Un sueño desagradable lo despertó, sintió todos sus sentidos en posición de alarma.
Miró a su alrededor, el living todavía estaba en penumbras. Se incorporó, y tuvo que apretar fuerte los dientes para no emitir el quejido que se había atorado en su garganta. Le dolía cada rincón de su cuerpo. Con el corazón golpeando con fuerza en su pecho, buscó a Jared con la mirada, miles de excusas se le venían a la cabeza, sintió que el corazón se le dispararía.
De repente, suspiró aliviado al descubrir su figura; Jared se encontraba tirado en la alfombra a su costado izquierdo. Se había quedado dormido. Leo se incorporó despacio, algo comenzó a escurrirse por su entrepierna, y acto seguido sintió en su rostro un ráfaga de calor producto de la vergüenza que lo invadió. Tenía que actuar con rapidez, y salir de allí antes de que se despertase.
Lo primero que hizo fue dirigirse hacía los grandes ventanales, no podía ser que fuese todavía de noche. Tenían un dispositivo que estaba programado para cerrarlas durante el día. Eran las 11 de las mañana, y suspiró aliviado al comprobar que el dispositivo estaba programado para dejar las cortinas cerradas hasta las 14 hs. Con paso ligero e ignorando cada punzada de dolor que se disparaba en diferentes partes de su cuerpo, fue en busca de su ropa. Con el ceño fruncido y cierta frustración recogió los restos de la camiseta, por suerte la chaqueta seguía intacta. Genial, ahora no tenía que ponerse. Se dirigió al baño, se limpió con una de las toallas que luego tiró en el cesto de la ropa sucia. Sus ojos se quedaron clavados en el interior del cesto, allí dentro había ropa de Jared. Decidido agarró una camiseta blanca para usarla. Buscó su celular, y el de Jared. El del alfa estaba apagado, se había quedado sin batería. Hubiese preferido borrar rastro de la llamada recibida pero tendría que pensar como responder al interrogatorio que se le vendría. Se había terminado de vestir, había recogido todas sus cosas, echó una mirada alrededor y asintió satisfecho al comprobar que no parecía haber rastro de su paso por allí. Despacio se dirigió a la puerta de entrada, un ruido lo sobresaltó, se giró con el corazón en la boca pero Jared simplemente se había girado y había dejado escapar un quejido. Estaba desnudo y por la erección que tenía, los efectos del inductor del rut seguían presentes.
Conteniendo la respiración, abrió la puerta y la cerró arrepintiéndose inmediatamente de aquella acción tan poco pensada. El sonido metálico y el pitido que emitia la puerta lo hizo salir corriendo e ir derecho hacia las escaleras. No escuchó ningún ruido detrás suyo, igualmente sentía un temor creciente por ser descubierto, así que muy despacio y pegado a la pared fue descendiendo las escaleras del edificio. Eran aproximadamente unos 10 pisos. Cuando estaba en el tercero le llegó el eco de una puerta que se abrió, y le pareció escuchar la voz de Jared pero en ese momento se abrió una puerta en otro de los pisos superiores y el ruido de un grupo de varias personas al bajar por las escaleras, junto con sus voces fueron lo que necesitaba para camuflar cualquier otro sonido y le dio la oportunidad de bajar a toda prisa, y salir disparado por la puerta trasera. Naturalmente no se arriesgaría a salir por la entrada principal. Corrió hacia la calle trasera a toda velocidad como si fuese un prófugo de la justicia. Por suerte conocía muy bien la zona, y sabía que a tan solo 100 metros tenía la entrada del metro. Aún sentía el corazón palpitante y el estómago revuelto debido a los nervios. Llegó al andén y pese a que era una línea de metro que no le servía, se subió igual. Cuando las puertas se cerraron, se sintió finalmente a salvo. Él era incapaz de sentir las feromonas pero por las expresiones de varios pasajeros, supuso que todavía las tenía impregnadas en la piel. Se bajó en la próxima estación y cambió de vagón, así realizó 3 estaciones en total. Luego descendió y el tramo final rumbo a su casa lo realizó en taxi.
Cuando llegó a su casa, entró despacio, su madre no estaba, a esa hora por lo general estaba en el comedor comunitario del barrio pero igual no estaba listo para sorpresas. Se metió de inmediato en la ducha. Se restregó bien la piel con la esponja áspera y al salir se encremó el cuerpo con una loción especial que neutralizaba las feromonas. Lo más difícil fue limpiar aquel lugar intimo donde Jared había eyaculado en varias ocasiones. Tenía la zona inflamada y enrojecida, y tuvo que recurrir a una crema anestesiante para abrir bien la zona y quitar todo el semen de su interior. Por suerte, el dolor en el bajo vientre desapareció rápidamente tras vaciar su interior.
Afortunadamente no tenía ningún tipo de desgarro, algo que por lo visto era recurrente en los hombres alfa o beta cuando recibían. También desaconsejaban pasar el rut sin tener la experiencia necesaria. Suspiró aliviado, por suerte nada malo había sucedido.
