Mientras tanto, en la Tierra, Napoleón y Little continuaban su entrenamiento.
—Lo primero que debes aprender —explicó Napoleón, con voz serena— es a canalizar tu energía antes de expulsarla
en un ataque.
Su cuerpo comenzó a irradiar una intensa luz,
como si cada fibra vibrara al unísono.
—El error que cometiste en tu demostración —prosiguió— fue gastar demasiada
energía en un solo golpe. En un combate real, si agotas tu poder en apenas dos
ataques, quedarás vulnerable. Nuestros enemigos no son humanos comunes;
Lancelot me advirtió que incluso brujos con
armaduras oscuras, vinculados a dimensiones infernales, podrían
enfrentarnos.
Napoleón se elevó con un aura resplandeciente.
—Ahora inténtalo tú, Little. No expulses nada aún, solo concéntrate. Recuerda: todo es mental.
Little cerró los ojos, al inicio nada sucedió.
Diez minutos después, un flujo verde comenzó a envolverlo.
—¡Se siente increíble! —exclamó.
—No pierdas la concentración —le advirtió Napoleón con firmeza—. Yo puedo
hablar mientras concentro energía porque llevo años entrenando. Tú apenas
comienzas.
La vibración de ambos elevó la atmósfera de la
isla, hasta que Napoleón dio la orden:
—Ahora intenta golpearme. Yo esquivaré.
Little atacó con rapidez, pero Napoleón
desapareció de su vista y lo derribó con un contraataque suave pero certero.
—Lo siento —dijo el maestro—, pero necesitas ser mucho más veloz. Nuestros
enemigos no mostrarán piedad.
De pronto, ambos se quedaron inmóviles.
—¿Sientes eso? —preguntó Little.
—Sí… no es una presencia maligna, pero es poderosa —respondió Napoleón.
Un resplandor descendió del cielo, seguido por
el estruendo metálico de una nave
espacial aterrizando en la playa. Una voz grave emergió de su interior:
—No teman. No soy de este planeta, pero tampoco su enemigo. Soy un guardián del espacio.
La compuerta se abrió y de ella descendió un
ser imponente, de porte guerrero, con cabeza semejante a la de un zorro, traje
ajustado y una pechera metálica marcada con un símbolo desconocido.
—Me llamo Foxing. He sentido la
energía de un gran luchador en este lugar… y no me equivoqué.
Napoleón lo observó con cautela.
—Estamos entrenando para una amenaza peligrosa —explicó.
Foxing sonrió, mostrando su carácter belicoso.
—Suena fascinante. Yo podría ayudarlos. Pero antes, deseo probar su fuerza.
Enfréntense conmigo en un combate limpio. Vengo de una raza guerrera; la lucha
es nuestra forma de respeto.
Napoleón miró a Little.
—¿Qué opinas?
—Necesitamos entrenar contra alguien distinto —respondió el joven.
—De acuerdo —sentenció Napoleón.
Ambos encendieron su energía. Foxing,
divertido, replicó:
—Nada mal para simples niños… ahora verán el poder de un verdadero guerrero.
Un huracán de energía brotó de su cuerpo,
levantando arena y rocas. Napoleón lanzó su técnica especial:
—¡Super Hits!
Una lluvia de golpes a la velocidad de la luz
impactó contra Foxing, quien los recibió, sorprendido, hasta descubrir el
patrón y esquivarlos con destreza.
—Excelente técnica —dijo el zorro estelar—, pero aún imperfecta. Un enemigo
real no te dará margen de error.
Con un rugido lanzó una patada envuelta en
energía, que envió a Napoleón por los aires.
—¡Vamos, levántate! —desafió.
Little, pese al temor, contraatacó. Su energía
verde se materializó en flechas que impactaron al oponente, tras desvanecerse
súbitamente de su campo visual. Foxing cayó de rodillas, sorprendido.
—Increíble… tu energía desapareció de mi radar. Eso es un don, chico.
La batalla apenas se calentaba cuando un portal oscuro rasgó el aire con un estruendo abismal. Una fuerza aterradora emergió, helando sus corazones.
De él salió una criatura arácnida, de ojos
múltiples y garras goteando veneno.
—Mi nombre es Chittervox
—vociferó—. La Bruja Lata me envía para destruirlos antes de que cumplan su
misión.
Foxing se adelantó, encendiendo su colosal
energía.
—Déjenmelo a mí. Este ser proviene del universo oscuro… y conozco tu insignia,
monstruo.
—Así es —respondió la criatura, siseando—. Reconozco también la tuya, guardián.
Trabajas para la Alianza Galáctica.
Napoleón y Little permanecieron firmes,
observando cómo la energía de Foxing se elevaba como un sol en llamas. Napoleón
pensó para sí:
—Será un gran aliado… y un guerrero digno de confiar.

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