—¡Llegué! —dije a una casa vacía, con la esperanza de que hubiese alguien en mi casa. —Bueno, parece que mamá no ha llegado... —murmuré como si alguien fuese a escucharme...

Dejé caer la mochila en la sala, me quité mis zapatos de una vez y los puse en la entrada.
Eché una carrera subiendo las escaleras y recorriendo el pasillo de arriba hasta llegar a mi habitación. Arrastrándome por el piso más desordenado que una selva, llegué a mi clóset, donde me quité mi ropa del colegio para cambiarla por ropa nueva. Después de eso solo quedaba echarme en mi cama y comenzar a ver qué hacía.

Acostado en mi acurrucada cama, empiezo a chequear mi celular, viendo lo que publicaría en Tumblr.

l-eo27:
¿Por qué la gente es tan fastidiosa? Ni que fuese un concurso por el más jodón.

Viendo notificaciones y solicitudes en Twitter e Instagram, vagueando por la pantalla de inicio y viendo qué hay de nuevo en el mundo real.

—Posible guerra entre dos países armados... —nada que el dinero no pueda comprar... mientras revisaba mis cosas de lo más normal, agradeciendo no vivir en un país en guerra, vi una burbuja de notificación de mensaje, con un video adjunto.

Curioso, lo abrí y era un mensaje de Jonathan.
No suelo emocionarme por cosas, o sorprenderme por igual, ya que mi vida es tan monótona que llego a un punto en que los colores más secos llegan a frustrarme e irritarme los ojos. Pero por primera vez me emociono al ver un mensaje de Jonathan. Porque lo normal, es que solo nos habláramos por teléfono cuando tenemos que decirnos algo sumamente importante, y la gran mayoría de veces, soy yo quien las dice, ya que es a mí que me pasan todas las desgracias.

Vaya, ¿qué tan mejores amigos tenemos que ser como para llegar a ese punto de socialización por llamada o por mensaje?

Jonathan :⁠-⁠D: holaaaaaaa! Adivina qué pasó!

Leo: ¿qué acabas de hacer?

Le escribo, con los dedos temblando sobre la pantalla.

Jonathan :⁠-⁠D: puessss?

Leo: ¿qué acabas de hacer ahora?

Jonathan :⁠-⁠D: Mike y yo hemos...

Leo: ¿PUNTOS SUSPENSIVOS!?

Mi respiración se corta y mi cara era otra cosa totalmente diferente a la de hace un tiempo de despreocupación. No puedo creer que Jonathan esté a punto, o haya hecho puntos suspensivos! (Una referencia para los que vieron Mamma Mia)

Jonathan :⁠-⁠D: NOOOO!

Leo: ¿entonces qué?

Jonathan :⁠-⁠D: Mike y yo hemos pensado en hacer una banda!

Leo: ...¿el qué?

Escribo tentado por saber más y a su vez sintiendo cómo mi pecho se libera, suspirando hondo y dejando escapar un suspiro.

Jonathan :⁠-⁠D: ¡una banda! De rock.

Leo: ¿y qué tocarás? Máximo el timbre de mi casa.

Jonathan :⁠-⁠D: la guitarra.

Leo: ¿y desde cuándo tocas la guitarra?

Jonathan :⁠-⁠D: aún no la sé tocar, pero por ahora me conformaré con GarageBand.

Leo: ¿y dónde subirán la música? ¿En SoundCloud?

Jonathan :⁠-⁠D: ya Leo, ya 😭

Leo: jajaja. ¿Y una pregunta? ¿Por qué me lo comunicas?

Jonathan :⁠-⁠D: porque tú serás el que hará la letra.

—¿El qué? —me digo a mí mismo, levantando las cejas. Leyendo el mensaje una y otra vez, en mi mente como en voz alta, aprovechando la soledad de mi casa para hablar conmigo mismo sin pena.

Leo: ¿yo?

Jonathan :⁠-⁠D: sí, he leído tus poemas y dedicatorias de vez en cuando en Tumblr, y eres realmente bueno en ello.

No puedo resistir sonreír tras semejante elogio. Siempre en primaria me destaqué por escribir cositas pequeñas, cositas que luego se transformaron en mi manera de expresarme, a través de este mundo sin sentido.
Jonathan es de las pocas personas que saben de mi cuenta de poemarios y citas en Tumblr, por su cercanía a mí, y porque es de mis únicos amigos. Por lo que tendría sentido que él leyera algunos de mis mensajes en la plataforma. Pero lo que no esperé es que fueran a gustarles.

