Si alguien le hubiese dicho Leo como su vida iba a cambiar en el lapso de dos semestres de universidad, se le hubiese reído en la cara.
Leo siempre había sido un fiel defensor de que uno era el que moldeaba su propio futuro. Creía de forma casi obsesiva en la cultura del esfuerzo porque en su caso siempre había funcionado, y pese a algunas pocas variables en su vida, siendo una de ellas un alfa ultra dominante del que llevaba enamorado toda su corta existencia, esperaba pocos cambios sorpresivos, o para ser exactos, casi ninguno.
Era una persona extremadamente racional, vivía y respiraba estructura. Tenía sus prioridades definidas desde aquel momento en el cuál habían dejado el pueblo de 5000 personas dónde había crecido con sus padres.
No había tenido una infancia dura, pero tampoco conocía los lujos, y desde muy chico había sido un chico exitoso en los estudios, un chico "con talento". Cuando su padre falleció por una enfermedad bastante habitual, su madre decidió que era hora de mostrarle mundo a su hijo y con los ahorros que tenían se mudaron a la gran ciudad. Entrar en el instituto de elite no había sido un problema, también en ese sentido había tenido suerte ya que uno los ancianos del pueblo había trabajado en su juventud como profesor en dicho instituto y lo recomendó convencido del increíble potencial que poseía.
Leo era un chico brillante, de esos que pocas veces se encontraban. El cambio a la gran ciudad había sido llevadero y el nuevo instituto había sido el primer gran amor de Leo, era un terreno vasto por explorar. Y desde entonces, se había trazado un camino en su cabeza, analizando cada año como era su propio progreso. El nuevo entorno también le ayudó a conocer diferentes perfiles de personas.
Así como era de responsable, era de lo menos sociable que existía. Era amable, e incluso servil, si servía a sus propósitos, y había sabido reconocer desde el principio con quién y para quién. Y justamente por eso se ganó varios apodos desagradables por parte de sus compañeros.
La única variable que nunca había podido controlar era Jared. Toda la lógica, el temperamento moderado, la actitud calmada que lo caracterizaban desaparecía cuando se trataba de Jared, quién pese a tener un patrón de comportamiento predecible para Leo seguía resultando inestable. Y todo lo inestable, necesitaba estabilizarlo, solo que Jared no funcionaba así.
Quizás por eso, él había sido el único capaz de controlarlo en la época de instituto. Y el tiempo invertido en descifrar algún tipo de esquema que explicase la conducta de Jared, le había servido.
Sin embargo, actualmente, él mismo ya no era estable, no encajaba en su propio patrón de comportamiento y no podía prevenir sus propias acciones. La universidad había sido un antes y un después en su vida.
Por primera vez tenía un lazo de amistad cercana como era Lenny, y se dio cuenta de este desempeñaba un rol semejante al que él mismo había desempeñado en la secundaria. Era una de las pocas recompensas, o quizás la única que le había otorgado su reciente vida estrenada de universitario. Todo el resto era un desastre. Y ya no estaba tan seguro de sí la cultura del esfuerzo seguía funcionando en el mundo adulto.
El gran quiebre había sido darse cuenta de que en esta nueva etapa de su vida había sido llegar a la conclusión de qué se había convertido en una persona emocionalmente volátil.
La alarma del celular lo arrancó del sueño. No, no estaba en su cama, estaba en la sala de espera del consultorio del médico, estaba esperando para realizarse el análisis de sangre. Últimamente dormía bastante mal, la noche anterior había soñado con un bosque de pinos dónde crecían arboles de duraznos. Era algo muy extraño, en el aire se olía el olor de la fruta madura, tan típica del verano sin embargo el lugar dónde se encontraba era un bosque, espeso, amplio de pinos. Se preguntó si en algún lugar del mundo existiría un lugar así. Se respiraba mucha paz.
Alguien lo llamó para pasar al laboratorio. El enfermero, un joven con una sonrisa dulce lo guió hasta adentro y le sacó sangre. A verlo tan cansado, le ofreció un dulce.
Leo lo miró sorprendido.
—Las noches largas de estudio de la época universitaria es lo que menos extraño.— le comentó divertido.
Leo le sonrió ante el comentario.
Ojala ese fuese su problema, pero no lo era. Últimamente tenía sueño las 24 horas del día pero le costaba muchísimo quedarse dormido cuando se iba a la cama por las noches. Incluso le había preguntado a su madre por esa especie de "insomnio" bastante particular y esta le había recomendado comenzar a tomar un suplemento vitamínico.
—¿Estás comiendo bien?