Al salir del baño, puso su ropa en el lavarropas para evitar preguntas incomodas, sin embargo la camiseta usada de Jared la guardó en su armario, en una caja que tenía reservada para prendas especiales. Vació su contenido y en ella puso la camiseta delicadamente doblada. Volvió a sentirse un idiota al hacer aquello, pero era su habitación, así que allí no corría peligro de ser descubierta. No la usaría, era tan solo un recuerdo de su primer amor, de su primera vez.
Luego de todo aquello pusó a cargar su celular, pero decidió no encenderlo hasta que estuviese cargado al 100%. En realidad, tenía miedo de encenderlo, no sabía con que podría encontrarse aunque era domingo. Estaba increíblemente cansado y le dolía todo el cuerpo, se tumbó en la cama y cuando quiso darse cuenta eran las siete de la tarde.
Alguien lo sacudía, abrió los ojos con un grito. Su madre lo miró asustada.
—¿Vas a cenar?
Le resultó raro que no le dijese nada, luego se dio cuenta de que todas las cosas de estudio estaban sobre su escritorio así que su madre posiblemente pensaba que había estado estudiando y su madre tampoco solía pasar el fin de semana en la casa, muchas veces se reunían con otras compañeras de trabajo en una finca en las afueras, posiblemente ni siquiera sabia que Leo se había ausentado. Era lógico que no hiciese preguntas.
Asintió, y le dijo que ya saldría.
Cuando su madre salió de la habitación, Leo decidió encender su teléfono. El grupo de chats se llenó de mensajes. Tenía varias llamadas perdidas de North. Carraspeó, e intentando ignorar el nerviosismo lo llamó.
—¿Dónde estabas? No me vas a decir que realmente estuviste estudiando todo este tiempo. —dejó escapar resoplido, Leo estuvo a punto de disculparse cuando North agregó evidentemente molesto—deberías hacerte ver esa obsesión. Dejas tirados a tus amigos.
Leo pestañeó sin entender.
—Estaba muy cansado, me quede dormido—mordiéndose el labio, decidió apostar todo a la ruleta—Jared me llamó pero no me acuerdo muy bien. ¿Pasó algo?
North hizo un chasquido con la lengua para demostrar su enfado.
—No sé, parece que Jared se tomó algo o le dieron algo de eso para inducir el rut. Me llamó la madre hoy al mediodía, tenemos que avisar en el cole, bueno tú tienes que avisar, yo no. Jared volverá en unos días. Parece que le dieron algo super fuerte.
—Ah...—Leo no sabía qué responder—¿no estaba con Clara?
North lanzó un quejido
—No, es una hija de puta. Los vi discutir en la fiesta, no sé qué pasó después, pero Jared casi rompió una de las ventanas. Tuvieron que sacarlo.
Leo dejó escapar un resoplido, antes de preguntar:
—¿Está en su casa ahora?
—No, la madre se lo llevó al hospital porque el supresor no funcionó.
El moreno no sabía qué responder. Le costaba separar los eventos que habían sucedido realmente, de la mentira que él mismo estaba armando.
Decidió tomar el camino que siempre tomaba en estos casos.
—North, a todo esto ¿ya terminaste el resumen de la novela histórica? Tengo una pregunta...
North cortó la llamada.
Leo sonrió, nunca fallaba.
Era lunes.
Leo llegó a la escuela temprano, como siempre. Al menos sabía que no se cruzaría a Jared aquel día, así que primero se pasó por Secretaria para informar de la ausencia temporal de Jared y volvió a su salón.
Llevaba cinco minutos en su lugar y apenas había preparado su material de estudio cuando la puerta del salón se abrió de repente. Clara apareció en la entrada, su expresión era seria, como siempre. Leo no recordaba haberla visto sonreír jamás, lo cual siempre le resultaba extraño.
Era la hora de química, la profesora, una señora con una melena estilo años 50 completamente plateada la miró de forma severa.
Clara procedió a clavar su mirada en Leo.
—Leo Candem debe presentarse en Secretaria.
El moreno la miró con el ceño levemente fruncido.
La profesora dirigió su mirada hacía él y con sonrisa apenas visible, le dio permiso. Aquello le dio una pequeña satisfacción, a esta altura se conformaba con bastante poco. Hubo algunos murmullos, era la primera vez que Clara se apersonaba en el salón del curso de ellos.
Se dirigió hacía ella, cerró la puerta detrás de si, y la siguió. Caminaron en completo silencio por el largo pasillo, sin embargo en vez de torcer hacía la izquierda en las puertas de cristal que daban al ala de administración, Clara siguió derecho en dirección hacía la parte trasera del instituto, para ser más exactos, a la "Zona Verde", donde se encontraban los compartimientos de los desechos.
Leo estuvo a punto de decir algo, era obvio qué la joven quería hablar de la fiesta del viernes.
Salieron a la parte trasera que se encontraba descubierta, era una de las áreas a la cual no daba la ventana de ningún salón ni de ninguna oficina. Era lista.
Se detuvo en un costado, donde quedaban ocultos a las posibles miradas curiosas.
