Mis ojos me pesaban más que un matrimonio arreglado por tus padres y no había dormido nada. Traté, por lo menos, de recuperar el sueño, forzándome a dormir (spoiler: al final no funcionó), y después de varios intentos fallidos no me quedó otra que quedarme despierto, esperando un milagro mágico que me hiciera dormir.

Me giro, sintiendo cómo la gravedad me oprime... o era mi cuerpo pidiéndome no moverme. Bueno, qué más da, que se joda esto.
Veo la hora: ya eran las 9.
Lo normal es que me levante a las 7 o a las 8, pero ¿a las 9? Puede que para algunos sea una hora promedio, pero para mí es muy tarde. No me gusta despertarme tan tarde; siento que perdí mi valioso tiempo durmiendo, tiempo que pude haber usado para alistarme y hacer toda una vida fuera de la cama.

Pero creo que no tengo de otra más que levantarme y empezar a prepararme.

Hoy es domingo, por lo que no saldré a ninguna parte, lo más probable es que me la pase pudriéndome en el sofá. Así que solo me cambiaré y arreglaré mi cama, además de cepillarme los dientes, obviamente.

Salí de mi cuarto y me dirigí al baño. Empecé a cepillarme los dientes y a enjuagarme.
Después de eso, arreglé mi cama, poniendo todas mis almohadas en orden.
Por último, cuando ya estaba toda tendida, fui a mi clóset y empecé a revisar qué había para ponerme.
Logré ubicar un suéter de manga larga, de color rojo, que me gustaba mucho, así que decidí ponérmelo para usarlo todo el día.

Me quité el poloche que tenía puesto y lo tiré sin precisión a un lado, para luego ponerme el suéter.
Justo cuando me lo estaba poniendo, una ráfaga de viento entró por mi ventana, haciendo que mi pelaje se moviera.
No podía ver nada, ya que mi cabeza aún no había salido del suéter, pero en cuanto pude hacerlo, fui directo a la ventana para cerrarla.
Puse mis manos sobre el marco y me quedé un rato observando el mar: un par de olas chocaban levemente contra la costa y un velero reposaba en la orilla.
Todo parecía normal, excepto por una cosa que no había visto antes.

Era un avión de papel.

Me congelé y, al mismo tiempo, me eché un poco hacia atrás, ya que no lo había visto ni anoche, mientras giraba en el piso de mi cuarto, ni esta mañana cuando me levanté.
Pero ahora estaba ahí, como si durante el tiempo que estuve cepillándome los dientes alguien hubiera entrado a mi cuarto y lo hubiese dejado para que lo viera.

Me armé de valor y lo agarré.

La textura era áspera, como si alguien lo hubiese mojado en arena, y tenía un olor raro, como a sal o algo así. No estoy seguro.
Es extraño de explicar.

Estaba a punto de dejarlo en mi escritorio para que se quedara ahí un rato más, pero descubrí algo más.
El avión tenía escrituras, y no eran garabatos cualquiera: eran palabras. En francés.
La caligrafía era mala, incluso peor que la mía, pero entendible.

Desplegué sus alas y la base del avión y vi que, en realidad, era una nota. O una carta. Algo así. No estoy seguro.
La analicé más de cerca y confirmé que estaba en mi idioma.
Creo que no estaría mal leerla...

Querido Leo:
Desde el fondo del mar hasta las cristalinas olas que chocan en la costa, he recibido un mensaje, un mensaje de tu corazón pidiendo respuestas.
En este huracán en el que te encuentras, hay marineros que te guiarán y peces que te acompañarán.
Cada ola trae consigo un mensaje de algo más grande.
Pregúntate, Leo: ¿el viento guía al mar o es el mar quien persigue al viento?
Puede que la respuesta no sea lo importante, sino sentirla.
Las palabras en este papel han viajado más lejos de lo que puedes creer, pero solo tú escoges si tomarlas como verdad... o como un juego.

Atentamente,
El mar

Me quedé paralizado tras terminar de leer eso.
No sabía cómo reaccionar ni cómo sentirme, o mejor dicho, qué hacer.
¿Llamo a la policía para denunciar que alguien llamado "el mar" me mandó una carta anónima con posible propósito de acosarme?
¿O me quedo callado, esperando que dicho mar venga y me secuestre?

A este punto de mi vida nunca me había pasado algo así.
Pensé que esas cosas solo pasaban en las series o en los libros de ficción, donde las personas increíbles vivían aventuras como esas.

Pero, Leo... ¿qué estás pensando? Solo relájate y toma tu pastilla. De seguro no es la gran cosa.
Creo.
No estoy seguro.
Pero de lo que sí estoy seguro... es que este "mar" ya sabe de mí.
Y quizás... ya haya alguien que se dio cuenta de mi presencia.