Kami despertó en una cómoda y cálida cama con sabanas azules en una habitación de color índigo que casi que le parecía ser de cristal. No era muy grande, tenía forma circular, y había un balcón no muy lejos del lado derecho, un poco más al frente de su cama. Hace mucho tiempo no dormía y tantas emociones la alteraron un poco, pero todo estaba arreglado, se había acabado, ahora podía descansar. Tal vez no hizo mucho para salvar el mundo, pero algo logró, algo bueno. Ella se volvió a dormir un poco más, tiempo después Selena llegó y le trajo algo de comer, unas extrañas frutas violetas y algo de agua, al comer le parecieron deliciosas y el agua sabía igual.

—Me alegra que despertaras —dijo Selena—. Has estado dormida todo el día, ya casi va a amanecer. Eres muy dormilona, ¿verdad?

—Sí, supongo... ¡Esto está muy rico!

—Me alegra que te gustará, estos frutos lunares son muy nutritivos y su jugo parece agua, porque es muy hidratante.

—Genial, ¿acaso necesitas comer y beber?

—Hasta los seres mágicos necesitan energía, ¿sabes? La verdad es que me alegro de que estes bien, fuiste muy valiente.

—No fue para tanto, solo me aparecí, ¡y listo! ¡Se acabó la guerra!

Selena se río un poco y continuó hablando:

—Pero todo tu trayecto demostró valentía, tuviste que hacer un largo viaje y enfrentarte a Eduard para salvar a la Tierra, todo lo que amas. Eso, aunque pudo ser pequeño, hizo más que muchas otras cosas, ¿no crees?

—Supongo que es verdad. ¿Eres así por qué eres la Luna o qué?

—¿Así cómo?

—No lo sé, como algo sabia o dulce, ¿sabes qué? Sólo olvídalo.

—Está bien. Ven, levántate, tengo que hablar contigo algo importante, es sobre tu padre.

Kami se levantó con mucha prisa, siguiendo a su madre por los mismos pasillos que había visto antes (o al menos todos parecían iguales). Salieron del palacio para ir al borde de la Ciudadela Celeste, una vez ahí Selena giró la varita de la Luna e hizo aparecer una plataforma mágica en la cual se pararon porque Kami aún no sabía volar bien. Sólo se veía el contorno de la plataforma circular, delineado por líneas celestes y con un símbolo de luna creciente, recordándole a Kami su anillo. Kami se preguntaba a dónde se dirigían.

Volaron lejos, sobre las nubes, ya se veía salir el sol y el Palacio del Sol se acercaba. Selena bajó y quedaron frente a las puertas del palacio. ¿Qué estaban haciendo ahí? Selena le contó una historia, la de una luna y un sol solitario:

"Hace mucho tiempo, después de la era de oscuridad, sólo el sol brillaba en el cielo, pero era increíblemente solitario, no había nadie más en su palacio. La noche entonces era fría y oscura. Cuando un día la luz de la noche por fin se elevó, aun así era débil e igual de solitaria, pero curiosa. El mundo aún era joven y el tiempo parecía no existir, ninguno de los dos movía, hasta que la joven Luna se acercó al extraño resplandor que había del otro lado de la Tierra. Entonces conoció al Sol y por fin su soledad fue interrumpida, todo el tiempo estaban juntos, pero llegó un momento en donde una parte se quedaba en las penumbras y decidieron no moverse más, no sin antes que el Sol le regalará una gran parte de su luz para que creciera una nueva luz que la acompañara, las estrellas nacieron.

“El pueblo de la Luna creció alegremente, pero extrañaba al Sol y decidió verlo otra vez ahora que las estrellas podían iluminar el día. Sin embargo, las estrellas curiosas la siguieron y envidiaron la luz del Sol, no sabían que había otra luz en el cielo y más brillante y fueron a hablar con él para convencerlo de irse, pero el Sol obviamente no iba a marcharse, peleándose con las estrellas. Estas, al volver, le dijeron lo ocurrido a la Luna y ella fue a hablar con el Sol, pero se pelearon cada uno aclarando que hacía lo correcto y así empezó la guerra. Todos esos años de amistad desaparecieron en un segundo.

“Sin embargo, querían parar, pero no podían por la presión... ver a los mortales, bueno, morir, les causó mucha vergüenza y decidieron solucionarlo todo, con acuerdos de paz para compartir el tiempo de luz en la Tierra. Durante esos acuerdos, volvieron a sentirse como antes de todo el conflicto, y al final... se enamoraron, pero sus visitas eran secretas y cautelosas, cada Luna nueva, cuando la Ciudadela Celeste estaba cubierta por oscuridad.

“Pasaron los años, los siglos, y terminaron juntos, sin que nadie más lo supiera, y tuvieron una adorable hija un día de eclipse. Sin embargo, no sabían si su hija iba a pertenecer al día o a la noche, y decidieron que crecería con su madre hasta que tuviera edad para decidir. Desgraciadamente, la niña desapareció y mientras todos culpaban al Sol, la Luna sabía que él no podía ser y vivió esperando que otra guerra no se declare."

El relato de Selena era claro, estaba diciendo que Kami, era hija de la Luna y el Sol. Que naciera en un eclipse no era la única razón por la cual le pusieron Eclipsa.

Poco después Solaris abrió la puerta y las recibió, el palacio era brillante y luminoso tanto adentro como afuera y un triste eco se resonaba por todas partes. Solaris entonces habló:

“Bueno... esto no es fácil de decir, pero hay algo muy importante que debemos contarte, Eclipsa...”. En ese momento Selena lo interrumpió diciendo: "Ya le conté, Solaris". Él respondió diciendo: "¿Espera, ¿qué? ¡Dijiste que se lo contaríamos juntos!".

Luego volvió su tono más serio y le dijeron que Kami debía decidir con quien quería vivir, si pertenecía al día o a la noche. Ella lo pensó mucho y su respuesta fue clara: ella no quería elegir, iba a quedarse en la Tierra como humana hasta que se graduará, luego podría irse a vivir su vida mágica. Ella no quería dejar su antigua vida atrás. La decisión les pareció sorprendente, pero la aceptaron, siempre y cuando ella pueda visitarlos seguido. Ella cerró el trato felizmente y con guiño dijo agregando: "Una cosa más: llámenme Kami".