Luego de esas sonrisas, me dirijo hacia mi hogar. Repetimos el proceso de hipocresía. Y estoy en la mañana siguiente, viendo el mismo amanecer y dirigiéndome al encuentro con mi familia. Pero cuando llego, no los veo. Espero por media hora y no están. Me preocupo y voy a la casa de cada uno.
Cuando llego a la casa de Haeun, subo las escaleras que están en mal estado, peor que la última vez que vine.
Entro a través de la puerta color marfil con una manija oxidada con fragmentos de color dorado. Al ver su interior, siento soledad. De forma recta, casi como si quisiera que las viera, noto unas largas escaleras llenas de polvo, un sofá con manchas de café a la izquierda y unos planos a la derecha, en el lugar donde trabaja mi padre, donde los trenes entran del exterior del país para traer mercancía y no esperar demasiado para salir.
Luego voy a la casa de su novio, pero esta está igual que la de ella, exceptuando por el polvo, con los mismos planos en la misma parte.
Por último, voy a la casa de Minjae. Sorpresivamente, allí estaban todos: Haeun, su novio y Minjae.
Ellos me ven y se sorprenden, pero yo me sorprendo más por la vestimenta que llevan.
Botas negras y de cuero, pantalones holgados y de color militar, al igual que su camisa.
Hago un chiste diciendo si van a escapar del país, pero cuando digo esto, todos me miran serios, y Minjae dice:
—Eso haremos.
Me quedo impactado e incrédulo, no por el hecho literario de sus palabras, sino por lo que significaban.
Podrían perder su vida en el intento, lo que significaba que me dejarían solo de nuevo, caminando todas las tardes hacia mi casa, con un lamento en mi corazón, con ganas de llorar pero sin poder hacerlo, con un nudo en el corazón y una tormenta en la cabeza. Para luego darme cuenta de que no habrá nadie para contarle mis secretos, y con un régimen encima que solo apoya a su maldito dictador, que irá al infierno por ser peor que Judas con mil secretos, repitiendo ciclos de los que nunca podré salir, al igual que mis padres...No podré sonreír por felicidad, sino sonreír por no morir.
Les ruego que no lo hagan.
Pero inesperadamente, Junseo, el novio de Haeun, me mira con tristeza y me dice:
—Decidimos no decirte nada debido a que tú tienes a toda tu familia. No has perdido nada por el régimen. ¿Cómo podríamos pedirte algo tan egoísta?
Cuando dice eso, le respondo sin pensar lo que verdaderamente siento:
—Te equivocas. Podrás tener razón en que aún tengo a mis padres, pero ustedes son mi verdadera familia. Ellos solo son biológicos, mas no los que quiero. Ustedes son la mayor verdad que he tenido. Si se van, viviré en falsedad. Por favor, no se vayan de mi lado. Si ustedes no me aman, ¿quién lo hará? —repliqué entre llanto.
Junseo no puede evitar soltar un par de lágrimas, pero me contradice con unas palabras inesperadas:
—Entiendo lo que dices, pero, como acabas de decir, vivir con la verdad es mejor que vivir en una mentira, ¿no es así?
Y te equivocas con respecto a lo de amar: cualquiera puede amar, pero en distintas formas y tamaños.
Unos aman con besos, otros con miradas o palabras, pero en algunos casos, unos lo hacen con silencio. Algún día lo entenderás.
Además, ¿no te parece que luchar por la libertad y la verdad no es lo más artísticamente bello que puede existir? Es un cuadro que se plasma en la realidad y no en un lienzo.
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