—Amor, acércate que quiero hablar algo contigo.
—¿Qué pasa mamá? —Paro de ver mi teléfono, cerrando la app de Instagram, sintiendo un fuerte latido en mi corazón.
Me acerco a la mesa del comedor y me poso sobre ella.
—Leo, hay algo que me preocupa de ti.
—¿El qué?...
—Leo, sales muy poco de casa. Y me estoy preocupando de que no socialices con nadie.
—Ah, ya veo. —Respondo soltando un leve suspiro.
—Entiendo que esto del diagnóstico es difícil y te cuesta adaptarte a que todo esto fue por una condición. Pero por favor, socializa más.
—Ma' ... está bien, trataré de socializar más, ¡pero es que mis amigos nunca me invitan a ningún lugar!
—Claro que sí, ¿y la fiesta de febrero?
—Es a finales y apenas está terminando enero.
Mamá hundió los labios, penetrando sus ojos en mi cara como si me estuviera escaneando las entrañas para ver si estaba mintiendo en algo. Y antes de que pudiera responder o preguntar por su expresión siniestra, agarró su teléfono y marcó llamada.
—¿Aló? Sí, señora Margaret, soy yo, la señora Santos, madre de Leo.
Ella marcó a la mamá de Jonathan... mientras ella habla, me acerco a la nevera, saco el agua y un vaso y empiezo a tomar. Mientras, a su vez, escucho cada palabra de la llamada.
—Sí, sí, escucho, ¿y cómo le va a usted en el club? Eh escuchado que son buenos en cardio... Sí, porque me gustaría estar en forma... Ooooh ya veo, ya veo. ¿Hoy? Está bien, nos vemos ahí. Bye, cuídese.
Su mirada vuelve a mí con la misma intensidad de la otra vez. Apoyó su cabeza en sus manos y cerró sus ojos por un momento.
—¿Por qué no me dijiste que Jonathan te había invitado a su club esta tarde?
—Porque estoy ocupado.
—¿Ocupado en qué? ¡Si solo te la pasas holgazaneando en el sofá!
—No siempre...
—Leo, sé honesto, te la pasas más en el sofá o en tu habitación que estudiando inglés.
—El inglés no lo es todo.
—¡El celular tampoco! Sal y experimenta algo de vida real. ¿Sabes algo? Hoy saldrás conmigo, e iremos al club de Jonathan para que te diviertas. ¿Oíste?
—¡No puedes obligarme!
—¡Leo!
—Sí, mamá~
—Ahora báñate que saldremos en 30 minutos para allá.
—¿Qué?
—¡No excusas!
—Está bien...
—Deberían darme una medalla por domar a este león —murmura mamá a propósito para que yo la escuche. Y río tras oír ese comentario, ya que es verdad. Ella es la única que sería capaz de domarme jajajaja.
Entro al baño y empiezo a bañarme con agua caliente como me gusta, para que mi pelaje esté esponjoso como siempre. Cuando salí me puse mi ropa de salir: un suéter de rayas de diferentes colores y un pantalón marrón. Mamá en cambio se puso algo más suelto: unos pantalones acampanados negros y una camisa blanca con una chaqueta con estampado de jeans.
Bajé las escaleras y vi cómo ella ya estaba afuera, lista para entrar al carro. Apresurándome agarro mi teléfono y mis audífonos mientras escucho el sonido del motor arrancar. Subo al auto desde el asiento de copiloto e inmediatamente cierro la puerta; esta arranca a dar carretera de una vez.
—¿Por qué tan deprisa? —pregunto viéndola al volante.
—Porque hay que ser puntuales.
—Pero no tan puntuales...
Ella sigue su vista en el camino sin respuesta.
—Hay que ser puntuales en este caso porque es un compromiso que estamos haciendo.
—Mmmh. Bueno.
Me volteo y empiezo a observar el malecón, viendo cómo se movía el mar y las olas como si fuesen a salir de la costa en cualquier momento y crear un mega tsunami.
