El chico se quedó solo en ese lugar. Ese bosque, que al principio le había parecido extraño, ahora le resultaba familiar. Se había acostumbrado a la atmósfera. De hecho, pensaba: es lindo, incluso con esta neblina, tal vez pueda construir una casa aquí, aunque si lo que le dijo el dios era cierto, quizás ni siquiera podría pasar tiempo en ella.
Primero lo primero: tenía que ir a un lugar para descansar. Aunque pensaba no necesitarlo, estaba cansado. Debe ser que mi mente aún se acostumbra a este cuerpo, pensó mientras caminaba por el bosque, tratando de salir usando lo que tenía: su olfato superdesarrollado de vampiro. Al activarlo, se dio cuenta de que el mundo realmente parecía una copia de aquella historia. Recordó las veces en que se quejaba de ese poder.
—Los vampiros no son perros ni hombres lobo…
Y cómo había criticado a la autora por quedarse sin ideas. Pero ahora solo podía agradecerle. Si no fuera por eso, tendría que dormir en el bosque… o aprender a usar la hipervelocidad vampírica, y eso le asustaba. Le daban miedo las velocidades mayores a 45 km/h. Aunque ahora era un vampiro, no quería encontrarse con ningún desequilibrado mental. Esos que aparecen en lugares hermosos pero que, según algunas personas, son tétricos. Toda historia de terror lo corroboraba: Scream, Mamá, Viernes 13…
Y aunque estaba casi seguro de que un cuchillo, machete o incluso un espíritu maligno no le harían daño, no quería correr ese riesgo. Estaba demasiado verde, como él mismo se había descrito. Primero necesitaba saber qué tanto podía acceder a los recuerdos de Kaius y a sus poderes. De ahí sabré cómo moverme en este mundo, pensó. Además, ya no tenia hambre de la peligrosa ahora solo quería comida humana. Carne, pasta… tambien quería saber si en ese lugar vendían pan dulce. En su mundo original era época de Día de Muertos, y se moría por un pan de muerto con azúcar o chocolate derretido… y un café de olla o ponche.
Pasaron lo que él creía que eran minutos, hasta que llegó a un pueblo algo grande. Vio algunas tiendas, pero todo estaba en inglés. Supuso que estaba en Reino Unido, Canadá, Europa… o Estados Unidos. Pudo haber entrado a alguna tienda para escuchar el acento o preguntar, pero no quería retrasarse. Solo quería descansar… y encontrar una panadería.
Caminó por las calles pensando que podría pasar desapercibido. Pero al pasar por un grupo de chicas, muchas cuchicheaban entre sí. Algunas se sonrojaban y lo miraban. Ahí recordó una cita del libro que también aparecía en la serie, aunque no se destacaba tanto:
La belleza de Kaius era algo que muchas personas notaban. Desde sus cabellos negros brillantes hasta sus ojos cafés casi rojos, y sus músculos que, aunque no eran muy grandes, se marcaban bajo la camisa. Junto con su piel… una extraña combinación de pálido y caramelo.
Ahora lo entendía. La belleza casi cegadora de Kaius… o más bien, de un vampiro. Trató de apurarse y cubrirse todo lo que podía. Aunque Kaius era conocido por su seguridad y actitud descarada, Daniela había pasado desapercibida toda su vida. Rara vez la volteaban a ver. Eso le causaba vergüenza. Por eso casi nunca salía de casa.
Antes de perderse más en sus pensamientos, le llegó un delicioso olor a pan recién hecho… y café. Al levantar la vista, estaba frente a una panadería. Entró. Escuchaba las conversaciones a su alrededor. Eran sobre sus días y sobre el Día de los Presidentes, que sería en tres días. Eso le confirmó que estaba en Estados Unidos. Estaba agradecido de poder hablar y entender el idioma como si fuera suyo. Nunca fui bueno en inglés siempre me iba a extras, pensó.
Mientras esperaba en la fila, pensaba. Cuando fue su turno, preguntó:
—¿Cuál es el pan dulce más vendido en esta época?
