Después de ese día, me la pasé hablando por teléfono y escribiendo una que otra cosa en mi blog.
l-eo27:
El guionista de mi vida está drogado…
Y luego de eso me fui a dormir.
Al día siguiente me levanté con migraña y no podía abrir muy bien los ojos, por lo que me dirigí hacia el baño para lavarme la cara. Cuando terminé de hacerlo, me vi al espejo y me quedé un rato ahí, inmóvil, sin saber qué hacer. Nada más viéndome fijamente la cara.
—¡Leo! ¡Levántate! —escuché desde el primer piso. Parece que mi madre ya quiere que me levante para ir a la escuela. Aunque ya lo estoy. Bueno, creo que aprovecharé que ya estoy en el baño para bañarme.
Me metí a la ducha y empecé a lavar mi pelaje con el champú genérico de la tienda para después enjuagarme y limpiar todo el cuerpo. Al salir, me enrollé con mi toalla y salí disparado a mi habitación.
—Qué frío hace…
Me fui poniendo mi ropa típica para la escuela: una camisa, pantalones grises, mi típico suéter rojo, y viendo mi clóset, me percaté de un gorro que había perdido ¡hace años! Era un gorro peruano. Realmente le pertenecía a mi madre, pero ella me lo regaló al ver que me gustaba mucho usarlo. Juraba que lo había perdido, un gorro que tanto me gustaba. No pude evitarlo y me lo puse de una vez. Era tan cálido y bonito, su tela roja y marrón combinaban muy bien con mi suéter y sus orejeras me tapaban las orejas muy bien. Se sentía sorprendentemente acogedor…
Creo que me lo llevaré hoy al colegio.
Me alejé del clóset y me dirigí a la ventana para abrirla un poco. Me asomé y bajé la vista para ver la playa tal cual como siempre. Excepto por algo. Algo que me hizo dar un salto hacia atrás al verlo y desear no haber abierto la ventana.
Un avión de papel.
—¿Qué diablos? —me dije a mí mismo, agarrándolo de inmediato. Era otro avión de papel, idéntico al primero: el mismo olor a sal, la misma textura de arena y algo de humedad.
—Creo que me volveré loco…
Fui caminando hacia mi escritorio con él en la mano y la vista fija en él. Mientras lo hacía, fui desdoblándolo.
—Me tienen que estar jodiendo…
Fui caminando a mi escritorio con pasos largos, y en cada paso iba desdoblando el avión hasta que llegué y lo extendí ahí.
—Bueno, a ver qué dice…
Querido Leo:
Desde el barco donde estás, todo parece calma y tranquilidad. Y aunque las cristalinas aguas muestran todo lo que hay, no te confíes demasiado de lo que ves.
Las nubes se tiñeron de negro y las olas se agitarán, junto a un gran rugido de relámpagos que caerán.
Aférrate a la verdad, ya que esa será tu ancla y vela que evitarán tu naufragio.
Y recuerda: nunca estarás solo en esto…
Atentamente: El mar
—¿Qué se supone que es esto…? —dije mirando la carta en el escritorio. Todo parecía más confuso y ridículo, y sorprendentemente, tenía frío, a pesar de tener un abrigo puesto. Era de ese frío que te da adrenalina y que, a su vez, cobardía. Ese mismo que te da cuando vas a tomar una decisión muy importante y estás seguro de que es el camino correcto, pero aun así, te da miedo tomarla. Ese frío que te deja cobarde. Ese frío de querer saber más.
—¡Leo! ¡Ya baja a desayunar!
—¡Ya voy, mamá! —Salí de mi cuarto agarrando la carta, corrí por el pasillo y bajé las escaleras con mucho cuidado para no tropezar.
—¡Lo encontraste!
—¿El qué?
—Tu gorrito —dijo mamá, acercándose para verlo y pasarme el desayuno.
—Ah, sí. Estuvo en mi clóset todo este tiempo…
—Te ves muy hermoso con él —se acercó aún más a mí y me dio un beso en la mejilla y me abrazó.
A veces creo que lo que hace a mi mamá tan feliz es que, a diferencia de otros hijos que maltratan a sus madres y no quieren saber nada de ellas, o que no les gusta su afecto, a mí no me importa que me dé amor. Puede que a veces sea muy frío, pero por ejemplo, no me importa agarrarla de la mano en un lugar público o abrazarla y todo eso, y ella siempre sonríe cuando lo hago. Cosa que me hace sentir, en cierta parte, feliz.
Terminé de alistarme, y aún tenía la carta en mi bolsillo. Salí de la casa despidiéndome de mamá y me fui hacia la escuela. Me encontré con Jonathan en el cruce de todos los días para ir a la escuela, y tras llegar, nos sentamos en nuestros lugares.
Es hora de estudiar.

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