—Bueno, clase, el día de hoy haremos un trabajo dinámico —dijo el profe de Sociales con poco entusiasmo, diciendo la palabra “dinámico” como si le pesara en la lengua—. Quiero que hagan un mapa, de lo que ustedes quieran: un mapa de Suiza, o de Colombia, incluso de China… pero debe tener todos los elementos que lleva un mapa, como la escala, la leyenda, la bandera, y todo lo que conlleva. Y quiero que lo hagan en parejas.
Al escuchar eso, Jonathan se volteó a verme con una sonrisa y las cejas arqueadas, como diciéndome “¿ves?, ya tenemos la nota arreglada”, y yo solo lo miré con una leve sonrisa e incliné mi cabeza a un lado, como lo hago a veces.
—Pero, las parejas las hago yo —agregó.
Una onda expansiva se dispersó por todo el curso, provocando murmullos que luego se transformaron en quejas, gritos y protestas, con movimientos de manos y de sillas.
Yo solo pude ver a Jonathan que ahora tenía el rostro fruncido y no parecía estar muy de acuerdo, giraba su cabeza de un lado a otro diciéndome que no. Y después de eso miré hacia mi mesa.
—Mierda… —murmuré para mí mismo, dejando escapar un suspiro. Porque ya conocía a toda la clase y no tenía ningún problema con que me tocara alguien al azar. Pero… ¿y si me toca ella?
¿A Sasha?
El profesor empezó a dictar nombre por nombre y su compañero, como si fuesen condenas de cadena perpetua. A Jonathan le tocó José: un chico con el que no tenía ningún problema, ya que Jonathan ya es amigo de medio colegio, por lo que no tendrá ningún problema.
El profe siguió dando la lista de grupos, uno por uno los fue diciendo, hasta que llegó a mí.
—Leo, tú juntarte con Nicol. Nicol, juntarte con Leo.
¿Nicol? Ella es una de las chicas encargadas del curso, es parte del consejo, y es muy hiperactiva. No hay momento donde ella no se pare a dar vueltas en su propio eje.
—Está bien, profe —dije sin protestar, levantándome de mi lugar y acercándome a ella—. Hola.
—Oh, hola Leo, siéntate —dijo acomodando una silla para que me siente. Me senté a su lado y traté de no hacer mucho contacto visual con ella, aferrando mi mirada hacia abajo.
—Hola…
—Bueno, a ver, Leo, ¿qué mapa haremos?
—Eeem, ¿mapa? Podríamos hacerlo de… Australia.
—¿Australia? ¿Por qué?
Mierda, ahora qué le respondo…
—Porque es fácil de dibujar.
—Jum, tienes razón. Lo anotaré.
Sacó una agenda y empezó a escribir lo que armamos.
—Bueno, ¿te quieres juntar en mi casa para hacerlo?
—¿Hacerlo? Pero si es para el viernes.
—Sí, pero no importa, así salimos de eso rápido.
Tenía un buen punto. Pero, wow, ¿en serio iré a la casa de Nicol? ¿Hoy? ¿Para hacer un trabajo que fácilmente yo podría hacer solo? Apenas nos estamos conociendo y ya me está empujando a esto. Todo esto me está sorprendiendo y, a su vez, me abruma. Todo esto está pasando tan rápido, y siento que no tengo el control…
—Sí, ¿por qué no? —le dije, confirmando que iría a su casa a trabajar.
—Bueno, déjame ver si comprendo esto —dijo Jonathan poniendo sus dedos en su frente—: ¿irás a la casa de Nicol para hacer el trabajo?
—Sí.
—¿Sabes que el trabajo es para el viernes?
—Sí.
—¿Y eres consciente de que ES NICOL, alguien con quien nunca antes has socializado?
—¡Sí!
Jonathan dio un paso hacia adelante y puso una mano en mi hombro.
—Mira, realmente no tengo ningún problema con que vayas, ya que pues, solo irán a trabajar y todo eso, pero ¿crees que podrás con eso? O sea, lo normal es que cuando hablas con alguien nuevo, siempre necesitas de alguien para que no te pongas tenso y todo eso.
—No te preocupes, Jonathan, todo irá bien, ¡ya verás!
Él me miró, haciendo una sonrisa que se notaba a lo lejos que era forzada, y luego me dio una palmada en el hombro.
—Bueno, espero que te vaya bien.
—Igual, te escribo si pasa cualquier cosa, ¿ok?
—Sí, escríbeme. Adiós.
—¡Adiós!
Él agarró su bicicleta y empezó a pedalear, alejándose lentamente de mí.
Giré mi cuerpo y vi a Nicol, saliendo del colegio, dirigiéndose hacia mí.
—Perdóname, Leo, estaba en el baño arreglándome y no me fijé en la hora.
—No hay problema —dije tratando de sonar despreocupado, cuando claramente la ansiedad ya se había apoderado de mi cerebro—. Bueno, ¡ya vámonos!
—¡Sí, vámonos!
Y empezamos a caminar hacia su casa, que quedaba a cuatro minutos de aquí.
¿En qué me he metido?

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