¡Qué calor infernal que hace!
La voz resonó en el salón en el preciso instante en el cual el profesor de matemáticas cruzaba la puerta.
Su voz cortante resonó en el salón.
—Jared, le pido por favor modere su lenguaje.
Varios chiflaron, otros hicieron ruidos. La mayoría no le dió mayor importancia, principalmente por dos razones: la primera era que se encontraban finalizando el año escolar y en especial aquel año era el último previo al paso académico universitario, y en segundo lugar; la expresión provenía de boca de Jared Rickdorf, un alfa ultra dominante que se encontraba en la cima de cualquier rango de poder.
Jared de 18 años, era un joven de 1,85 metros, cabellos rubios levemente ondulados, piel clara, ojos color miel y con una contextura física propia de un experimentado jugador de basketball. Era hábil en todos los sentidos; simpático y dueño deun rostro demasiado aniñado para la posición que ocupaba y el carácter que tenía. Esto era de público conocimiento en el instituto privado de elite al cual acudía desde la primaria, no había nadie que no conociese ese nombre, desde el profesorado, pasando por el alumnado hasta el personal de mantenimiento. Sin embargo, si existía alguien que conocía todas sus facetas a la perfección ese era Leo Candem.
Leo entró con retraso al salón, llevaba las dos primeras horas de la mañana ayudando a los profesores y a otros alumnos en la preparación del evento de fin de curso. Este año seria la graduación de su clase, y por ende llevaba tiempo involucrado en el proyecto, aunque para ser más preciso, llevaba desde el curso pasado involucrado en tareas similares, a veces se sentía más parte del staff del colegio que del alumnado.
Como estudiante ejemplar, Leo ostentaba desde el primer año y por cinco años consecutivos el título del mejor promedio del instituto; a su vez era representante de clase e incluso este último año lo habían incorporado a un grupo denominado“Supervisores Junior” que Leo traducía como “Obra de mano estudiantil gratuita”, pero como estaba becado y todas las actividades serian certificadas por el rector para poder enriquecer su currículum decidió obviar la explotación laboral.
Contrario a lo que podría pensar la gente, Leo no era un ejemplo de lo políticamente correcto pero a nadie le importaban sus métodos sino sus resultados, ya que era el único en todo el colegio capaz de manejar a Jared. Si este último estaba en la cima de la cadena alimentaria, entonces Leo era una especie de fuerza sobrenatural que lo contenía, rodeaba y regulaba.
Leo cruzó el salón exhausto y se dejó caer en el asiento. Miró su pupitre, alguien había dejado un libro y una nota, se juró a si mismo que si era otro “favorcito” que le pedían terminaría preso por pirómano. Estaba muy cerca de destruir aquella bella institución con sus propias manos. Decidió ignorar el papelito, y abrir el cuaderno de notas. El profesor seguía con la lección y él joven iba retrasado, el profesor estaba cerrando un tema que él apenas estaba comenzando. La hora llegó a su fin, y con ello las pisadas elegantes de la profesora de ética, la cuál respiró hondo y clavó la mirada en el frente.
Su voz con tono cansino recitó:
“Página 162, le retórica según…”
Un estruendo interrumpió la lectura.
Leo dejo escapar un suspiró, nadie dijo su nombre pero tampoco quería escucharlo, se incorporó y se giró. Una de las mesas se había volcado, en el piso estaba uno de los compañeros, si mal no recordaba era un beta, tenía un golpe feo en la pierna. Jared se encontraba agachado agarrando la mesa por una de las patas. Leo sintió la mirada de todos sus compañeros clavada en su espalda.
“Lo siento” murmuró Jared esbozando una sonrisa, era su forma genuina y hasta incluso dulce de disculparse cuando lo atrapaban en lo que él consideraba “una broma”. El problema era que su sentido del humor era extremadamente cruel. A veces Leo se preguntaba si lo hacía adrede, o si simplemente era una de sus características de alfa dominante, los cuales solían carecer de empatía.