La mujer adulta que lo atendió era muy amable. Grande, algo voluminosa, con lo que se llama piel quemada por el sol. Me recuerda a mí… cuando era mujer, pensó. Estaba 80% seguro de que era mexicana.
—Es época de roles de canela —respondió ella en un excelente inglés.
—Entonces quiero uno… y un café caliente.
Al final sacó la tarjeta. Por favor que no tenga clave, rogó. La deslizó… y por suerte pasó.
Tomó su pedido y se fue. No sin antes escuchar a varias personas que se quejaban de la señora.
—Esa señora debería regresar a su país. Aunque el pan sea bueno, no pertenece aquí. Que se largue. Es solo una inmigrante.
Se quedó viéndolos… como si su mirada pudiera quemarlos. Era triste. Pero sabía que, lamentablemente, en el mundo siempre hubo discriminación por raza o etnia. Tal vez no eran todos… pero incluso ese cuarto de la población se las arreglaba para tener poder y mover los hilos. Y eran los migrantes quienes más sufrían por ello. Lo curioso es que muchos países se construyeron gracias a inmigrantes. ¿Cómo puede seguir pasando esto?
fue cuando imagenes en su mente se formaron no eran del todo sus memorias. No venían de su mente. Eran del cuerpo. Como si la carne recordara lo que el alma aún no entendía. Recordó cómo, en su juventud, Kaius—cuando aún era humano—presenció cómo su padre, Elias Lindverg, sacaba a personas de sus casas por no seguir su ideología. O simplemente porque no le gustaba su color de piel, sus tradiciones… Los tachaba de ladrones. Tanto a personas de color como a quienes no eran de ese lugar.
Eso lo hizo hervir de ira. Pero sabía que no podía matarlo… al menos no todavía. Hoy tendría que controlarse. Estaba muy débil. Y si tenía que cazar… no sería hoy.
—Ojalá se queme con el café…
Lo dijo tan bajo que no lo oirías si no estuvieras justo al lado de él. Fue entonces cuando escuchó un grito. Un hombre maldiciendo. Se volteó. Era el hombre xenófobo. Su mirada se incrustó en él. Se había quemado con el café.
¿Qué diablos está pasando? No pudo haber sido una coincidencia…
No se detuvo a pensar más en ello. Ya estaba cansado. Se dirigió al hotel que podía ver desde ahí. Solo quería comer… y descansar.
Entró y se registró. Por suerte, la mujer no hizo preguntas. Le dio la llave. Subió a su habitación. Era grande. Tenía tina. Suficiente para él. Se acomodó y comió su pan. Aunque sabía que pronto tendría que ir por sangre. Tal vez podría tener un refrigerador con bolsas, como en la historia. Así no tendría hambre cuando no quisiera salir.
Se preparó para bañarse. Se metió en la tina. Se quedó ahí, relajándose… sacando todo el enojo que le dio aquella escena. Después de unos minutos, todo se había ido con el agua caliente… y el olor a rosas de los aceites.
Aunque aún le daba vergüenza ver su cuerpo desnudo de hombre. Tener algo entre las piernas no le agradaba Pero se acostumbraría. No tenía otra opción. Por suerte, el cuerpo sabía cómo hacer las necesidades básicas. Así que no se preocuparía por eso.
Pero…ahi empezo a recordar la historia que conocia
Según esta, Kaius había tenido muchos amantes íntimos. Y si tenía que seguir la primera parte de la historia… tendría que tenerlos. Solo de pensarlo… se deprimía.
Salió de la tina, se lavó, se puso la bata de baño y se metió a la cama. Encendió la tele y se dispuso a ver las noticias. Ahí vio la fecha: 19 de febrero de 2007. Era un año antes de que tuviera que regresar al pueblo donde creció y del inicio de la historia que conocia: Crimsonwood, un pueblo grande en Michigan que había existido desde los primeros años de la colonia, cuando aún era parte de Indiana.
Tengo un año. Un año para descubrir qué partes de la historia podria cambiar sin concecuencias y cuáles puedo romper con mis propias manos.
Ya era tarde. Pasaban de las 11 de la noche. Se acomodó para dormir. Cerró los ojos… y cayó dormido. Exhausto. Y calientito.
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