El cielo está increíblemente nublado, y aún no ha llovido. Se escucharon un par de truenos a lo lejano de la costa, pero nada más de ahí. Lo más posible es que Jonathan y yo nos la pasemos en el comedor bajo de la lluvia mientras todo se inunda y es arrastrado hacia el mar...
Creo que hoy no tomé mi medicación...
Cuando menos me lo esperaba, mamá ya se estaba estacionando y ya estábamos en el estacionamiento del club.
Yo, todo desubicado, salí del carro cuando mamá quitó el seguro y, al cerrar la puerta, me miró por última vez más al espejo del retrovisor de la manera más torpe posible.
—¿Ya terminaste de arreglarte?
—Sí, ma'
—Está bien —empezamos a caminar hacia dentro del club, pasando por un camino de plantas y ladrillos rojos, que indicaban la clase de club que era, más las luces amarillas que se acababan de prender, que le daban un toque aún más glamuroso y de lujo.
Ya dentro, esperamos en el lobby del club, para que viniera Jonathan o su madre a recogernos, ya que no podemos entrar así no más sin el permiso de un socio. Y en ese corto tiempo aproveché para hacer una publicación más en Tumblr describiendo mi situación actual.
l-eo27:
Si de repente ven que me desaparezco, simplemente me atropellaron.
Y sin darme cuenta, vi a Jonathan aparecerse por una puerta.
—Al final sí viniste.
—Más o menos, fue mi mamá quien me oblig—.
Antes de que pudiera terminar la frase, siento una palmada brusca de parte de mi madre.
—Oup, perdón...
—Na', no te preocupes, lo bueno es que ya llegaste —dice sosteniéndose el brazo y guiándome dentro.
Ya pasado el lobby, llego a esta villa llena de césped y árboles, luces colgantes y un montón de caminos: uno de ellos dirigiendo a la playa, otro al parque, otro a las canchas deportivas, y así. Es un lugar muy grande, del mismo tamaño que un parque, pero no más grande que la ciudad.
Él me sigue guiando hasta una mesa donde, se supone, estaremos platicando de lo más normal. Pero me sorprendo al ver que, entre las personas que estaban en la mesa, además de su mamá y Mike, estaba nada más y nada menos que Nicol.
—Hola, Leo —dice Mike, poniéndose de pie para darme la mano.
Nicol se da cuenta de mi presencia y sus ojos se iluminan.
—¡Leo! —dice emocionada, poniéndose de pie para darme un abrazo.
—Hola, Nicol —me acerco a ella y le respondo el abrazo como se supone que se hace por educación.
Nos separamos y ella se vuelve a sentar donde estaba, mientras yo busco un lugar para hacerlo.
Todos tenían piñas coladas casi por terminar, y a su vez parecían estar descansando de caminar por el club.
Espero no haber llegado tarde, es lo que más me invade la mente en estos momentos. Porque, a pesar de mi resistencia a no querer ir, en cierta parte no quiero pasar mi último año de secundaria encerrado en mi casa como un desasociado social, que en cierta parte soy.
Mamá tiene razón, en cierta parte: debo salir más y usar menos el celular.
Esa es la cosa más de gente vieja que he pensado, pero es cierto. Debería construir un nuevo hábito.
Mientras transcurre el tiempo, ya son las cinco. Trato de integrarme al grupo, que ya tenía una larga conversación desde que llegué, pero solo consigo hacer comentarios secos y sencillos.
Cosas como: "sí", "no", "¿en serio?", "no me lo creo", "puede ser", "no me sorprende", "qué desperdicio", "eso es absurdo", "ya tírate de un barranco, Jonathan"...
Eran las que estaban en este momento en mi diccionario léxico, y no sabía qué decir.
—Gente —dice Nicol, buscando en su mochila—, ¿y si volvemos a patinar?
—¿Patinar? —digo, dando un fuerte sorbo a mi piña colada.
—Sep, vamos —dice Mike, poniéndose de pie.
