Cuando escuché esto de Junseo, no pude evitar entenderlo y darle la razón. Entre lágrimas, les pedí que me llevaran con ellos. Se miraron entre ellos, con los ojos llorosos, y aceptaron llevarme. Pero antes, Junseo me dio un arma. Cuando vi esto, no pude evitar pensar:
¿Matar a alguien? ¿No es pecado? ¿Iré al infierno?
Sin embargo, aunque ese sea el caso y vaya al pozo más oscuro de la Biblia, nunca iré al peor círculo: la traición.
Y qué importa si voy al infierno, almenos hare que ellos vayan al cielo...
Tomé el arma después de pensar esto. Sin previo aviso, de la casa salió un gran grupo de personas buscando la libertad. Me sorprendí y me asusté; nunca había visto tantas personas con una expresión tan real como la misma palabra, reunidas en un solo lugar. Todos tenían miedo, se veía en sus ojos, pero eso los hacía valientes. Decidí seguirlos, no solo por defender lo que amo, sino por defender lo que creo. Pero inesperadamente, llegaron policías detrás de nosotros; al parecer, por alguna razón, sabían lo que haríamos. Eso no nos detuvo: corrimos hacia dentro de la casa, ya que comenzaron a disparar. Estaba junto a Minjae, Haeun y Junseo, tirados en un piso frío y duro, evitando ser atravesados por una bala. Sorpresivamente, Minjae me abrazó como gesto protector, bajo una noche de balas y riesgo. Fue una de las mejores cosas que sucedió en mi vida. Cuando pararon, intentaron negociar: rendirse o morir. Pero sabíamos que las dos opciones significaban lo mismo. Con el arma en mi mano, pensé en salir para hacer tiempo a los otros, aunque eso significara morir. Pero sin darme cuenta, Junseo miró a Haeun, y ella lo entendió. Junseo agarró el arma y dijo que nos fuéramos. Le dije que no asesinara a alguien, o iría al infierno. Él se rió y dijo que el arma nunca tuvo balas. Haeun y Minjae tomaron mi mano y me subieron a una moto. Nos fuimos por la parte trasera de la casa, mientras Junseo los distraía.
A la distancia, escuché disparos.
Entendí que no podían ser de Junseo.
Miré a Haeun, y lo que vi me sorprendió:
una mujer llorando con la mano en el vientre, unos ojos con lágrimas, pero con una expresión de esperanza y rabia, mientras el color rojo del amanecer llegaba del horizonte, iluminando su espalda y reflejaba en su mirada, entendi cual era su esperanza.
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