléfono, aún con la sonrisa puesta, y echo a andar.
El día aún está empezando, pero ya se siente distinto.

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