—El problema es que estoy tan ocupado qué ni siquiera tengo tiempo de comer. Me olvido.
Era una verdad a medias, el problema es que no tenía apetito, y ni se acordaba de comer. Nunca había sido una persona que tuviese problemas a la hora de comer, podía comer absolutamente de todo, y el pollo al horno con papas seguía siendo su plato favorito pero últimamente toda la comida le daba asco.
—Deberías hacerte una analítica, para ver sí tus valores están bien.
—Tienes razón.
—....es inusual que me des la razón en algo. ¿quieres pasar por casa y te hago tu comida favorita? Hace bastante que no nos vemos.
Leo respondió en voz baja.
—La semana que viene, te aviso. Esta semana está complicada. Ah, el viernes tengo una cita en otro especialista. Este es el segundo. La semana que viene te cuento bien, espero ya tener novedades. La otra medicación la tuve que dejar al final.
—Leo, también me puedes contar las cosas antes de que sucedan y las podemos resolver juntos, ¿no?
—Lo sé pero no quiero que te preocupes innecesariamente, eso es todo.
La madre se rió, y con cariño le respondió.
—Eso en tu lenguaje significa que no quieres que me preocupe porque sino me vuelvo una pesada, ¿cierto?
Leo se rió ante la respuesta de su madre.
—Quizás. Te escribo el viernes después de la consulta.
Luego de cortar la llamada miró la hora, había terminado antes de lo previsto. Pasó por la cafetería que quedaba cerca de la universidad, la próxima clase empezaba dentro de una hora aproximadamente, y no tenía ganas de entrar al campus todavía.
El lugar estaba prácticamente vacío, estaban pasando una música agradable y los aromas eran exquisitos así que decidió entrar. Miró la lista del menú y sus ojos se clavaron en el frappuccino de fresa que le gustaba a Jared.
Se pidió un café helado y se sentó en un rincón. Sacó el celular y escribió en el chat grupal:
"Estoy en la cafetería de la esquina, hoy entro más tarde"
"Jared, tienen esa cosa asquerosa de fresa que te gusta"
North respondió con un emoji como era de costumbre.
Jared respondió de la nada:
"Pídeme uno"
Leo fue al mostrador para pedir la bebida, estaba hablando con la empleada cuando sintió un conocido brazo en sus hombros, no pudo evitar sonreír.
—¿Todavía sigues tomando eso?
Jared lo miró con picardía
—Algunos gustos nunca cambian
Leo revoleó los ojos y volvió a su lugar.
Jared esperó a que le diesen la bebida y se sentó con una amplia sonrisa. Leo se dio cuenta que hacía mucho tiempo que no pasaban tiempo solos.
—Es extremadamente dulce, no va con tu carácter alfa ultra dominante—remarcó Leo con una expresión maliciosa.
Jared lo miró, riéndose divertido.
—A ti no te vendría mal algo dulce, andas demasiado amargo últimamente.
—No todos podemos vivir de joda, Jared.
El rubio lo miró, y se puso serio.
—No vivo de joda, últimamente las "jodas" como las llamas me están costando un poco caras.
Leo le sonrió
—North me dijo algo de una isla. ¿Es verdad qué te tuvieron incomunicado?
Jared asintió.
—Andan preocupados
Leo lo miró interrogante.
—A mí no me preguntes, ni idea por qué.
Leo le dirigió una mirada incrédula.
—¿No hablaste con tus padres?
Jared lo miró atónito y luego le sonrió, solo que en esa sonrisa no había ni un atisbo de alegría ni de burla.
—Claramente no conoces a mí padre. —dio un sorbo a su bebida y los ojos se le iluminaron de nuevo—Uhm está delicioso.
Leo se dio cuenta en ese momento de la cicatriz que tenía Jared en el cuello era apenas visible, le había quedado una especia de corte lineal dónde se supone le habían dado los puntos. A Leo le extrañó aquello. No recordaba que hubiese tenido un corte tan limpio. Jared notó la mirada.
—Uhm ¿la cicatriz? Me tuvieron que hacer una pequeña incisión para reconstruir algo del tejido.
Leo intentó disimular pero aquello no tenía ningún sentido.
—¿No dijiste que te había sacado un trozo de piel...?
—Exacto... y parte del tejido...—dio otro sorbo— pero no me convertí en vampiro.
Leo se rió recordando la gracia tonta que habían hecho la vez pasada.
—¿Cómo va la búsqueda de la futura esposa heredera?
Jared se puso serio, se notaba que no era un tema del que quisiese hablar. Leo por otro lado, necesitaba hacerse a la idea.
