Carmen lleva tres días sin levantarse. La fiebre sube y baja como las mareas, y Aitana apenas duerme. Lucía consigue medicamentos, pero nada parece suficiente.
Elías aparece en la puerta con una manta que encontró en la casa del acantilado. Dice que pertenecía a la mujer que vivió allí. Carmen la reconoce al tacto.
—Ella también esperó —susurra.
Aitana lo mira. No sabe si agradecerle o pedirle que se aleje. Pero él se queda. En silencio. Como quien entiende que a veces, acompañar es más valioso que hablar.
“A veces el amor llega cuando menos lo esperas. A veces, justo cuando el mundo parece derrumbarse.”
Aitana vive en un pequeño pueblo costero, cuidando a su abuela enferma, la única familia que le queda. Su vida gira en torno a turnos en la cafetería local, recetas caseras y noches en vela junto a la cama de su abuela.
Todo cambia cuando llega Elías, un joven arquitecto que busca restaurar una casa abandonada frente al mar. Lo que comienza como una amistad incómoda se transforma en un vínculo profundo, marcado por secretos, decisiones difíciles y una promesa que podría cambiarlo todo.
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