Y es cuando me doy cuenta de que él tiene patines. Bajo la mirada por un momento, tratando de actuar disimulado, y confirmo lo que estaba sospechando: todos —Jonathan, Nicol y Mike— tienen patines.
Pero parece que mi acto discreto no funcionó, por más que me hubiera gustado haberlo hecho.
—¿No tienes patines? —dice Jonathan.
—Esteeem... —trato de divagar con los ojos, buscando las palabras para salir de esta situación.
—Si no tienes, puedes usar los míos.
Giro la cabeza para ver quién era, y resultó ser Mike.
—¿No seguirás patinando? —dice Jonathan.
—No, pero estaré siguiéndolos a pie.
—¿Y crees que me queden tus patines?
—Sí, casi calzamos lo mismo, ¿no?
—Mmmh, eso creo.
Me pongo de pie y sostengo los patines de Mike. Los analizo por un momento, para después probarme el izquierdo... y, sorprendentemente, me sirvió. Me pongo el otro patín y ya estoy listo para patinar... eso creo.
No he patinado desde hace mucho tiempo y sinceramente no me acuerdo cómo se hacía...
Sin decir nada, Nicol avanzó, seguida por Jonathan, y yo empecé a avanzar torpemente, tratando de mantener el equilibrio, pero a su vez la calma.
Seguí a Jonathan y a Nicol por todo el club: pasando por el mini bosque con árboles enormes, por la zona infantil, por la piscina y la cancha de tenis.
A veces me quiero preguntar cuánto cuesta ser socio de este lugar.
Ya estábamos en la pequeña playa del club, cuando Mike —que andaba detrás de nosotros— se decidió sentar.
—¿Quieres descansar? —pregunta Jonathan.
—Sí, por favor —respondo yo por Mike.
—Parece que ya te cansaste.
—Ni modo, dimos como tres vueltas por todo el club.
—¿Lo hicimos? —se preguntó Nicol. —Aaah, sí, es verdad.
Trato de mantenerme en pie con los pies todos cansados por patinar tanto. Doy un paso más hacia adelante, pero mi pie se desliza hacia el lado contrario.
—¡Mierda! —grito antes de caer al piso.
—Ты в порядке? —dice Nicol, asomándose.
—Nicol, deja tu ruso y ayúdame...
—Ладно, ладно, ya voy, Leo —se acerca y pone su mano entre mis hombros y me levanta.
A este punto puedo sentir cómo se me tuerce el tobillo, provocando un gran dolor que, si lo pudiera describir, sería un ardor intenso.
Me siento en el banco de la playa y veo cómo el grupo se me pone alrededor, lo que provoca que sienta más pena y que todo esto fue mi culpa por caerme.
—¿Quieres que te busque agua fría? —dice Jonathan.
—Sí, por favor, y hazlo rápido...
—Está bien, regreso rápido —dice dándose la vuelta y yéndose patinando.
—Qué gracioso se ve yendo en patines —dice Nicol.
—La verdad que sí, jaja —digo, soltando una risa.
—Pensábamos que no vendrías.
—Yo tampoco... fue mi mamá la que me obligó.
—Me lo imagino.
Ella mira hacia arriba, al ver cómo las luces de las farolas se iluminaron sobre nosotros, haciendo un techo de guirnaldas que va desde nosotros hasta el horizonte.
—¿Jonathan también te contó sobre su banda?
—¿También te habló de eso? —respondí sorprendido, pero honestamente no me extrañaba tanto que él hiciera eso. Ya que, como dije en otras ocasiones, él y Nicol son la misma persona: solo que en cuerpos diferentes.
Nicol asiente con la cabeza al oír mi pregunta y vuelve a hablar.
—Me lo comunicó ayer en la noche. Quiere que sea la artista de la banda.
Vuelve a soltar otra risa, pero esta vez entre los dientes, como si estuviera tratando de evitarla.
—Jaja, ya veo. Él me pidió que sea el compositor de las canciones. Ya que, según él, soy bueno escribiendo.
