Capítulo 9: La debilidad en el orgullo

En la mañana

Alex se preparaba para ir a su entrenamiento.

—¡Estoy listo! —gritó con entusiasmo al salir de su casa.

Mientras avanzaba por las calles húmedas, decidió atajar por un callejón. Caminaba distraído, con la mirada fija en el suelo, cuando chocó con alguien.

—Perdón, mil disculpas —dijo Alex, realmente apenado.

La figura con la que había tropezado se detuvo, girando lentamente.

—Vaya, vaya… ¿a quién tenemos aquí? —murmuró con una voz rasposa mientras lo sujetaba de la chaqueta.

¿Quiénes son estas personas? —pensó Alex, sintiendo una incomodidad repentina— les diré que me suelten…

Pero antes de terminar de hablar, una voz helada le erizó la piel.

—Pero si es nuestro viejo “amigo”… —dijo aquella voz conocida, resonando en su mente como un eco del pasado. El corazón de Alex comenzó a latir más rápido.

Al girarse completamente, lo vio. Un joven de cabello oscuro, mirada dura y un uniforme gastado.

—¿Qué haces aquí?... —balbuceó Alex, tembloroso— ¿no te habían expulsado?

El otro sonrió con una calma perturbadora.

—¿Expulsado? No digas tonterías… Yo siempre estoy aquí —rió con burla, colocando una mano sobre el hombro de Alex—. Nunca pensé volver a verte. ¿Aún lo recuerdas? —añadió con un tono envenenado— Aquella vez en la escuela… qué buenos recuerdos.

Flashback — Años antes

—Qué tonto te ves —rió el joven junto a sus amigos—. ¿Verdad, Alex?

De pronto, la cabeza de Alex fue sumergida con fuerza en un inodoro. El agua fría lo ahogaba mientras luchaba desesperado por salir. Pataleaba, tosía, pero las manos que lo sujetaban no cedían.

—Míralo, parece un ratón atrapado —se burló el agresor al sacarle la cabeza del agua—. Qué patético te ves —añadió, lanzándole un golpe seco en la cara. El impacto fue tan fuerte que Alex apenas pudo mantenerse en pie—. No eres nada.

El eco de sus risas resonaba en el baño, mezclado con la respiración entrecortada de Alex. Era una humillación constante, una tortura disfrazada de diversión.

Fin del flashback

—Aquello fue muy divertido, ¿cierto? —rió Nolan, observando la expresión de Alex—. ¿Qué tal si repetimos la experiencia?

—No... otra vez no —murmuró Alex, cerrando el puño con furia contenida.

—¿Qué dijiste? —preguntó Nolan con falsa inocencia—. No te escuché. Habla más fuerte.

Alex levantó la voz, con el temblor de la impotencia y el coraje mezclándose.

—¡Que esta vez no! —gritó, lanzando un golpe directo al rostro de Nolan. El puño impactó, pero apenas le provocó un rasguño.

—¿Qué crees que haces, falso héroe? —rugió Nolan, sujetándolo de la cabeza con ambas manos y hundiendo una rodilla en su rostro.

—Esto… lo vas a pagar muy caro…

Los rodillazos se repitieron, uno tras otro, cada uno más violento que el anterior. Alex intentaba cubrirse, pero sus brazos eran inútiles ante la fuerza de Nolan.

Un uppercut lo levantó del suelo, seguido de una ráfaga de golpes que lo dejaron sin aire.

El sonido era grotesco. Los puños chocaban contra su carne con un ruido húmedo, como si aplastaran una fruta madura. Un chorro oscuro manó de su nariz, tiñendo el suelo con cada squelch.

Alex se tambaleaba, mareado, sintiendo el sabor metálico de la sangre llenándole la boca. Apenas podía mantenerse en pie. Su respiración era entrecortada; su cuerpo, un mapa de moretones.

Las manos de Nolan estaban teñidas de rojo, no por heridas propias, sino por la sangre que pertenecía a Alex.