Escuchó a la profesora pedirle a Jared que se retirase. Leo se acercó, ayudó al joven a incorporarse, mientras la profesora designaba a una de las compañeras para que lo acompañase a la enfermería, mientras Leo le decía a Jared que lo acompañase. Este se encogió de hombros y lo siguió de buena gana.
Una vez en el pasillo escuchó el tono aliviado del alfa.
—Ah necesitaba salir. ¿Vamos al patio?
—No—respondió Leo de forma tajante. Antes de añadir evidentemente molesto —no necesitas romperle la pierna a alguien para salir del salón.
Jared comenzó a reírse
—No se la rompí, aparte eso fue por la mesa que se le cayó encima.
—Bueno ahora en secretaria se lo explicas al rector.
Jared dejo escapar un resoplido molesto
—¿Cuánto tiempo? La hora de ética termina en un rato y la próxima es libre.
Leo se detuvo en seco obligando a Jared a imitarlo.
—A ver, ellos tienen libre. A ti te toca quedarte y a mí también. Por lo visto pase a ser tu “babysitter personal”
Jared le dirigió una amplia sonrisa, haciéndole un gesto de que se relaje, agregando:
–Dale, cambia la cara. Solo estaba aburrido.
Leo se llevó la mano a la cara, evidentemente resignado.
Clavó sus ojos azules en aquella mirada color miel. Sin mediar aviso le dio una patada en la pantorrilla, lo cual arrancó un grito de dolor de Jared, quien lo miró con el ceño fruncido.
—Tú te aburres pero yo tengo que estudiar. No estoy para perderme las clases. —hizo una breve pausa, mientras Jared se incorporaba y lo miraba afligido—Ahora, ¡camina!
Leo apresuró su paso mientras escuchaba a Jared quejarse por lo bajo de su insensibilidad.
El problema con Jared es que no necesitaba esforzarse en absolutamente nada, estaba en la cima por su subgénero como alfa ultra dominante, formando parte del 0,1% de la población. Su familia estaba compuesta por un linaje del mismo subgénero y de características similares. Gozaban de una excelente posición en la sociedad, dada por el poder y el dinero que poseían. Nada de su futuro estaba en riesgo cuando se trataba de Jared, y por ende se lo consideraba, intocable, salvo cuando se trataba de Leo. Jared siempre había sabido imponerse. Su presencia emanaba un aura que podía resultar apabullante y que contrastaba enormemente con su rostro que por momentos resultaba hasta delicado. Leo, por el contrario, siempre había destacado por su rendimiento académico, era imparcial, justo pero tenía un carácter horrible. Su cabello oscuro, enmarcaba un rostro con facciones masculinas y bellamente proporcionados, tenía unos ojos almendrados azules profundo enmarcados por una pestañas onduladas y tupidas. Su cabello era lacio y solía llevar cortes tradicionales que le conferían un aspecto serio. Por lo general, se sabía expresar muy bien cuando entablaba conversación con adultos. Con sus compañeros, era el mismo demonio, como ellos mismos lo describían. Desconocía lazos en la mayoría de las ocasiones, quizás por eso Jared y Leo habían logrado conectar tan rápidamente. Leo, por otro lado, consideraba que su poder residía en la fuerza de sus golpes, golpes que lo habían ayudado a domar a la fiera.
El viaje hasta la secretaria duró poco. Cuando llegaron, Leo hizo pasar a Jared, lo llevó hasta el escritorio que se encontraba en una de las esquinas alejado del resto. Allí preparó unos cuadernos, dejo un libro pesado y antiguo, así cómo unas hojas con diversas preguntas.
La voz de Jared le llegó desde lejos al mirar el libro
—Leo, este ya lo leí.
Lo miró como un niño que descubre de improviso lo listo que es.
