Observe desanimado como Alemania logro meter otro gol en menos de un minuto, y proseguí a atender a la mesa del grupo de chicos que me llamaban a señas, puse mi mejor sonrisa forzada, escuché su pedido con atención y me apresure a llevárselo antes de que comenzaran a fastidiarme, como ya era habitual en todos los que allí llegaban, primero que porque no tenía la actitud adecuada para atender a las personas, segundo que porque no parecía un verdadero chico, sino una chica, o en el peor de los casos un travesti, por mi forma de hablar, de verme, por ser simplemente yo, y ultimo, no faltaban los interesados en ligar conmigo. Inhale profundamente, para poco a poco botar aquel aire que contenían mis pulmones, totalmente tranquilo con el silencio que por el momento me rodeaba, el chico que se hacía llamar Kilian me indico con un gesto que le diera otro baso de aquel menjurje que le había preparado, y sin dudar, eso fue lo que le serví.
— ¿Alguna vez te has enamorado de alguien? — pregunto con cierta curiosidad en su intensa mirada.
— No.
— Yo tampoco. — suspiro bastante decaído. — Veras, tengo casi 27 años y aún no consigo a una mujer que me llene, ¿entiendes? He estado con muchas, pero después de una noche me aburro de ellas, y no lo sé, no estoy dispuesto aun a casarme, ni a tener hijos, ni a absolutamente nada. No sé qué sucede conmigo, debería sentar cabeza de una buena vez, ¿no lo crees?
— ¿Y se te ocurre preguntarle al chico que sirve trago y ni familia tiene? — bufe dedicándole una cara de pocos amigos, ante lo absurdas que me parecían sus palabras. — Aun eres joven, no te preocupes.
— No tan joven como tú. — comento antes de tomarse todo el vaso de sopetón, dejándome boquiabierto ante su resistencia al alcohol. — ¿Dónde está tu familia?
— Soy huérfano.
— ¿Pareja? ¿Hijos? ¿casa propia?
— No, no y no. — respondí cortante. — ¿A que vienen todas estas interrogaciones?
— Curiosidad. — murmuro bufón entregándome el vaso para que le diera otro poco de trago. — Pregúntame lo que quieras.
— No tengo tanta curiosidad como tú.
— Entonces no te quejes. — refunfuño guiñándome un ojo sensualmente. — ¿Vas a la universidad?
— No, tengo varios trabajos de medio tiempo para sobrevivir, a duras penas pude graduarme del instituto hace unos años.
— Yo me graduarme de medicina, y estuve un tiempo trabajando en el extranjero… — me comento sin la más mínima pizca de orgullo. — Regreso hace unos cuantos días, y me llevo la peor de las noticias del mundo.
— ¿Qué clase de noticia?
— ¿No que no tenías curiosidad? — ronroneo para ante mi silencio beber el poco de líquido que quedaba en el vaso.
— Solo te sigo la cuerda, ya te ves muy tomado.
— ¡Claro que no! — musito muy convencido de ello. — No tengo donde quedarme. Me han echado de mi casa, no puedo ejercer por diversas circunstancias, y prácticamente ando viviendo en las calles.
— No lo parece.
— Bueno, es que solo ha pasado un día desde que mi familia me saco.
— Ya deben estarte buscando, y seguro te encontraran pronto.
— No lo creo, viven lejos de aquí.
— ¿De dónde eres?
— Nací a kilómetros de este país, tanto que te sorprenderías.
— ¿Así que vienes a un decrepito pueblo a desahogar tus penas con un desconocido por una discusión con tu familia?
— Un poco, es agradable. — admitió tomando entre sus torpes manos la nueva combinación de bebidas que le ofrecía. — Ya que nunca más nos volveremos a ver.
— Eso es seguro.
Se supina que así debía suceder, pero toda la desgracia se abalanzo sobre mi ese horripilante día. Bebió de tantos licores distintos que después de una hora de esa manera, ya había perdido la cuenta, hablo de tantas cosas inútiles, que ni me moleste en prestar atención, después de que el tema siguió girando en torno a su vida personal, por ende, mi cerebro se desconectó por completo en cuestión de segundos. Las horas fueron pasando a prisa, mientras la gente se iba marchando poco a poco, todo lo contrario a Kilian, quien permanecía un poco soñoliento observándome en su borrachera.
— ¿Cuánto es la cuenta? — pregunto el alto muchacho que se había apartado de su grupo de amigos quienes salían del bar entre risas, dispuesto a pagar por ellos.
— Serian 150.000 — conteste con una amable sonrisa, recibiendo el dinero que él me extendía sin vacilar, me dirigí a la caja registradora, hice la factura y calcule el dinero que debía darle de vuelta.
— ¡¿Y tú que te traes?! — grito Kilian empujando al pobre chico, llamando mi atención instantáneamente.
— Oye, cálmate… — gruñí entregándole las vueltas al muchacho. — no quiero una pelea aquí, por favor.
— Gracias por todo.
— ¡Vuelvan pronto! — masculle con una sonrisa de oreja a oreja.
— ¡¿Cómo lo puedes dejar ir?! — grito Kilian parándose con brusquedad de su silla, sin pensármelo dos veces lo tome del brazo evitando que se fuera corriendo a armar una pelea innecesaria.
— Mejor paga la cuenta y vete para tu casa, ¿quieres?
— ¿Cómo esperas que pague si ese chico me ha robado la cartera, idiota?
— ¡Imposible! — chille palideciendo de inmediato, gracias a que por mi incompetencia, aquel hombre había logrado escapar ileso; mientras Kilian y yo discutíamos.
Comments (2)
See all