—¿Cómo te sientes ahora, eh? —rió con un tono desquiciado—. Se siente bien, ¿verdad? —continuó golpeándolo, una y otra vez—. Vamos, ruégame que pare. Tal vez lo considere. Sonaba con un tono entusiasmado y satisfactorio.

La risa de Nolan se volvió cada vez más demencial.

—Ja… ja… ¡JA, ja! —su carcajada resonó por el callejón, retorcida, inhumana.

Alex lo miró, apenas consciente. Aquella sonrisa… no era humana. Era la de un sádico. De un psicópata que disfrutaba del sufrimiento ajeno.

Nolan lentamente encendió un cigarrillo, exhalando el humo lentamente y tirándoselo en la cara a alex.

—Y para el acto final… —dijo con voz burlona—. Algo para que nunca lo olvides.

Lo sujetó del cuello con fuerza, acercando el cigarro encendido a su piel.

—Este espectáculo es genial —rió, mientras un olor a carne quemada se esparcía en el aire.

—¡Aahhh! —el grito de Alex desgarró el silencio. El dolor era insoportable; trataba de soltarse, pero sus fuerzas ya no respondían.

Las llamas devoraban su piel como lenguas vivas. El humo subía, y con él, su último hilo de esperanza.

—Por favor… para… —suplicó entre sollozos— ¡Duele!

El agresor solo rió.

—Eso, grita más… así es mejor.

El olor a carne quemada se mezclaba con la lluvia que caía sobre el pavimento. Alex se estremecía, su piel enrojecida, sus ojos morados de tanto esfuerzo. Finalmente, cayó desmayado, con una marca negra y brillante en el cuello.

El atacante soltó una carcajada desquiciada.

—Esto fue increíble… —dijo, tomando su celular—. Clic. Una foto para el recuerdo.

Sus compañeros observaban en silencio: unos aterrados, otros riendo, otros simplemente mirando sin intervenir. No había compasión. Solo vacío.

Pero entonces, un destello azul iluminó el callejón: sirenas a lo lejos. La policía, o tal vez una ambulancia.

Nolan chasqueó la lengua.

—Nos vemos, Alex. Me divertí mucho. Ojalá nos crucemos de nuevo.

Le dio una patada en el estómago y huyó con su grupo.

Alex quedó tirado en el suelo, inerte, sangrando. Su cuerpo era un lienzo de heridas, su alma, un eco de dolor.

El aire olía a hierro, a humo y derrota.

Minutos después, la ambulancia llegó.

—¡Está vivo! —gritó uno de los paramédicos, arrodillándose a su lado—. Tiene la nariz rota… mucha pérdida de sangre.

Lo subieron rápidamente.

—Pobre chico… —murmuró una enfermera mientras ajustaba la máscara de oxígeno.

Pasaron las horas. Luego los días. Las semanas.

Muchos fueron a visitarlo, esperando que despertara.

Hasta que, una mañana, los ojos de Alex se abrieron de golpe.

—¿Qué… pasó? —susurró, confundido, mirando a su alrededor.

Entre la gente que lo observaba, una figura destacó: Renji.

Una sombra oscura emanaba de él. Sus puños cerrados, su mirada fría. El enojo era visible, aunque su voz sonó tranquila.

—¿Cómo te sientes, Alex?

—Bien… creo —dijo Alex, notando la camilla y el suero a su lado—. ¿Dónde estoy?

—En el hospital —respondió Renji, acercándose despacio.

Se inclinó hasta su oído.

—Te dejaré recuperarte… antes de que continuemos con el entrenamiento —susurró con calma, pero su tono heló el aire.

Luego se dio media vuelta y salió del cuarto sin mirar atrás, pero se notaba el enojo, a su al rededor, había un aura misteriosa.

luego de hablar con muchas otras personas, se quedo mirando al techo.

Alex, exhausto, volvió a cerrar los ojos. Intentó dormir, pero el miedo seguía allí, escondido detrás de cada respiración.

¿Qué pensará Renji al respecto?

¿Buscará Alex venganza?

CONTINUARÁ...