—Jared, me importa….—mirando a los costados, bajo la voz—muy poco, o nada. Responde las preguntas y hace la sinopsis del libro. Después puedes volver a clase.
El joven rubio se pasó la mano por el cabello con una expresión de conflicto, sin embargo agarró el bolígrafo y comenzó a escribir ante la mirada satisfecha del moreno.
Un solo pensamiento ocupó la mente de Leo al salir de la secretaria,
“Por favor que no haya más incidentes”
Claramente, Leo se olvidó por unos segundos de quien estaba hablando.
Eran las 13hs, y era el turno de los de 5to de año de ir al comedor a buscar la comida. Leo llegaba tarde de nuevo, había tenido que desviarse de su camino e ir a buscar algo al laboratorio para la clase de química. Cuando llegó al comedor la mayoría de sus compañeros ya habían terminado de comer. Se dirigió al mostrador para ver el menú y apenas pudo contener la sonrisa cuando leyó lo que había para comer. Era el día que servían pollo con papas, una de las pocas comidas decentes que tenía el comedor y que servían una vez cada dos meses.
Cuando la mujer con el uniforme del catering le sirvió un abundante plato, Leo le dirigió una amplia sonrisa, algo bastante inusual. Escogió rápidamente un lugar cerca de los ventanales, alejado del centro del comedor donde se solía acumular la gente.
Estaba cortando el pollo cuando el pequeño murmullo que había ignorado hasta ese momento se convirtió en un intercambio de gritos y ruidos metálicos. Alguien vino corriendo hasta su mesa, una mano lo agarró del brazo y tuvo que respirar hondo para no propinarle un golpe. Intentó sonreír.
—Leo, rápido…Jared se está agarrando a los golpes con Adrian.
Leo dejo sus cubiertos en el plato incorporándose rápidamente. Se giró y se dirigió hasta el grupo de gente. Adrian otro alfa de familia adinerada tenia un gran problema: era un idiota. No entendía que independientemente de que se pelease con Jared una vez por semana no iba a lograr vencerlo.
El tumulto de gente que no parecía tan grande resultó tener concentradas como a 20 personas, las cuales habían decidido juntarse alrededor de dos personas peleando en el piso. Leo miró su reloj, no tenía tiempo de hablar, así que comenzó a apartar a la gente a medida que se acercaba al centro, cuando llegó descubrió a Adrian encima de Jared apretando su cuello en la tráquea. Jared estaba pálido pero Leo reconoció enseguida que se estaba divirtiendo. El joven moreno agarró a Adrian de la camisa y como si se tratase de un saco de papatas, lo quito de allí con un tirón seco hacia atrás, y luego lo empujó hacia un costado. Frente a él solo había quedado Jared al descubierto, el rubio miró los ojos encendidos de Leo. La gente había comenzado a disiparse, Adrian intentó atacarlo de nuevo. La voz de Leo sonó intimidante.
—Te dije que te partiría la cara si volvías a interrumpir mi almuerzo.
Jared intentó sonreírle pero el nerviosismo lo delató al comenzar a morderse el labio inferior. Era una costumbre que no podía sacarse de encima, principalmente porque no era consciente de que lo hacía en dichas situaciones.
—Lo siento—murmuró por lo bajo.
Leo lo agarró del brazo y lo ayudó a incorporarse rápidamente. Fue en busca de Adrian y se vio por segunda vez aquel día llevando a Jared a la secretaria.
El conflicto con Adrian era siempre el mismo, una joven omega de 4to año había salido en varias ocasiones con el joven y desde que lo habían dejado, Jared, entre otros alfas se encargaban de perseguirla e increparla cada vez que podían. El problema no era ese, sino que en varias ocasiones la joven se había quejado de que varios alfas, entre ellos Jared, habían usado sus feromonas, algo que estaba completamente prohibido en público. Era en momentos como estos donde a Leo los alfas se le antojaban como animales. Le daba miedo que su subgénero fuera ese y terminase siendo un ser dominado por sus propios deseos primarios de dominación.