Se giró para enfrentarlo. Realmente era una belleza, tuvo que admitir Leo y ese sentimiento amargo que tanto aborrecía apareció de nuevo. Era alta, tenía un cabello abundante y lacio de un color castaño oscuro que acompañaban unos ojos de color gris. Tenía un flequillo que enmarcaba a la perfección sus delicados rasgos. Emanaba una presencia fuerte y al mismo tiempo parecía como aquellas diosas que aparecían retratadas en los cuentos de fantasía.
Su voz era dulce, como sus feromonas, ahora qué, lamentablemente, sabía a la perfección cómo olían.
—Leo, respecto al incidente del...
El joven tuvo que admitir que tenía agallas, ni siquiera sentía la necesidad de explicarse porque lo había sacado de clase de esa forma, ni siquiera tenía la intención de disculparse. Parecía que Jared y Clara eran dignos representantes de sus respectivos estratos sociales.
—Temas ajenos al curso prefiero hablarlos fuera del instituto. Si quieres te paso mi número.
Clara lo miró sorprendida, y por una milésima de segundo estuvo a punto de sonreír pero como evidentemente era muy inteligente, se pusó derecha y con una actitud que denotaba que tenía que cumplir con el protocolo, agregó:
—Siento haberte sacado de clase para hablar de un tema personal pero necesito saber algo de la fiesta de las feromonas y no, no me interesa tener tu número de teléfono.
—Veo que en algo coincidimos.—agregó Leo con un tono seco.
Clara hizo un chasquido con la lengua, divertida ante la actitud de Leo.
—Seguro escuchaste del incidente de la fiesta...
—La verdad no sabía que ibas a ese tipo de eventos...— comentó Leo con un tono y una mirada llena de prejuicio que no le importaba disimular.
Clara entornó los ojos y su voz cambió, por unos segundos se convirtió en una persona completamente diferente.
—Mí alfa iba, así que decidí ir.
Leo abrió los ojos con sorpresa.
—Lo siento, no sabía que estabas en pareja...— se apresuró a agregar.
Clara le sonrió ampliamente antes de responder. Leo tuvo que admitir qué hubiese preferido nunca conocer aquel rostro sonriente, era doblemente bella cuándo lo hacia.
—En realidad no, todavía no— hizo una pausa y sus ojos se tiñeron de un brillo peligroso—pero es cuestión de tiempo, siempre caen. — agregó, sonriendo ampliamente. — La próxima fiesta es en un mes y necesito que acompañes a Jared.
Leo se rió por lo bajo al escuchar aquella petición. La miró con los ojos cansados.
—No va a ser posible Clara. No voy a esas fiestas.
Clara lo miró de una forma extraña.
—Y, ¿por qué no? En vez de hacerte cargo después, puedes vivirlo en el momento, en tiempo real.
Leo sintió un escalofrío recorrer su espalda, la miró extrañado, ignorando aquella incomoda sensación.
—No sé a qué te refieres.
Clara lo observó antes de hacerle una seña de que se disculpaba. Aunque aquellos ojos femeninos lo escrudiñaron por completo. Leo comprendió que seguramente aún habían quedado algunas feromonas, después de todo ella era un omega dominante, solían ser altamente perceptivas.
Pero esta vez era Leo el que tenía preguntas
—...Por cierto, ¿sabes qué tipo de droga le dieron a Jared?
Clara le clavó la mirada antes de responder, sin embargo algo no estaba bien, pensó Leo. Era como si estuviese intentando descifrar algo.
—O sea que al final sí eras beta...realmente podrías pasar por alfa sin problema.—comentó Clara, con curiosidad.
—No entiendo—respondió por lo bajo.— Es verdad, mí subgénero no está definido todavía pero no sé porque es relevante en este caso.
Clara se le acercó y le susurró al oído
—Jared no tomó nada. Fui yo la que le dio un baño de feromonas.
Se alejó guiñándole un ojo.
Leo la miró horrorizado, Clara se puso seria y refutó en tono seco.
—Quizás debería marcarlo la próxima vez
La expresión de Leo se transformó y por los próximos minutos Clara cambió completamente su actitud.
—No voy a hacerlo, no hay necesidad de que me mates. Igual déjame decirte algo; los alfas ultra dominantes no aman, carecen de empatía y de la capacidad de amar. Viven a merced de su necesidad de dominar. No intento darte una clase, pero ¿con quién pasó el rut, se acuerda siquiera? ¿sabe acaso quién eres o solo se quedó con las feromonas dulces que sintió?
Leo bajó la mirada. No podía decirle nada, estaba siendo sincera y aunque odiaba admitirlo, lo estaba haciendo con buena intención.
Levantó la mirada unos segundos, sentía que le ardían los ojos. Cuando habló, su tono sonó frio y cortante.
—Tienes un mes para conquistar a tu alfa porque no pienso ir a la fiesta, y ciertamente no pienso pasar un rut con él. Quizás sea un buen momento para salir de la ciudad.
Le sonrió, se giró sobre sus talones y a paso ligero se dirigió a la biblioteca.
A esa hora siempre estaba vacía y era el único lugar donde podía llorar.
-cont-

Comments (0)
See all