—No muy bien, por lo qué escuche, aunque está semana estaban hablando con la hija de un político extranjero.
Leo, sintió un nudo en la garganta.
—De última me busco un beta...como North. Habrá varios en busca de sponsors, no será el único.
La mirada de Leo se transformó al instante.
—Estás hablando de un amigo mío. Cuida tus palabras.
—Ay Leo por favor, a veces de moralista te pasas...creo que nunca te lo dije pero a veces tus "principios" rozan la estupidez.
Leo sintió una conocida punzada en el pecho, pero no era dolor, era rabia. Y pensando en el rut, asintió y le dijo:
—¿Sabes qué Jared Rickdorf? En esta te voy a dar la derecha, sí, soy un gran estúpido. No soy inmune a los sentimientos. Aunque dime algo, Jared, si pudieses elegir: ¿Te gustaría ser inmune a las feromonas o los sentimientos?
Leo notó que la mirada de Jared se había oscurecido.
—¿Inmune a los sentimientos? ¿Me estás hablando en serio Leo? te gusta ese imbécil?
Leo lo miró sin comprender.
—Jared, no sé de qué estás hablando ahora mismo. Lo que te estoy diciendo es qué efectivamente los sentimientos me hicieron cometer estupideces. Y respecto a Lenny, no necesita de sponsors.
Jared chasqueó la lengua.
—A esto mismo me refiero Leo, ¿puedes ser tan estúpido cómo para creer que alguien como Lenny entra a una universidad de este nivel sin un sponsor?
—Yo no tengo un sponsor.
—Leo, tienes un IQ de 1500, tu casa debe estar empapelada en certificados de no sé cuantas mierdas, por favor...
Leo se atragantó con el café de la risa que le entró.
—1500?!
No podía parar. Jared lo miró confundido. Se enjuagó las lágrimas de los ojos y se puso serio de nuevo y lo miró, tenía una sonrisa en su rostro. Jared tenía la capacidad de insultarte y alabarte todo junto en una misma frase.
Jared lo observó durante lo que pareció un montón de tiempo, por un segundo los ojos de Jared se oscurecieron levemente, y Leo contuvo la respiración, nervioso. Jared parpadeó unos segundos, y agregó:
—Leo, ese tipo quiere posicionarse en una familia poderosa. No sé quién es el sponsor pero debe ser alguien con mucho peso.
Leo lo miró, incrédulo.
—No creo que necesite de alguien pero si realmente lo necesita, entonces, ¿no te parece que deberíamos plantearnos que es lo que está fallando en el sistema?
—No me vengas con tus mierdas socialistas, ese tipo es un delincuente...
Leo, respiró hondo, antes de responder.
—No entiendo porque te cae tan mal.
Jared se rio, aunque su mirada contradecía el gesto de su boca.
—Y yo no puedo entender como pasó a ser tu protegido y el novio de North de la noche a la mañana.
Jared continuó, sus ojos brillaban, estaba irritado.
—De North lo puedo entender, es muy básico, pero te creía con más criterio. Quizás es cómo dices, los sentimientos te anulan lo único bueno que tienes que es tu inteligencia.
Leo lo miró, resignado, agregó:
—A veces me preguntó porque sigo siendo amigo tuyo.
Jared lo miró, molesto.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Me lo vas a negar, acaso?
—Jared, tengo más cosas buenas aparte de mí inteligencia...
—Eso ya lo sé...—agregó por lo bajo.
Leo lo miró confundido.
—Está conversación no tiene ningún sentido. No sé porque te cae tan mal Lenny. ¿Qué te hizo, Jared?
—Me da mala espina.
Leo revoleó los ojos
—Lo dice la persona que se va de fiesta en fiesta, y ni siquiera sabe con quién pasa el rut. ¿no quieres saber quién es?
—No, ya no me interesa.
Leo sintió un nudo en la garganta. Aquello sí le había dolido.
—Y ¿qué pasa sí anudaste a esa persona?
Jared negó la cabeza.
—No he anudado a nadie, Leo, caso contrario lo sabría. Es un vínculo intimo, que solo realizas con una persona especial, no con alguien con quién te cruzas borracho de feromonas.
Leo lo miró, incrédulo. Tuvo que hacer un enorme esfuerzo para que el temblor no se reflejase en su voz
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
Jared le sonrió, cómo quién se sabe dueño de la verdad absoluta.
—Leo, no anudé a nadie, no voy a tener hijos, y tampoco quiero tener hijos. Ok?
El moreno lo observó en silencio. No le podía decir qué se había equivocado en la primera afirmación.
Y faltaba poco para enterarse de que también se había equivocado en la segunda.

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