Eran las 15hs, el joven moreno aprovechó para recoger sus cosas rápidamente y salir de prisa, si se retrasaba perdería el autobús, y no quería quedarse 20 minutos en aquel lugar. Escuchó las cigarras y el sol le dio de lleno en la cara al salir a la calle. Recordó la exclamación de Jared; tenia razón, que calor de mierda que hacía. Iba a ponerse los auriculares cuando sintió un conocido peso en sus hombros, y el molesto roce de la piel de Jared contra la suya al apoyar su mejilla en el costado de su cara.
—¿A dónde vaaaaas?— preguntó arrastrando innecesariamente la “a” como un niño pequeño.
Leo intentó zafarse, sin éxito.
—¡Suéltame! Jared, me tengo que ir a casa.—ante su tono de voz pacifico, Jared intento subirse a su espalda, pero Leo ya cansado le dio un empujón con su propio cuerpo que casi lo hizo perder el equilibrio— Jared, en serio, que me tengo que ir a casa.
Sintió el quejido del rubio
—Pero es muy temprano. Seguro vas a estudiar pero ya solo queda un examen y es recién la semana que viene!
Leo resopló por lo bajo y se dio la vuelta para enfrentarlo
—Jared, por vez mil, no puedo perder el tiempo como tú. Mí familia no es rica y ni siquiera soy un alfa ultra dominante. Necesito rendir muy bien, incluso en el último examen.
Aburrido, comentó Jared por lo bajo, con un tono juguetón.
Una voz los alcanzó desde lejos, era North.
—Oigan, ¡Esperen!
Jared lo saludó efusivamente, volvió su atención a Leo pasando su brazo por sus hombros nuevamente. Con el rostro iluminado le preguntó
—¿Vienes a la fiesta? ¡Es mañana!
North se sumó, con entusiasmo
—Siiii, ¿vienes Leo?
Leo los miró confundido, a veces se preguntaba si los dos carecían de materia gris.
—No— respondió de forma tajante
Ambos lo miraron sorprendidos, algo que le incluso lo puso de peor humor a Leo, acaso no les había dicho en muchas ocasiones que no quería participar. Jared agregó con un tono meloso y elevando una ceja de forma sugestiva
—Leo se está reservando para su persona especial.
Ante el gesto, Leo sonrió divertido y asintió.
—Más virgen Leo…—agregó North.
—Si—respondió firmemente Leo.
Jared y North se miraron asombrados ante aquella afirmación.
—¿Cómo puedes decirlo así?
Leo se encogió de hombros y respondió de forma pedante
—Al menos no necesito de mis feromonas para tener sexo con alguien.
North lo miró ofendido.
—Los omegas que van a esas fiestas, van para “eso”.
Leo entrecerró los ojos
—Sabes bien que no hablo de las fiestas, no te hagas el idiota.
Se giró y siguió caminando. Escuchó a Jared empujar al otro y decirle que mejor se callase, ambos habían tenido problemas con Leo por ese mismo tema, y por su posición de “Supervisor junior” cuya responsabilidad era monitorear el comportamiento del alumnado, en especial de aquellos con mayor poder que podían suponer un riesgo para aquellos estudiantes más débiles.
Sintió el brazo de Jared de nuevo en sus hombros y la mano en su cuello, mientras los labios rozaban su oreja al susurrarle con una voz firme:
—Aunque sea una sola vez tienes que venir a la fiesta. Deberíamos pasar el rut juntos.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Leo, lo miró de reojo mientras este se reía. Sintió una conocida sensación en la boca del estómago.
Jared lo decía con otra connotación, Leo era consciente de ello pero muy en su interior le hubiese encantado pasar el rut con Jared, aunque hasta ese momento no había experimentado uno.
La verdad es que Leo llevaba años perdidamente enamorado de Jared, desde ese primer encuentro en 5to grado.
Había sido amor a primera vista.

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