—Creo que estoy enamorada. —rompió el silencio Tatiana, mientras se le escapaba una pequeña sonrisa.
—Pero que dices tía, si lo conoces desde hace dos semanas. —le reprendió Julia
—Yaa, pero es que hemos conectado un montón. —contestó con un tono culposo. — Y me dice cosas super bonitas.
—Pero si tu odias las cosas pastelosas.
—Pero eso es por que los tíos se creen que eres su novia por darles un poco de bola, y te lo sueltan de la nada.
—¿Y este no?
—Pues... es que no lo hemos hecho.
—¿Cómo? ¿Por qué no? ¿Ahora te has vuelto beata?
—Me ha dicho que prefiere que nos conozcamos poco a poco y me ha escrito cosas super bonitas, mira. —Tatiana pulsó la conversación del chat de Dan, y empezó a arrastrar en una ristra enorme de mensajes. A Julia, ese pequeño gesto le recordó a cuando ella misma se enamoró de su novio. Esa ilusión, esas mariposas, esas ganas de seguir la conversación y que nunca acabase.
Dejó de deslizar cuando encontró el mensaje del que hablaba, en él decía "Desde que nos vimos ayer no he parado de pensar en ti, y es que tienes una fuerza interior que no puedo olvidar. No sabría decirte que es, pero tu energía, tu sonrisa incansable, tus ojos plateados. Me atraparon completamente.
Siento que te conozco de toda una vida y que eres exactamente lo que he estado buscando, noto como si te quisiera atrapar entre mis brazos y no dejarte ir, por que sería el peor error de mi vida."
—Que moooono. Un poco intenso, pero muy mono.
—Siii, y además la tiene enorme.
—¿Eh? ¿Pero no has dicho que no habéis hecho nada?
—A ver, yo he dicho que no hemos hecho el "chucu chucu". Peeeero...
—Tati, Eso no es ir lentos. —dijo Julia, mientras se llevaba las manos a la cara.
—Cada uno tiene sus tiempos Juli, no me juzgues, yo solo soy una chica enamorada.
—Si, enamorada de las —. El sonido del motor y un pitido las interrumpió. Dan aparcó su coche en frente de la acera en la que estaban las chicas, bajó la ventanilla y las saludó con una sonrisa.
—¡Me pido copiloto! —gritó velozmente Tatiana, mientras abría la puerta del coche. Julia, más lenta, por llevar dos mochilas enormes en cada brazo, entró por la puerta de atrás.
Y en esta mezcla de olor a gasolina, ambientador de piña y esperanzas. Julia emprendió un viaje que no olvidaría jamás.

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