—¿En serio? Casi nunca te veo haciéndolo.
—Sí lo hago, solo que no lo suelo hacer público —digo, sintiéndome extrañamente acogedor por el ambiente.
Porque ya saben: las luces, el sonido del mar, la vista, el estar hablando sin mucho estrés... incluso el hecho de que tenía la pierna mala, en cierta parte, le daba un toque a la situación, que me hace sentir en confianza y tranquilidad.
—De hecho —digo, viéndola por un rato—, suelo publicar mi trabajo en Tumblr.
—¿Tumblr? ¿La app esa del estilo de arte exageradamente raro?
—Sí, esa misma jaja —río, asintiendo con la cabeza en leves movimientos.
—Qué chulo, ¿podría verlo si no te molesta?
—Esteeem, sí.
Saco mi celular y entro para enseñarle mi perfil. Ella lo sostiene, sin quitármelo de la mano, y lee cada uno de los posts.
—¡LEO! JAJAJAJAJA
—¿Qué pasa? —me pongo nervioso al ver su reacción. ¿La abrí asustado? ¿La incomodó? ¿Me habré puesto en ridículo otra vez?
—No, nada. Simplemente me da risa esto: "Si ven que me desaparezco, simplemente me atropellaron" jajaja.
—Aaah, sí, jeje —suelto un suspiro desesperante—. Lo escribí cuando llegué acá.
—Interesante. Eso me recuerda que Jonathan nos invitó aquí para hablar de la banda.
—Ah, ¿en serio? ¿Y de qué hablaron?
—Del concepto y el nombre de la banda. Íbamos a hablar de la canción debut, pero ya que no estabas, y según él tú eras muy importante para eso, no lo discutimos. Al final dijimos que la banda se llamará Entropy, porque yo dije que "Casanova" era muy raro. Y la temática de la banda va a ser indie.
—Mmmh, admitido. Nada mal. Ahora a ver cómo será en la práctica. Solo espero no estar en medio del escenario con una guitarra lanzando fuego.
—No, porque se supone que solo serás el compositor.
—Pero quién sabe, si a Jonathan se le mete algo en la cabeza... y como líder de la banda, lo decide...
Nicol se asomó hacia mi lado para ver algo que se acercaba. Yo también me incliné y vi que era Jonathan, esta vez sin patines, junto con Mike.
—¡Ya tengo el agua!
—¡Por fin llegaste! Duraste como un siglo —le digo, extendiendo la mano para tomar el agua. Doy un sorbo y luego me la pongo sobre la pierna.
—¿Y qué hablaron?
—Nada —le dije—. A Leo le conté sobre la banda y lo que hablamos.
—Qué bueno. Mike empezará a tomar clases de guitarra la próxima semana, lo que nos ayudará con la composición.
—Por cierto, Leo, ¿ya has compuesto algo? —dice Mike.
Lo cual me sorprende, ya que por su naturaleza, suele ser callado y dice pocos comentarios, a menos que esté solo con Jonathan, lo que me ha llevado a cuestionarme cómo es que ellos dos se hicieron pareja.
No sé qué decir, ya que Jonathan no me había dicho nada sobre componer algo. Y ahora que lo pienso, tampoco había confirmado oficialmente mi inclusión al grupo. Solo había dicho lo que pensaba y daba opiniones vagas y sarcásticas sobre todo.
Niego sacudiendo la cabeza y dirijo mi mirada hacia Jonathan.
—Está bien, Leo, aún hay tiempo para eso. Al fin y al cabo, solo será un pequeño debut, no tiene que ser tan elaborado, ¿cierto?
—Sí, cierto —dije, volteándome hacia atrás para ver una vez más las olas que chocaban con la playa.
Seguimos hablando hasta que nos fuimos del lugar tan acogedor, y volvimos a nuestra mesa a dejar algunas cosas, mientras la noche nos tragaba en su fría oscuridad.
Tal vez no estaba tan mal que mi madre me domara y me trajera aquí hoy...

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