De la nada, mi celular vuelve a vibrar con otro mensaje de Jonathan. Y lo abro para ver qué dice.

Jonathan :⁠-⁠D: por cierto. No tienes que aceptar si no quieres, es solo una propuesta, pero de igual manera, nos harías de mucha ayuda en el proyecto.

Leo: pues, no sabría qué decirte, gracias por el mensaje, lo aprecio mucho. Y sí, me gustaría participar.

Jonathan :⁠-⁠D: ¿¡enserio!? ¡Gracias!

Leo: no hay de qué. ¿Y cómo se llamará más o menos la banda?

Jonathan :⁠-⁠D: Mike y yo hemos pensado en muchos nombres. Como Astra, 1901, CasaNova o Entropy. ¿Cuál te parece bien?

Tomo mi tiempo para pensar en una respuesta... Astra suena genérico y 1901 es el nombre de la canción favorita de Jonathan. Pero, Casanova y Entropy... suenan bien a mi parecer.

Leo: descarta Astra y 1901.

Jonathan :⁠-⁠D: está bien. Los descartaré... ¿por cierto qué haces?

Leo: nada, combatiendo contra monstruos y dragones. Na' mentira, estoy acostado en mi cama.

Jonathan :⁠-⁠D: por un momento me emocioné de que tu vida por fin fuera interesante...

Leo: jaja, eso nunca pasará.

Salgo del celular por un rato y veo la ventana de mi cuarto. Ya son las siete... el cielo ya se está poniendo, y solo llevo "según yo" 1 hora desde que llegué a mi casa a las dos. Mamá no ha llegado, aún no he comido, y ya me está dando algo de hambre, creo que lo mejor sería bajar a ver si hay algo.

Con el teléfono aún en la mano, me estiro lo más que puedo, casi tocando el techo con las puntas de mis dedos, me jorobo de nuevo como buen viejo que soy y me dirijo hacia la puerta, saliendo de mi habitación. Bajo las escaleras y veo la sala tal cual como la encontré, sin vida, sin nada nuevo, nada más que los nuevos tonos que desbordaban desde la ventana provenientes del sol.

Busco en la despensa unas galletas de soda y con ellas en la mano, regreso a mi cuarto. Subo las escaleras sintiendo la soledad de la casa envolviéndome de una manera... no incómoda, pero sí desesperante. Llegué a mi cuarto y azoté el teléfono en la cama rogando para que no rebote al piso yyyyy, lo hizo.

—Joder... —me agacho para agarrarlo, y con él en la mano, me levanto. —¿qué carajos? —me dije sintiendo un nudo en la garganta al ver una carta en mi ventana con forma de avión de papel.
—Esto... esto tiene que ser un juego, ¿no? —dije con un hondo suspiro que salió desde el pecho hasta mi boca, asomándome a mi ventana, la cual debería dejar cerrada y así dejar esa mala costumbre.

Agarro temeroso el papel, que no ha cambiado como el de la última vez. Entre un dilema de agarrarlo o no, agarrarlo o no, agarrarlo o no, mis manos terminan agarrándolo, con una tembladera leve pero notable. Mi pecho me aprieta como nunca antes, y por primera vez en el día tuve sudor.

Lo fui desplegando lentamente, con mucha ansiedad, pero curiosidad, y cuando al fin lo tenía frente a mí, empecé a leerla y decía así.

Querido Leo:

Hoy las mareas han subido misteriosamente de un día para otro. Ya no hay aves en todo el cielo azul. Y parece que por primera vez, una nube gris aparece a lo lejos.

Las tormentas no solo sirven para intimidarnos, también son para demostrarnos qué tan fuertes podemos ser. Sé como un coral, saben muy bien qué es el miedo ante una tormenta intimidante. Pero no se rompen por nada en el mundo.

Y recuerda, si algún día sientes que no puedes
respirar, recuerda que en mis letras encontrarás cápsulas de aire para poder descansar.

Atentamente: el mar

Me quedo un rato sintiendo el peso de la carta en mis manos. Temblando, no sé si por el frío del viento que entraba por mi ventana. Doblo la carta y la dejo caer en mi escritorio, para a continuación, acostarme en mi cama.
Cierro los ojos escuchando las olas por mi ventana, como si estas trataran de hablarme en un idioma desconocido para mí.
—Creo que me iré a dormir. Y por si acaso, dejé la ventana cerrada.